Santander-Madrid, Septiembre de 2000
Alex se encontraba esperando un avión que le llevaría a Londres para pasar 2 semestres de Erasmus. Para ello ya había cogido uno desde Santander, su ciudad natal, hasta la capital. Su padre se ofreció a llevarle a Bilbao en coche para coger un vuelo directo pero al final haciendo cuentas casi tardaba lo mismo. Prefería volar a Heathrow que a otros aeropuertos secundarios que estaban a tomar por culo del centro de Londres y tener que coger el tren o bus desde allí costaba un buen puñado de libras.
Había madrugado un montón y aún tenía un par de horas hasta su vuelo de conexión. Así que se había ido a una de las cafeterías del aeropuerto para volver a desayunar. Tenía los pies estirados sobre una silla y su Nokia sobre la mesa. Diana le había enviado un montón de mensajes, se va a arruinar —pensó. Ya lo había llamado también otras cuantas veces, pero él no le había respondido. Ayer ya fue suficiente. Su relación con ella había terminado. Él la había dado por terminada. Llevaban juntos 4 años, aunque se conocían desde 1º de BUP. Si algo tenía claro Alex es que no quería una relación a distancia. Diana insistía en continuar ya que volvería al final del segundo semestre, pero él no lo tenía tan claro. No sabía que pasaría al regresar y sus sentimientos por ella habían cambiado en los últimos meses. Ya no tenía la certeza de si quería seguir con ella, la distancia podía haber supuesto simplemente una excusa. La excusa perfecta. Siempre es mejor que te dejen por la distancia que porque ya no te quieren... o tal vez no —pensó Alex —Lo que tenía claro es que lo de la distancia era un tema que emocionalmente manejaba mal y no estaba dispuesto bajo ningún concepto a hipotecar su año de Erasmus. No tenía intención de salir con nadie en plan serio, no quería relaciones, ni envolverse emocionalmente con nadie para luego tener que repetir la movida de dejar la relación al final del próximo verano. Su móvil volvió a sonar. Diana de nuevo. Silenció la llamada y bebió un sorbo de café mientas abría la guía de Londres que estaba leyendo.
Alex era moreno, con barba de 3 días muy bien cuidada y unas gafas que le daban un aire intelectual. Tenía el cabello oscuro y ligeramente ondulado, desordenado de manera casual, lo que le hacía más encantador aún, si cabe. Extremadamente atractivo con un cuerpo atlético y musculado fruto de su dedicación al ejercicio para mantenerse en forma. Alto y de postura siempre erguida, se movía con seguridad, reflejando la confianza en si mismo que ostentaba. Alex poseía una personalidad arrolladora. Era simpático y carismático, capaz de ganarse a la gente con facilidad gracias a su naturaleza abierta y su habilidad para hacer que los demás se sintieran cómodos en su presencia. Su sonrisa, franca y encantadora era una de sus características más destacadas y sus ojos, de un color marrón profundo, reflejaban su inteligencia y la pasión que ponía en todo lo que emprendía. Era muy ambicioso en sus estudios de medicina, Alex se había fijado metas altas y trabajaba de forma incansable para alcanzarlas. Todo transmitido por una familia de prestigiosos traumatólogos que le habían inculcado la pasión por su trabajo, tanto su abuelo paterno como su propio padre. A pesar de esa ambición, Alex era también increíblemente empático, con una constante preocupación por el bienestar de los demás. Tenía una gran capacidad para escuchar y ofrecer apoyo emocional a sus amigos siempre que lo necesitaban.
Cloe estaba unas mesas más atrás en la misma cafetería del aeropuerto que Alex. Ambos tenían el mismo destino, la misma ciudad en la que vivir, la misma carrera y un sinfín de cosas más en común que aún desconocían. Tomaba un capuchino con una tostada a precio de oro, a precio de aeropuerto. Su madre la había dejado por la mañana en la terminal antes de ir a trabajar. Ambas se habían abrazado y llorado durante un buen rato. Estaban muy unidas. Sus padres llevaban divorciados 3 años y mal como 8, así que, que se separaran casi supuso un alivio que atenuó los gritos y riñas constantes que vivían en casa. Dani, su hermano pequeño era el que peor lo estaba pasando porque estaba muy unido a su padre y estaba en plena adolescencia, una edad difícil en la que procesar todo lo que les había pasado. A sus 15 años no conseguía entender del todo el motivo del divorcio, entre otras cosas porque su madre no le había explicado la realidad. Su padre les había literalmente arruinado económicamente en varias ocasiones. La madre de Dani y Cloe, Lola, era una mujer de los pies a la cabeza y lo último que quería era hablar mal del padre de sus hijos pero Cloe sabía casi todo porque ya tenía una edad y porque no era nada tonta. Cuando tenía 10 años y Dani 3, sus padres ya habían tenido una crisis que casi acaba con su matrimonio, pero Lola consideró que Dani era muy pequeño y le dio a su marido una nueva oportunidad, otra de muchas. Cloe se enfadó con ella porque a pesar de su corta edad en ese momento, tenía claro que su padre la había cagado y no creía que fuera merecedor de tal oportunidad.
Cloe mordía la tostada y con la otra mano sujetaba una guía de Londres que ya había leído un par de veces y subrayado las cosas más interesantes. El idioma le estresaba un poco, hablaba inglés porque su madre la envió a Dublín a cursar 3º de BUP y eso hizo que se soltara con el idioma, pero le daba un poco de respeto tener que asistir a las clases de la facultad en otro idioma que no fuera español y los exámenes, ¿Sería capaz de aprobar en inglés?, esperaba que sí porque no le gustaría joder la media que llevaba. Lo de no conocer a nadie era otro tema que aunque no le preocupaba en exceso, cuanto menos la inquietaba un poco. Pero tenía esperanzas, porque otros compañeros que habían hecho Erasmus le habían contado que era bastante fácil conocer gente, y además la idea de relacionarse con personas de otras nacionalidades le hacía mucha ilusión. Miró su móvil, nada, Oliver ni siquiera le había dicho adiós, tema zanjado. Ya era pasado y aunque aún le escocía bastante pensar en él, tenía claro que la mejor tirita contra ese escozor era un año de Erasmus. Miró el reloj y vio que era la hora de embarcar así que se dirigió a la puerta de embarque correspondiente y se colocó en la fila.
Alex terminó el café y cogió su mochila, era su único equipaje. Había metido todo lo que necesitaba en esa mochila, no quería llevar ninguna cosa innecesaria, ni material ni emocional. Nunca fue un típo de grandes equipajes. Era demasiado práctico. Si podía nunca facturaba. Además en 3 semanas era el cumpleaños de su abuelo y su padre ya le había dejado claro que tendría que volar a Santander para la fiesta que le estaban organizando. Ya cogería más ropa entonces y algún que otro libro. Miró el reloj y se apresuró hacia la puerta de embarque. Se colocó al final de la cola. Fijó la vista en una chica muy atractiva de pelo muy largo cobrizo que atrapó considerablemente su atención. ¿Será española? —pensó —Tiene pinta de inglesa. La observó detenidamente. Llevaba un vaquero ajustado, una camiseta negra con cuello pico y unas deportivas Fila de color rojo. Cargaba una mochila sencilla a la espalda y un neceser de viaje en la mano.
Abrieron la puerta y la tripulación de tierra fue haciendo el embarque de forma muy eficiente. Cloe iba al inicio del avión, no le gustaba demasiado viajar en la cola. Colocó el neceser en el guarda equipajes sobre el asiento y la mochila con sus objetos más preciados debajo del mismo. Cuando dejó la mochila se incorporó y sus ojos colisionaron por unos segundos con los de Alex, éste le regaló una sonrisa y ella se la devolvió tímidamente. Alex ocupó su asiento en la penúltima fila del avión, odiaba ir en la cola, pero cuando hizo el check-in no había otro asiento disponible, no sólo iba en la cola, sino en el asiento de en medio, cosa que para su altura imponente era una mierda. Se hizo a la idea de que iba a pasar dos horas y media con las piernas encogidas. Ya podía dormirse si no quería ir endemoniado todo el viaje.
El avión despegó, Cloe cerró los ojos y pensó en todo lo que dejaba atrás, a su madre, a su hermano, a Mikel y a Lucia y entendió que además era el adiós definitivo a su relación con Oliver.
Alex cerró los ojos e intentó estirar las piernas al máximo. Echaría de menos a su familia, sobretodo a su hermana Susana con la que tenía una relación muy especial y a sus colegas de facultad con los que salía todos los fines de semana. Probablemente tendría momentos de debilidad en los que también echaría de menos a Diana, pero pasarían, y si al terminar el Erasmus esos momentos continuaban pues ya se vería. Dejaría todo en manos del destino.
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DESTINOS CRUZADOS
RomanceAlex y Cloe, dos estudiantes de medicina, llegan a Londres para cursar un año de Erasmus, cada uno con sus propios sueños y expectativas. Ambos se conocen en una clase teórica de Cirugía. Desde el primer momento, sienten una conexión especial que va...