Capítulo 3: Familia y Decisiones

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El sol de la mañana filtraba su luz a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor en la pequeña casa de Carolina. Valentina, con su habitual dinamismo y energía, hizo su visita habitual a su madre para hablar sobre el próximo evento que estaba organizando. Era una ocasión especial para una importante marca de moda, y Valentina quería asegurarse de que todo estuviera perfecto.

Al llegar, Valentina fue recibida con un abrazo cálido por su madre, Carolina Martínez, que estaba en la cocina preparando el desayuno.

—¡Hola, mamita! —exclamó Valentina—. Qué lindo verte. ¿Llegué muy temprano?

Carolina, con una sonrisa amorosa, la abrazó.

—Pero no, Val. Estás justo a tiempo para el desayuno. ¿Cómo va todo en la organización del evento?

Valentina se dirigió a la mesa, donde su madre ya había dispuesto algunas frutas y medialunas.

—Todo va bien, aunque siempre hay algo que ajustar. Quiero que cada detalle sea perfecto, y sabes que es un gran desafío.

Carolina asintió, sirviendo una taza de café para Valentina.

—Si, eso ya sé. Siempre has sido perfeccionista con tu trabajo. Estoy segura de que será un éxito, como siempre.

Las dos mujeres comenzaron a conversar sobre los detalles del evento, intercambiando ideas y sugerencias. Carolina, aunque no estaba directamente involucrada en la planificación, siempre ofrecía consejos valiosos y un oído atento.

Mientras estaban en medio de la conversación, la puerta de la casa se abrió de golpe, y Ana Malgan, la hermana mayor de Valentina, entró con Mateo, su hermoso y carismático sobrino, en brazos. Mateo, con sus grandes ojos curiosos y una sonrisa contagiosa, miraba a su tía con entusiasmo.

—¡Hola, mamá! —dijo Ana, con una sonrisa cansada pero amable—. Hola, Valentina.

Valentina se levantó para recibir a su sobrino, abrazándolo con cariño.

—Buenas. ¡Mateo! —exclamó Valentina—. Qué sorpresa. No sabía que venían.

Ana, con un aire de agotamiento y responsabilidad, se acomodó en una silla junto a la mesa mientras Mateo se dirigía directamente a Valentina.

—Hola, Valen —saludó Ana—. Estába yendo a dejar a Mateo al jardín  me acordé que ayer Mate dejó uno de sus cuadernos acá y pase a buscarlo.

Mateo, con la energía típica de un niño de cuatro años, corrió hacia Valentina y le dio un abrazo apresurado.

—¡Tía Valen! —dijo Mateo—. ¡Te extrañé mucho mucho!

Valentina se agachó para abrazarlo con fuerza, acariciando su cabello rizado.

—Yo también te extrañé mucho mucho, Mate. Vení y contame, ¿cómote va en el jardín?.

Mateo empezó a hablar sobre sus actividades en el jardín, animado por la atención de su tía. Valentina escuchaba atentamente, disfrutando de la compañía de su sobrino.

Después de un rato, Ana, que había estado observando a Valentina con una mezcla de preocupación y determinación, comenzó a hablar sobre su rutina diaria.

—Bueno, después de dejar a Mateo en el jardín, tengo que volver al trabajo en la empresa. No es fácil, pero alguien tiene que estar al tanto de todo, ¿no? — preguntó con un toque sarcástico.

Valentina, que había estado inmersa en la conversación con Mateo, se tensó al escuchar el cambio de tema. La mención de la empresa familiar siempre era un punto sensible para ella.

—Sí, entiendo —respondió Valentina con una voz tensa—. Imagino que es un desafío constante.

Ana, aparentemente decidida a discutir el tema, continuó.

—Sí, y con todo lo que está pasando, parece que cada vez se vuelve más complicado. Vos también deberías considerar involucrarte más, Valen. Es un futuro que no deberías dejar pasar. A parte papá siempre est de viaje y la carga es peor.

Carolina, al notar el cambio en el tono de la conversación y la incomodidad de Valentina, intervino rápidamente.

—Ana, no es el momento adecuado para hablar de eso. Valentina vino para disfrutar de un rato de tranquilidad fuera de su trabajo — hizo énfasis— Hablemos de otra cosa, por favor.

Ana se dio cuenta de la tensión en la habitación y, aunque no estaba completamente satisfecha, asintió con resignación.

—Está bien, ma. Cambiemos de tema.

Valentina, aliviada por la intervención de su madre, intentó relajarse y sonrió mientras continuaba jugando con Mateo. El silencio que siguió a la interrupción fue cargado de una leve incomodidad, pero Valentina trató de mantener una actitud positiva.

Finalmente, mirando el reloj, Valentina se levantó y buscando su bolso. Sabía que era hora de irse para cumplir con sus compromisos.

—Bueno, me tengo que ir. Como te dije, iba a visitar a Clara y Facundo esta tarde y antes tengo que pasar por la oficina—dijo Valentina mientras abrazaba a su madre—. Después te mando un mensaje para salir a comer mami.

Se acercó a Ana y le dio un beso en la mejilla, manteniendo un tono cordial pero distante.

—Hasta luego, Ana. Mate, cuídate mucho, ¿si?. La tía no te promete nada, pero puede que vaya a visitarte, si mamá te deja.

Mateo le dio un abrazo apretado y Valentina lo mimó con cariño antes de despedirse.

—¡Hasta luego, tía Valen!

Valentina se despidió con una sonrisa forzada y se dirigió hacia la puerta, dejando la casa con una sensación de alivio mezclada con frustración. Sabía que la presión para involucrarse en la empresa familiar y las expectativas de su hermana y su padre no eran fáciles de manejar. Sin embargo, estaba decidida a seguir su propio camino y a encontrar el equilibrio entre sus responsabilidades y sus sueños personales.

Mientras se alejaba en su auto, Valentina pensaba en la tarde que le esperaba con Clara y Facundo. Esperaba que esa visita le ofreciera un respiro de las tensiones familiares y un espacio para disfrutar de una buena compañía. Mientras manejaba por las calles de Buenos Aires, se sintió agradecida por la oportunidad de tener un momento para sí misma y, al mismo tiempo, estaba decidida a encontrar una solución para los desafíos que se avecinaban.

ENTRE LUCES Y SOMBRAS || NICOLÁS FONSECADonde viven las historias. Descúbrelo ahora