V- Recuerdos del pasado 3 (Segundo encuentro- el valor de las promesas)

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Teo era una persona con un corazón muy fuerte y una capacidad para iluminar hasta los días más grises. Su bondad no dejaba nada que desear; él era un ejemplo de lo que un humano debería ser. Por esa razón, Clara sintió una conexión con él, ya que fue el primero entre los dos mundos en tratarla con respeto. Había algo en Teo que hacía que Clara se sintiera bien, tal vez era el respeto que mostraba hacia los demás o la igualdad por la que tanto luchaba, pero sin duda, este sentimiento era algo que nunca había experimentado en el mundo de las hadas. Sin embargo, Clara no dejó nada al azar; usó sus poderes para influir en lo que Teo podría sentir acerca de ella, asegurándose de que él sintiera la misma conexión que ella.

Por lo tanto, la amistad entre ambos progresó rápidamente, fluyendo como el agua en el mar, rápida y sin freno. Era algo que podía ser peligroso pero también hermoso. Hablaban todo el tiempo, compartiendo sonrisas, secretos y deseos, hablando de todo lo que significaba la vida para ellos y de lo poco que significaba esta al mismo tiempo. Pero a pesar de la felicidad que sentía Clara por esta amistad, no podía dejar de sentirse culpable por haber manipulado todo a su alrededor. Todo su mundo estaba construido a base de magia y engaño. Aunque ella hubiera jurado nunca usar sus deseos, usar su magia no estaba en aquel contrato que ella misma había hecho. Estos hechos llevaron a Clara a su segundo encuentro con Teo, su mejor amigo.

Clara estaba viendo libros en la tienda donde Teo trabajaba. Ella no estaba allí solo por los libros, sino por aquel chico que la hizo sentir apreciada por primera vez. Tenía todas las de ganar; se veía que él era un buen conversador y hablarle no sería un problema, pero las inseguridades de Clara salieron a relucir. No sabía cómo ser amable, cómo ser una amiga o una hija. No entendía por qué alguien la elegiría como su amiga si su propia madre no la había elegido como hija. El frío recorrió su cuerpo, dejándola parada allí, mirando aquel lugar tan pequeño que por alguna razón le parecía tan grande. Pensamientos y más pensamientos de su pasado la arrinconaron en la parte más baja de aquella librería.

Por un momento pensó en dejarlo todo y abandonar, pero agarró valor de lo más profundo de su corazón y empezó a caminar hacia el lugar donde se encontraba Teo. Ella caminaba a pasos cortos con un libro en la mano, y él estaba concentrado en la computadora frente a él. Al llegar, Clara se quedó muda y Teo notó ese gesto, entonces se adelantó a decir las primeras palabras.

—Hola... —dijo Teo sonriendo—. Eres la del tren —afirmó—. Me da gusto verte de nuevo, esas orejas son muy únicas como para olvidar.

Él empezó a mirarlas otra vez con la misma pizca de curiosidad en sus ojos que tenía la primera vez que se vieron, dejando a Clara con otro recordatorio de que estaba en un lugar al que no pertenecía.

—Estás en lo correcto, soy la del tren —respondió Clara con una sonrisa—. Vine a comprar un libro —dijo, poniendo el libro que tenía en la mano sobre la mesa donde estaba Teo—, pero no sé si es la mejor elección —dijo en tono de pregunta.

—Es una buena opción —contestó él—. Es un buen inicio para entrar a los clásicos, además el romance y la amistad nunca pasan de moda —dijo refiriéndose al libro—. Mujercitas es una buena opción.

—Eso esperaba, no sabía qué escoger, si soy honesta, nunca he estado tan interesada en la literatura —respondió Clara, volviendo a tomar el libro que había dejado en la mesa, esperando que la plática se alargara.

—¿Y qué hizo que te interesara de pronto la lectura? —preguntó Teo con la misma curiosidad en sus ojos.

El corazón de Clara estalló, su respiración se detuvo. Él se iba a dar cuenta de que lo había estado siguiendo, de lo ridícula que era.

Clara no sabía qué hacer. Aunque la pregunta de Teo no era acusatoria, sino simplemente una pregunta hecha desde la curiosidad, Clara no había planeado una respuesta. Estaba otra vez en ese rincón, sola y con miedo. Y aunque sabía que en el fondo tenía una solución, no quería recurrir a ella. No había otra opción.

Clara se acercó a Teo, quien la miró curioso por aquella acción. Acercándose a su oído, ella susurró:

—Olvida la pregunta que has hecho y prolonga nuestra conversación —dijo alejándose rápidamente, ya que al salir del hechizo, Teo podría estar un poco desorientado.

Aunque la culpa la invadía, el deseo era más grande.

—Ahm, lo siento, no me acuerdo de los últimos minutos de nuestra conversación —dijo un poco confundido, obligándose a sentarse en la silla al lado, poniendo sus brazos en la mesa.

—Estábamos hablando del libro Mujercitas, me dijiste que era un buen clásico —respondió Clara, sentándose a su lado.

—Ah sí, ya me acordé. Sin duda, te gustará el libro —dijo aún con la mirada desorientada, pero con una sonrisa mientras miraba a Clara. Aunque el hecho de estar confundido no impedía que continuara la conversación, gracias al hechizo de prolongar su charla con Clara.

Clara se prometió que sería la última vez que lo haría, que no volvería a usar sus poderes contra él.

Ella no sabía el valor de las promesas.

Ella no valoraba el poder que tenía entre sus manos.

Ella no entendía la culpa que sentía cada vez que estaba con él.

Ella solo sentía el deseo de que alguien gustase de su compañía.

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⏰ Última actualización: Aug 05 ⏰

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