capitulo 22

65 8 4
                                    

24 de diciembre

Los días, por desgracia, pasaron con rapidez y llegó Nochebuena. En un principio, Alfonso y yo íbamos a irnos el día veintitrés, pero mi mayor sorpresa fue cuando los vi delante del hotel con las maletas en la mano. Alfonso había organizado esto a mis espaldas para intentar sorprenderme. ¡Y vaya si lo hizo! Nos encontrábamos todas las mujeres en el spa del hotel, dándonos unos chorros de agua que eran gloria pura. Mamá estaba algo acomplejada por la operación que la había dejado sin un pecho. Pero todas la animamos a ponerse el bañador y mimarse. Era veinticuatro de diciembre, Nochebuena. Y la iba a pasar con las personas que más me importaban, las que se habían transformado en mi familia.
-Esto es la gloria -comentó Paula.
-Sobre todo sin hombres. -Rio Hanna.
-Anda que no... -dije, carcajeándome.
-Entonces, ¿Alfonso y tu ya lo habéis arreglado? -preguntó mamá.
Apoyé la cabeza en la piedra, sintiendo el fuerte choque del agua en mi espalda. Me hacía falta esto, relajarme.
-Sí y teníais razón, brujas.
Ellas rieron.
-Deberías de hacernos más caso -dijo Maite.
-Doy fe, mi hija es una cabezota de mucho cuidado -apuntó mamá.
-Bueno, vamos a lo interesante. ¿Follasteis o no? -preguntó Victoria.
-¡Vico! -exclamé, poniéndome roja.
-¿Qué? -preguntó ella mientras las demás comenzaron a reír.
-Que está mi madre, joder.
-¿Tú te crees que te trajo la puta cigüeña o qué? -Dulce, quien se había mantenido callada, habló.
-Hija. -Mi madre me miró con el destello de la alegría en los ojos-. Lo que tú vayas a contar ya lo he hecho yo. No me voy a asustar.
Me tapé la cara con mis manos, avergonzada. Solté un pequeño grito que Hanna siguió con una mueca de asco.
-¡Dios, qué asco, mamá! -exclamó Hanna.
-Pues que sepas que tu madre es la que más nos puede aconsejar -dijo Maite.
-Eso -exclamó Paula-. Aconséjanos, Ángela.
Nos pusimos toda en corralillo, alrededor de mamá. Ella suspiró, pero comenzó a hablar.
-No soy la más adecuada para hablaros de una relación -dijo-. Pero lo que si os puedo decir es que estéis muy seguras de estar con esa persona. Miradme a mí, mi marido nos dejó sin remordimiento alguno.
-¿Por qué aguantaste tanto, mamá? -preguntó Hanna con la voz quebrada.
-Porque pensé que cambiaría.
-Yo... -victoria balbució y, por primera vez, la vi avergonzada-. Andres y yo tenemos una historia bastante loca, por así decirlo. Yo también pensé que nunca cambiaría, que sería un pijo de mierda toda su vida...
-Ya tardabas en decir palabrotas -comenté riendo.
-¡Por una vez que me pongo seria, hostia, vienes aquí a joderme el momento! - victoria había vuelto en sí.
-Vale, vale. -Reí-. continua.
-Pues eso, pensé que no cambiaría. Deberíais de haber visto nuestro primer encuentro, le tiré toda la comida a la cabeza. Me despidieron, pero fue la hostia -narró divertida.
-¿Y el mío con Beni? -preguntó Paula-. ¿Lo recordáis? -Rio.
-¡La puta hostia! -Se carcajeó Dulce-. Fue tremenda.
-¿Qué pasó? -preguntaron Maite y Victoria a a la vez.
-Beni, cuando se pone nervioso, le da por ir al baño...
-O sea, que se caga encima -dijo tan obvia Victoria.
-Sí. -Rio Paula-. Pues ese día comió algo que no le sentó bien y, además, estábamos en exámenes finales y tuvo que entrar al baño de mujeres porque el de hombres estaba averiado. Casualidad que estaba yo dentro.
-Pues hija, ¿qué quieres que te diga? Si así te gustó... ya tiene que ser amor del bueno -comentó mi madre echándose a reír.
-Chicas, no es por aguar la fiesta, pero es hora de salir e ir a arreglarnos. Tenemos mesa reservada en el restaurante a las ocho -dije.
Todas salimos de la piscina de chorros. Fuimos en comitiva por los pasillos hasta entrar en el ascensor. Yo me quedé la última.
Al entrar en la habitación no vi a nadie.
-¿Poncho? -grité, pero no recibí respuesta.
Me parecía extraño puesto que me había dicho que se quedaría trabajando un rato en el caso de su exmujer, ya que pronto tendría el juicio.
¿Dónde estás?
Tecleé rápidamente en el móvil.
Perdona, cielo, estoy con los chicos en el bar tomándome algo. Subiré enseguida.
Respiré con tranquilidad.
Confieso que aún estando a kilómetros de España, sentía miedo. Miedo de Juaquin. Sabía que la policía estaba haciendo todo lo posible para encontrarlo y que el equipo que Álfonso había contratado era muy profesional. Pero no era suficiente. Estos últimos días me había sentido algo observada. No le di importancia, eran imaginaciones mías. Absurdas y poco convincentes.
Decidí meterme en el baño para comenzar a arreglarme. Me enfrasqué en la ducha, en el agua caliente surcando mi piel. Tal era mi despiste que no me di cuenta de que alguien entró a la habitación. De repente, sentí unas manos en mi cintura y unos besos en mi cuello. Me asusté, pero pronto lo reconocí. Reí cuando sus manos se posaron en mi pecho, masajeándolo con cariño.

-Me has asustado -dije, dándome la vuelta y besando sus labios.
Alfonso pegó su cuerpo al mío y, de inmediato, sentí su dura erección en la parte baja de mi estómago.
-Lo siento, había ido con los chicos a tomar algo.
El agua caía sobre nosotros, tibia y empañando los cristales de la mampara de cristal. Álfonso comenzó a mordisquear la parte de mi clavícula, esa que me hacía estremecerme de placer. Reí entre dientes, su incipiente barba me hacía cosquillas.
-¿Estás tú muy juguetón, no crees? -jadeé cuando sus dedos se deslizaron por mi cuerpo hasta llegar a mi sexo.

sobran razones para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora