CAPÍTULO 29

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Capítulo 29: Primer beso

En el corazón de los resplandecientes salones de baile de Londres, donde las lámparas de araña arrojaban su resplandor dorado sobre los bailarines que se arremolinaban y el aire se llenaba de melodías de la orquesta, estaba a punto de desarrollarse un gran acontecimiento. Era el baile de compromiso de Penélope y Debling, una velada que quedaría grabada en los anales de la historia como una celebración del amor y el romance.

Cuando los invitados llegaron a la majestuosa casa de Northumberland , fueron recibidos por la vista de la grandeza que los esperaba. El salón de baile estaba adornado con cascadas de flores y velas brillantes, que arrojaban un hechizo de encantamiento sobre todos los que entraban. Desde los opulentos tapices hasta los espejos dorados, cada detalle había sido planeado meticulosamente para crear una atmósfera de esplendor y elegancia.

Los invitados, ataviados con sus mejores galas, se mezclaban y bailaban con alegre desenfreno, y sus risas resonaban por los pasillos mientras celebraban la unión de dos almas destinadas la una a la otra. Entre ellos se encontraba Penélope, radiante con un vestido de seda color marfil adornado con un delicado encaje, con los ojos brillantes de emoción y expectación. A su lado se encontraba Thomas, resplandeciente con su atuendo regio, con la mirada fija en su amada con adoración y orgullo.

Mientras la orquesta tocaba una melodía animada, Penélope y Thomas salieron a la pista de baile, con movimientos elegantes y fluidos mientras giraban y daban vueltas en los brazos del otro. Fue un espectáculo digno de contemplar, la encarnación del amor en su forma más pura, mientras bailaban toda la noche en un torbellino de alegría y felicidad.

Durante toda la velada, los invitados brindaron por la feliz pareja, ofreciéndoles sus más sinceras felicitaciones y los mejores deseos de una vida de amor y felicidad. Desde los dignatarios de la alta sociedad hasta los más humildes sirvientes, todos se unieron para celebrar el amor de Penélope y Thomas.

Y cuando la noche se acercaba a su fin, con los últimos acordes de la música desvaneciéndose en la noche, Penélope y Thomas se robaron un momento a solas, mirándose a los ojos con un amor que no conocía límites. En ese fugaz momento, rodeados por la belleza y el esplendor de su baile de compromiso, supieron que su amor era una fuerza a tener en cuenta, un vínculo que perduraría por toda la eternidad.

Mientras paseaban del brazo por los jardines iluminados por la luna, con el aire cargado del aroma de las flores en flor, Penelope y Thomas se encontraron enfrascados en una conversación sobre su inminente boda. La expectación flotaba entre ellos como un velo, sus corazones latían con entusiasmo y anhelo.

No puedo creer que pronto seremos marido y mujer— comentó Penélope con un tono de asombro en la voz. —Parece un sueño hecho realidad.

Thomas le sonrió cálidamente, con los ojos llenos de afecto. —De hecho— respondió con voz suave y llena de emoción. —He esperado este momento durante lo que parece una eternidad. Eres la luz de mi vida, Penélope, y no puedo esperar a pasar el resto de mis días a tu lado.

Sus miradas se cruzaron y, por un momento, el tiempo pareció detenerse mientras se sentían atraídos por los cautivadores ojos azules del otro. El aire crepitaba con electricidad, sus corazones latían con deseo mientras sentían la innegable atracción entre ellos.

Penélope contuvo la respiración cuando el duque se inclinó más cerca, su aliento cálido contra su piel mientras cepillaba suavemente un mechón de su cabello y presionaba sus labios contra sus suaves hebras.

Penélope jadeó ante la sensación, su corazón latía con fuerza en su pecho al sentir el calor del rostro de Thomas cerca del suyo. En ese fugaz momento, supo con certeza que había encontrado a su alma gemela, su compañero en el amor y en la vida.

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