Madrid, Septiembre del 2000.
Cloe tenía la maleta sobre la cama. No tenía ni la más remota idea de cuantas cosas tendría que meter para un año entero. Claro, que vendría a casa en vacaciones, pero un mar de por medio la iba a separar impidiéndole regresar los fines de semana. Eran mediados de Septiembre pero el verano se había prolongado un año más dejándoles días muy cálidos en Madrid. Había mirado el tiempo por internet y en Londres estaría nublado toda la semana. Metió ropa de abrigo y algo más ligero por si había algún día más caluroso. Cerró la maleta y se quedó mirando fijamente el equipaje. Toda su vida se encontraba en una maleta grande y azul, con un neceser a juego que su madre le había regalado para su año de Erasmus y una mochila que no tenía intención de facturar.
Miró el reloj y vio que pasaban de las 7 de la tarde, había quedado con Lucía y Mikel para despedirse en un bar cerca de su casa. Caminaba lentamente por las calles de Madrid rumbo a su destino con sentimientos encontrados. Le daba mucha pena irse y dejarlo todo, pero lo necesitaba, después de su ruptura con Oliver meses atrás, necesitaba urgentemente un cambio de aires y sobretodo no encontrarse con él con tanta frecuencia. Oliver era de la pandilla y había dejado a Cloe hacía dos meses. Hace un par de semanas presentó a una tal Carla al grupo y Cloe no pudo evitar pensar que esa Carla había sido el motivo de la ruptura, por lo que ya de entrada a Cloe no le caía bien, aunque obviamente tampoco le había dado ninguna oportunidad, a pesar de que ella había intentado ser extremadamente simpática... tal vez de más.
—Hola chicos—dijo Cloe cuando se encontró con sus amigos en una esquina del bar.
—¡Cloe!—exclamó Lucía, su mejor amiga.
Cloe se pidió una Coca Cola y observaba atentamente a cada uno de sus amigos, los iba a echar tanto de menos.
—¿Qué voy a hacer tan lejos sin vosotros?—preguntó conteniendo las lágrimas.
—Divertirte mucho—le dijo Mikel, su otro mejor amigo —Además podemos escribirnos mails y chatear.
—Intentaré ir a verte un fin de semana —dijo Lucía.
—Oye—dijo Cloe—eso de intentaré... Tenéis que venir a verme.
—¿Te has despedido de Oliver? —preguntó Mikel.
—No, no he hablado con él, no me apetece. Él sabe que me voy mañana. Si quiere despedirse que me llame —explicó Cloe.
—Te ha jodido lo de la Carla esa ¿eh? —dijo Mikel riéndose.
—Si y no —dijo Cloe —Lo que me ha jodido es pensar que me haya puesto los cuernos con ella.
—Yo creo que eso es una paranoia tuya —dijo Lucía.
Cloe la miró pensativa, puede ser —pensó —pero era lo más probable. Cloe y Oliver llevaban juntos desde que se conocieron en 1º de Medicina y de repente la había dejado, sin más, sin explicación alguna, sin verlo venir.
Tras unas risas y muchas lágrimas en la puerta de la casa de Cloe los tres se dieron un fuerte abrazo. Eran amigos desde el instituto y se conocían a la perfección, no sabían lo que era pasar más de dos semanas sin verse y este año iba a ser duro lidiar con la distancia y no poder contarse como les había ido la semana en su ya tradicional comida de los viernes que siempre se alargaba hasta altas horas de la madrugada.
Cloe era estudiante de 5º año de medicina, de estatura media y figura delgada. Tenía el cabello cobrizo y rizado, llegándole hasta la cintura. De piel clara adornada con unas cuantas pecas esparcidas por sus mejillas y nariz, que le daban un aire juvenil y encantador. Cloe no era consciente de su atractivo, tendía a ser modesta y nunca se había considerado particularmente guapa. Sus ojos curiosos, de color miel a veces reflejaban su inseguridad interior lo que contrastaba con su apariencia exterior.
Mikel era estudiante de Bellas Artes. Alto y esbelto, tenía una presencia imponente que se veía suavizada por su personalidad cálida y accesible. Siempre llevaba su pelo moreno cuidadosamente peinado pero con un estilo ligeramente alborotado. Tenía un rostro muy expresivo, con unos ojos marrones profundos y llenos de vida. Mikel era una persona extrovertida y carismática, con una sonrisa fácil y contagiosa. Solía vestir con ropa colorida y moderna, a menudo añadiendo algún toque único, como un pañuelo llamativo o una chaqueta vintage, que resaltaba su individualidad y buen gusto. Mikel era abiertamente gay y se sentía cómodo y seguro con su identidad. Su empatía y sensibilidad hacían que siempre estuviera dispuesto a escuchar y ofrecer consejo, sin juzgar. Era el hombro derecho de Cloe y viceversa. Y Lucía era su mejor amiga desde el instituto, además de compañera de clase de la facultad, una joven morena con ojos negros y una figura delgada y atlética. Su cabello, largo y oscuro, caía liso sobre su rostro, a menudo recogido en una coleta alta. Lucía era muy simpática y tenía una gran habilidad para conectar con las personas. Sin embargo, su simpatía venía acompañada de un carácter fuerte y decidido. Lucía no tenía miedo a decir lo que pensaba y defender lo que consideraba correcto, y eso le había hecho ganar tanto admiradores como detractores. Lucía y Cloe compartían una amistad duradera a pesar de ser muy diferentes. Lucía era el ancla emocional de Cloe, ayudándola a ver sus propias fortalezas y apoyándola en los momentos difíciles.
Cloe se quedó mirando como se alejaban del portal de casa y ya no pudo contener las lágrimas. Cogió el ascensor y subió al segundo piso. Su madre estaba en el salón viendo la tele.
—¿Qué tal Cloe? ¿Ya tienes todo preparado?—le preguntó.
—Si —dijo Cloe mientras se secaba las lágrimas.
Se sentó junto a su madre en el sofá y le dio un abrazo. Ésta le correspondió.
—Te voy a echar mucho de menos mamá.
— Yo a ti mucho más hija. Pero te has empeñado en marcharte.
—Necesito cambiar de aires. Y aprender Inglés —se justificó Cloe.
—¿Seguro que no es por Oliver? —preguntó su madre.
—Para nada —mintió Cloe —Me voy a la cama que mañana tengo que madrugar.
—Hasta mañana Cloe —le dijo su madre.
Cloe se dirigió a su habitación, se puso el pijama, se lavó los dientes y se sentó un momento en el borde de la cama. Miró atentamente cada detalle de su cuarto. Quería grabarlo en su memoria, sería su puerto seguro cuando estuviera triste en Londres, sabía que sucedería, que querría volverse a España una y mil veces, pero tendría que ser fuerte. Cuando eso pasara cerraría los ojos y se imaginaría en su habitación.
Se tumbó, apagó la luz, cerró los ojos y a los pocos minutos estaba completamente dormida. Mañana empezaría una nueva vida lejos de todo, de los buenos y de Oliver.
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DESTINOS CRUZADOS
RomansaAlex y Cloe, dos estudiantes de medicina, llegan a Londres para cursar un año de Erasmus, cada uno con sus propios sueños y expectativas. Ambos se conocen en una clase teórica de Cirugía. Desde el primer momento, sienten una conexión especial que va...