12 de noviembre
¿Sabes ese sabor amargo que se te queda en la boca cuando por fin comprendes que la persona a la que quieres te ha hecho daño? ¿Ese sentimiento de vacío y dolor que se planta en el pecho y no se va? ¿Las lágrimas que caen en desconsuelo sin avisar? Pues así me encontraba yo.
Hacía unas semanas que desaparecí de la vida de Alfonso y dolía horrores. Me había hecho daño, eso era inevitable. Y me maldigo por haber confiado en él cuando una parte de mí me decía que no debía, que iba a caer en la trampa.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Maite.
Las chicas habían decidido venir a verme, incluido Paula, para hablar del tema puesto que me había puesto en huelga de palabras. Apenas dormía, comía o hablaba. Parecía un maldito muerto viviente. Y me odiaba por ello. Me odiaba por haber dejado que Alfonso Herrera me calara tan adentro. Fui, he sido y seré una estúpida.
Nos encontrábamos en mi habitación a medio empaquetar ya que pronto abandonaríamos el piso que nos había prestado. Ahora con el sueldo que ganaba habíamos decidido comenzar una nueva etapa en un piso mucho más humilde que habíamos encontrado en un buen barrio. Nuestra antigua casa estaba en venta, los recuerdos sobre lo ocurrido con mi padre ya eran lejanos. Necesitábamos empezar de nuevo, yo lo necesitaba.
-Estábamos en el hotel -comencé a narrar-, fue una noche maravillosa hasta que... -me callé sintiendo como las lágrimas comenzaban a caer de mis ojos.
-Tienes que relajarte, tía -me susurró Dulce
-Respira e intenta contarnos que ha pasado, seguro que es una tontería. Una peleílla de enamorados como las que tenemos Beni y yo -dijo Paula, pero negué con la cabeza.
Víctoria se mantenía de pie con la mirada fija en el ventanal.
-Su móvil sonó y lo cogí para dárselo. -Tragué saliva-. Vi una foto que le había mandado su exmujer de ellos dos en la cama, ella echando la foto y él de espaldas, y diciéndole que lo echaba de menos y que la anterior noche había sido maravillosa y... y...
En mi estado era imposible acallar el llanto.
-Me cago en su puta madre, será cabrón el hijo de perra... -exclamó victoria, Yo lo mato.
-Hostia, pues sí que es diferente la situación -murmuró Paula.
-Joder... -dijo Maite.
-¡No puedo creer que haya hecho eso! -exclamó Dulce-. ¡Lo puto-castro!
Sorbí por la nariz y me limpié los ojos con el dorso de la mano.
-No puedo creer que hiciera algo así el muy imbécil, me cuesta creerlo tia -susurró victoria-. Necesito hablar con él, no me ha cogido el móvil en toda la semana.
-Todas las noches viene a intentar hablar conmigo, pero Brais lo echa -dije-. No quiero verle.
Escucharlo hablar me hace daño.
-Sí que te ha pegado fuerte, sí... -comentó Vico.
-Aunque vosotras no lo veáis, ella es así -habló Paula-. Anahi es una chica que se enamora rápido, una romántica empedernida que de joven soñaba con encontrar a su príncipe azul.
-Pero cambió -continuó Dulce.
-¿Y eso por qué? -preguntó Maite.
-Cuando estuve saliendo con Juaquin, me intenté hacer creer que lo quería y al final me hizo creer a mí que le hice daño -conté muy a mi pesar-. Nunca me lo había podido perdonar, de ahí mi miedo a volver a estar con alguien.
-De ahí a buscar razones para amar a un hombre -terminó Dulce.
-Vaya -murmuró Victoria-, yo pensaba que eras más sencilla...
-Gracias -le agradecí de forma irónica.
-No te lo tomes a mal, pero no pensaba que a ti te hubiera pasado todo eso -confesó.
-¿Por qué soy joven? -pregunté con la voz ronca.
-No -dijo Victoria, porque no lo muestras hacia las personas.
-¿Estás enferma? -preguntó divertida Maite-. Estás irreconocible sin decir seis palabrotas en una frase de siete palabras.
-Hostia puta, encima me vienes ahora con esas gilipolleces. ¿Es qué no puedo ponerme madura ni un puto momento?
-Ha vuelto. -Reímos.
Estuvimos un rato en silencio, yo intentado no llorar y ellas sin saber qué decir.
-¿Vendrás a mi fiesta de compromiso, verdad? -preguntó Victoria-. Si no vienes, date por muerta ¡eh! Avisada quedas.
-No voy a mentirte, no sé si ir -confesé-. Ahora mismo no quiero verlo.
-Mira, te voy a ser sincera. - Victoria me señaló con uno de sus dedos-. No me creo que Alfonso haya hecho algo así. Puede ser un gilipollas, engreído, viejo, malhumorado y... -la miré con una ceja alzada-. Bueno, ya me entendéis. Pero te aseguro, pongo la mano en el fuego, a que él no ha hecho nada de eso. No puede ni ver a Bárbara. ¿Cómo se va a acostar con ella?
-¡Y yo que sé! -exclamé-. Fue lo que vi en el móvil.
-¿Y si dejas que te explique las cosas? -preguntó Paula.
-Quizá todo tenga una explicación lógica -dijo Maite
Dulce me abrazó con fuerza, dándome ánimos.
-Tenéis razón -dijo-. Necesito una explicación, aunque no ahora. De momento no quiero verlo. No puedo. Necesito estar serena para saber si me miente o no. Lo comprendéis, ¿verdad?
Ellas asintieron.
-Mucho mejor así -murmuró Maite contenta-. Faltan unas semanas para la cena de empresa y Navidad, ya sabes que él aún sigue con lo de Londres.
-Por mucho que hable con él, dudo que me vaya a Londres. Álfonso es un hombre con muchos secretos, demasiados. Y me tiene hasta el coño.
-¡Así se habla! Tú plántale cara, agárralo por las pelotas -exclamó Dulce. Víctoria quien miró su reloj-. Bueno, perras del Infierno, me largo que mi maridito me espera y le he prometido el polvazo del siglo.
-Yo también me voy -dijo Paula, dándome un beso en la mejilla.
Las dos se fueron, dejándome un rato con Dulce y Maite. Estuvimos un rato hablando de cosas triviales hasta que decidieron irse para dejarme cenar, o intentarlo, con Hanna y mamá. No cené mucho y, a eso de las diez de la noche, me encerré en la que había sido mi habitación por un periodo corto. Estaba tranquila, estudiando mientras que mamá y Hanna veían un programa de televisión, hasta que escuché el timbre sonar. Mamá era partidaria de que hablara con él para saber que ha pasado puesto que, según ella, un hombre que engaña no viene cada noche a tu puerta para hablar contigo. Me puse de pie y me apoyé contra la puerta de la habitación, pegando bien el oído. Los escuché murmurar algo, luego unos pasos lentos vinieron hacia mi puerta y, de repente, una carta pasó por debajo de mi puerta. Antes de agacharme a recogerla, escuché como se iba. Era la primera vez en toda la semana que hacía esto. Las noches anteriores solo me pedía que hablara con él. Las llamadas eran frecuentes, al igual que los mensajes. Pero no podía responderle, aún estaba demasiado débil como para enfrentarme a esto sin caer.
Cuando escuché la puerta cerrarse, me agaché y recogí la carta. Mi nombre estaba escrito en una cara, a una letra fina y cursiva. Me senté en la cama y abrí el sobre. Antes de ponerme a leer, respiré varias veces.
![](https://img.wattpad.com/cover/372206341-288-k894528.jpg)
ESTÁS LEYENDO
sobran razones para amarte
RomanceAdaptación, Adaptación, Adaptación. todos los derechos reservados a su autora. El hecho de coincidir contigo en esta vida es algo por lo que siempre viviré agradecido. Anahi Puente siempre se había considerado una mujer fuerte, romántica empedernid...