ENGLAND SKIES

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Londres, Septiembre de 2000.

El estridente pitido del despertador de Cloe la sacó de un sueño profundo. Se incorporó en la cama y miró pensativa a su alrededor. Necesitó unos segundos para ubicarse. Ya no se acordaba que estaba en Londres, le parecía que todo el día de ayer había sido un sueño. Se estiró lentamente, disfrutando de ese momento de calma que precedía al ajetreado día que la esperaba. Se puso una sudadera azul marino, cogió el neceser y se dirigió al baño con una toalla en el hombro. Los baños compartidos estaban sorprendentemente limpios, algo que agradeció mientras se daba una ducha rápida. De vuelta en su habitación, se vistió con unos vaqueros cómodos, una camiseta blanca y unas deportivas. Decidió dejar su cabello suelto y ligeramente húmedo. En una habitación del ala norte, Alex estaba sentado en la cama desperezándose. Su despertador había sonado 2 veces cada 5 minutos. Seguía sentado en el borde de la cama revisando mentalmente la lista de tareas que tenía que hacer esa mañana. Se levantó y se dirigió al baño compartido, donde se dio una ducha caliente, que no iba a ser suficiente para despejarlo. Necesitaba un café doble.

En el comedor de la residencia, Alex cogió una bandeja con un café XL y una especie de magdalena —Lo de no poder tomar tostadas con tomate y aceite va a ser duro —pensó resignado. Con la mirada buscó una mesa vacía. De momento no tenía demasiadas ganas de socializar. Era demasiado temprano, así que la opción de desayunar en soledad le pareció de lo más apropiado. Mientras, Cloe estaba en la fila de las bandejas cogiendo un café con leche y unos cereales.

Claro, aquí de tomate y aceite ni hablamos —pensó mientras elegía una mesa cerca de la ventana, desde donde podía observar el bullicio de la calle. Alex y Cloe estaban en mesas casi consecutivas, pero estaban tan sumidos en sus pensamientos que no cruzaron ni una sola mirada.

Después de desayunar, ambos salieron de la residencia casi al mismo tiempo, pero en direcciones ligeramente diferentes. Alex iba con paso decidido, disfrutando del aire fresco de la mañana. Cloe caminaba sin prisa admirando los edificios históricos que la rodeaban. Londres era un laberinto de calles y aunque ambos tenían un mapa mental del trayecto hacia el metro, cada uno accedió por una boca diferente, casi al mismo tiempo. No sabían que sus caminos volverían a cruzarse muchas veces en los próximos días. Cloe compró el billete en la máquina expendedora y Alex en la taquilla. Los andenes estaban llenos de estudiantes y gente que iba a trabajar. Se subieron al mismo tren pero en diferentes vagones. Alex se apoyó en una de las barras, su móvil sonó dentro de la mochila, metió la mano, rebuscó y vio que se trataba de Diana. Rechazó la llamada y volvió a guardar el móvil. Le estaba empezando a agobiar la insistencia de su ex novia. Parecía no querer aceptar que todo había terminado. Cloe consiguió sentarse y se quedó mirando por la ventanilla fijamente dejando que el ritmo del tren la relajara. Lo de enfrentarse a lo desconocido le daba un poco de miedo.

Al llegar a la facultad, Alex y Cloe se unieron a una multitud de estudiantes que se dirigían al edificio administrativo para completar el papeleo necesario. Las largas colas que había para matricularse aumentaban el nerviosismo de los estudiantes a pesar de que el ambiente estaba amenizado con música y los veteranos daban la bienvenida a los novatos. Alex se encontró esperando detrás de un grupo de chicos que hablaban en francés, mientras Cloe estaba delante de dos chicas aparentemente españolas que discutían sobre sus horarios. No quiso interaccionar. La cola avanzaba lentamente y ambos aprovecharon el tiempo para observar todo lo que les rodeaba, desde los edificios del campus, que era precioso a sus futuros compañeros de Universidad. Finalmente, llegó el turno de Cloe. Se acercó a la mesa donde una administrativa le entregó varios formularios para rellenar, el horario de clases y un libro de bienvenida al "University College". Alex esperaba pacientemente su turno. Sus manos rozaron los mismos formularios que Cloe había dejado sobre la mesa apenas unos minutos antes. Cogió toda la documentación que le entregaron para leerla con calma más tarde en la residencia.

DESTINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora