ME FALTAS MUCHO

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Londres-Santander, finales de Septiembre de 2000.

La cita que Alex y Cloe habían tenido les había unido inevitablemente, de una manera de la que ni siquiera ellos eran aún conscientes. Los días se sucedían y compartían juntos muchas horas, desde clases en las que coincidían, hasta cafés a media mañana y tardes de estudio en la biblioteca. Por las noches siempre quedaban con Gonzalo, Marta y Alejandra para dar una vuelta, cenar o ir a alguna fiesta Erasmus. Habían conocido a personas de varias nacionalidades, desde alemanes a griegos y empaparse de diferentes culturas les estaba gustando cada vez más a todos ellos. Otras veces Alex quedaba con Aston y Henry para sumergirse de lleno en la cultura inglesa. Cloe salía a menudo con Jenny y sus amigas, pero necesitaba mucho más que Alex rodearse de sus amigos españoles. Cada día echaba más en falta a su hermano Dani y a sus mejores amigos Mikel y Lucía con los que no hablaba desde que había dejado Madrid salvo por algún SMS esporádico o mail, pero no era lo mismo. Echaba de menos poderles contar que estaba empezando a sentir algo por Alex y que eso le daba vértigo. Si estuviera en Madrid, ese sería su tema de conversación de la comida del próximo viernes.

Era jueves, festivo y era el "Rookie Day", o lo que viene siendo el día del novato, así que no tenían clase y la pandilla había quedado para hacer un recorrido turístico por Londres.

Cloe puso el despertador temprano y se preparó un café. Jenny se había marchado minutos antes a la Facultad, ella como autóctona, vivía ese día con intensidad, llevando a los novatos de un lado a otro del campus. A Cloe no le gustaban ni un pelo las novatadas, siempre había huido de ellas, no entendía que mofarse de los demás pudiera resultarle divertido a alguien. Afortunadamente su pandilla Erasmus pensaba como ella, así que habían decidido pasar del tema y quedaron en encontrarse todos a las 11 en el Borough Market, uno de los mercados más antiguos y conocidos de Londres. Después de una ducha rápida se sentó en el sofá del salón a desayunar tranquilamente. Su móvil sonó y pudo comprobar que era Alex el que la llamaba. Le resultó extraño, puesto que iban a verse en unas horas.

—¡Hola Cloe! —exclamó —¿Ya estás levantada?

—Hola Alex —respondió —Si, ya voy por el segundo café. ¿Nos vemos en un rato verdad?

—Si, buco, en realidad quería proponerte algo. Salí a correr temprano y estoy casi listo. ¿Te apetece quedar a las 10 en el mercado?

—¡Ah!... —exclamó Cloe sin poder disimular su sorpresa —¿Antes de ver a estos?

—Bueno, solo era una idea... si no te apetece...

—Si, si, claro que me apetece —le interrumpió Cloe.

—¿Entonces? ¿Nos vemos a las 10?

—Si, allí estaré como un clavo —dijo Cloe riendo.

Alex colgó el teléfono y no pudo evitar hacer un gesto con las manos en señal de éxito. No sabía si Cloe aceptaría su invitación. Esta semana le hubiera gustado quedar a cenar solo con ella, pero al final entre una fiesta, las clases y una cena con la panda, apenas habían podido pasar tiempo a solas de calidad. Porque, seamos realistas, ir a estudiar Radiología o Pediatría juntos no era un plan demasiado romántico. Esa idea suya de ser únicamente su amigo se había esfumado como por arte de magia y aunque no tenía la certeza de que sentimientos tenía ella aún por ese Oliver, estaba casi seguro de que se sentía un poco atraída por él, al menos creía haberle generado dudas. Después de aquella primera cena, donde ambos sintieron "un algo muy potente" que no fueron capaces de ignorar, ya no podían ser solo compañeros de clase, sino dos personas que, sin darse cuenta, querían que hubiera algo más.

Alex se bajó en la estación de London Bridge a las 09:45. La puntualidad era una de sus grandes cualidades. Tras un rato caminando con paso decidido se dirigió a la entrada del Borough Market. El lugar era un laberinto de olores y colores, con puestos que ofrecían desde especias exóticas hasta quesos artesanales. Alex se quedó parado en la entrada y cuando levantó la vista del reloj que llevaba en la muñeca, pudo ver como Cloe se acercaba con una sonrisa radiante. Llevaba una chaqueta vaquera desgastada que contrastaba con un pañuelo de bambula color mostaza alrededor del cuello. Su cabello rojizo caía en suaves ondas sobre los hombros y Alex sintió un nudo en el estómago, cosa que últimamente le sucedía con cierta frecuencia cada vez que quedaba con ella.

DESTINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora