29 de junio
-¿Vas a volver a Madrid para hacer el máster?
Nos encontrábamos comiendo los cuatro en la mesa del salón mientras que la brisa nos alcanzaba. Había decidido comentarle a mamá que había mandado vía online la matrícula para el máster y que lo haría en Madrid, no podía huir más. Mi futuro, de momento, estaba en la gran ciudad.
Asentí.
-Es lo mejor, mamá -le dije comiendo de mi plato.
-Me parece bien, cariño. Pero ¿has empezado a buscar algo para alquilar? -me preguntó.
-¿Tú no vas a venir, Ángela? -preguntó el pequeño Nathan.
-No, cielo. -Mi madre desde que había conocido a Nathan había vuelto a sonreír, tanto ella como yo coincidíamos en que el pequeño tenía un carácter muy parecido al de Hanna -. He decidido quedarme aquí.
-¡Qué guay! -refunfuñó el niño-. Así puedes ir todos los días a la playa...
Los tres reímos.
-Si Ángela nos deja podemos venir a verla a menudo -comentó Álfonso.
-Por mí perfecto -dijo mamá.
-¿Estás segura de qué quieres quedarte? -le pregunté poniéndome seria.
-Claro que sí, hija, con la pensión de tu padre y la mía me da para vivir. -Sonrió-. Además, no sé si sería capaz de vivir allí con el recuerdo de tu hermana.
-Lo comprendo, mamá.
Terminamos de comer y decidimos ir a echarnos un rato antes de irnos a la playa pues la temporada alta había llegado y yo tenía muchísimo trabajo en la tienda.
Me tiré en la cama con los brazos en cruz luego de dejar a Nathan en la suya pues él había terminado antes de comer y se había puesto en el sofá a jugar y se había quedado dormido.
Cerré los ojos sintiendo la fresca brisa de la playa entrar por la ventana de la habitación. Pero, de repente, sentí como la cama se hundía. Abrí los ojos y vi a Alfonso encima de mí sonriendo.
Nuestra relación había mejorado mucho, sobre todo al estar con Nathan. Ambos teníamos miedo de no encajar debido al pequeño, pero era imposible no querer a ese niño.
La puerta estaba cerrada y ya escuchábamos a mamá roncar.
Me besó, metió su lengua en mi boca sin permiso y jugueteó con ella hasta que me hizo jadear. Enrollé mis piernas alrededor de su cadera, rozando mi sexo con el suyo. Llevaba puesto un vestido playero puesto que hacía bastante calor y eso conllevaba a que sintiera todo su miembro chocar con el mío. Alfonso estaba todo el día en bañador, por la mañana aprovechaba para estar con Nathan a solas, ayudarlo con los deberes e ir a la playa. Y por la tarde íbamos los tres juntos porque mamá había hecho amigas y se iba con ellas.No puedo creer que tengas ganas -dije entre beso y beso.
-Tu cuerpo es una droga -murmuró besando mi cuello.
Alfonso fue bajando sus besos hasta llegar al valle de mis senos. Y me torturó con su lengua por varios minutos. Su mano libre fue hasta el dobladillo del vestido, lo subió y comenzó a pasar su dedo por encima del tanga que llevaba, sintiendo lo húmeda que había puesta gracias a sus caricias. Levantaba mi cadera todo lo posible para profundizar ese leve toque sobre mi ropa interior. La boca de Alfonso era una experta torturadora, lamía, chupaba y mordía el monte de Venus de mis senos. Sin embargo, se apartó. Se desnudó por completo y se arrodilló en el suelo. Lo miré con el ceño fruncido, intentado averiguar qué quería hacer. Me agarró las piernas y me atrajo hacia él. Entonces lo comprendí. Álfonso me sujetó las piernas de forma que me era imposible cerrarlas, su aliento chocó con la fina tela, y húmeda, de mi tanga. Con un dedo lo apartó, el corazón comenzó a latirme aun más rápido. Me miró con una sonrisa de diablillo. Se acercó a mi sexo y lo lamió suavemente. Mis manos agarraron la sábana de la cama con fuerza. Su experta lengua daba lametazos a un ritmo atronador en esa zona de placer que me hacía retorcerme de pura satisfacción. Su barba de unos días rozaba mis labios inferiores. Chupó con cuidado mi clítoris y tuve que taparme la boca para no gritar por el orgasmo que invadió.
Pero la cosa no acabó ahí.
Alfonso se levantó y, aún estando agitada, me senté en el borde de la cama. Agarré su miembro erecto, duro y grande y me lo metí en la boca. Alfonso jadeó y me agarró la cabeza para impulsarme hacia su sexo con suavidad, sin obligarme. Una de mis manos fue a masajearlo mientras que mi boca le daba placer. Pasé la lengua por la punta unas cuantas veces antes de metérmelo entero. Gimió sorprendido.
Se salió de mi boca, me empujó contra la cama e invadió mi cuerpo como un demente. Sus embestidas eran duras hasta el punto de tener que morderle el hombro para no gritar del placer. Aprovechó uno de mis orgasmos para levantarme las piernas y ponerlas en sus hombros. Volvió a invadirme y esta vez no paró hasta hacer que nos corriésemos en un orgasmo arrollador.
Vi las estrellas.
Álfonso se dejó caer a mi lado, besó mis labios y comenzó a hacerse aire con la mano.
Ambos estábamos empapados en sudor, y lo que no era sudor pues ya no utilizábamos preservativo puesto que yo me cuidaba.
-Ha sido fantástico -susurró él acalorado.
-¿Cómo es posible que lo hagas tan bien? -le pregunté, mirándolo.
-Si te soy sincero, nunca había deseado a una mujer tanto como a ti -confesó. Me puse de lado intentado recuperar la respiración.
-¿Ni a Bárbara?
-Con ella era siempre lo mismo, al final la monotonía aburre.
-Me alegra saber eso. -Reí.
-Ann -Alejandro se dio la vuelta y acarició mi cara con las yemas de sus dedos.
-Dime.
-Sé que es una locura, pero ¿quieres vivir conmigo? -me preguntó dejándome atónita.
-¿Cómo? -preguntó.
«Quizá he escuchado mal», pensé.
-Sé que es una locura, pero eres la mujer de mi vida -confesó-. Vas a volver a Madrid y me encantaría comenzar una nueva etapa contigo.
-Pero... -tartamudeé-. Nos conocemos desde hace solo nueve meses...
-Me da igual el tiempo, Anahí puente-dijo-. Te amo y nunca me había sentido tan bien con una mujer. Sé que tienes dudas, pero piénsatelo, por favor.
Agarró una de mis manos y me besó el dorso. Asentí.
-Me lo pensaré, ¿vale? -Sonreí.
Poco a poco, Álfonso se fue quedando dormido a mi lado mientras que yo seguía dándole al coco.
¿Estaría preparada para empezar esa nueva etapa con él?
Esa misma tarde fuimos a la playa la mar de contentos. Había descansado un ratito después de mucho pensar en la propuesta de Alfonso.Dar el paso a vivir con él era uno muy grande y, lo quisiera o no, debía valorarlo. Ganas no me faltaban, pero siempre tenía esa espinita que me impedía actuar y tomar una decisión inmediata.
Nos metimos al agua los tres, sintiendo como refrescaba nuestros cuerpos. Nathan se lo estaba pasando de maravilla y descubrí lo buen padre que era Álfonso aún no siendo un hijo de sangre. Aunque era junio y estábamos en temporada alta, la playa estaba más bien vacía en comparación con las multitudes que se aglomeraban en Torrevieja.La última noche de las chicas habíamos aprovechado para ir a la feria de allí y divertirnos un poco, según ellas por Nathan. Excusa que les sirvió a muchas para disfrutar como niñas, incluyéndome a mí.
Salimos del agua los tres y yo decidí tumbarme en la tumbona bajo la sombrilla de palmera a descansar un poquito. Álfonso se encargó de echarme protector, al igual que a Nathan.
Daba gusto estar así.
A la fresquita, bajo una sombrilla de hoja de palmera y escuchando las olas romper en la orilla mientras que la conversación de Nathan y Álfonso sonaba de fondo.
-¿Esa no es...? -escuché decir a Nathan.
-Pero ¿cómo se ha enterado? -maldijo Álfonso con el tono muy enfadado.
Me levanté y entonces vi el panorama.
Bárbara venía hacia nosotros con cara de muy mala leche. Iba vestida con un bikini que apenas guardaba un tercio de su piel bronceada. Vi como Alfonso se ponía de pie y a Nathan resguardase conmigo en la tumbona. Lo senté junto a mí mientras que lo abrazaba por los hombros.
Se notaba a la legua lo poco que le gustaba estar con ella.
-¿Qué se supone que haces aquí? -preguntó Álfonso a la defensiva.
-¿Cómo has podido traer a nuestro hijo con esta puta? -soltó insultándome.
-Te recuerdo que estás rompiendo el acuerdo -dijo Álfonso-. Está en su semana conmigo, puedo llevarlo dónde quiera siempre que se lo notifique a la jueza con antelación. Y lo hice -bramó, cabreado.
-No quiero que nuestro hijo ande con semejante mujer o lo que sea -escupió con asco dirigiéndose a mí.
No obstante, Nathan agarró un puñado de arena y se lo tiró a Bárbara con resquemor. Esta comenzó a chillar y a dar el espectáculo, como siempre.
- Anahí no es eso que dices, tú sí -le dijo sacándole la lengua.
Nathan volvió a abrazarse a mí, dejando a Bárbara con la boca abierta.
-¡Se acabó! -exclamó-. Quiero al niño mañana por la mañana en mi casa si no atente a las consecuencias -señaló a Alfonso-. Y tú -esta vez me señaló a mí-, no volverás a estar con mi hijo nunca más.
-Solo soy tu hijo cuando queda poco para el juicio -refunfuñó Nathan.
Bárbara dio dos pasos con la mano en alto, dispuesta a pegarle una bofetada al niño, pero Álfonso la paró. El niño se había refugiado en mí con miedo.
-No quiero que le levantes la mano a Nathan, ¿te queda claro? -le advirtió Álfonso. La cara de Bárbara iba cambiando por momentos-. Si me entero de que lo haces una sola vez, te juro que te encierro entre rejas, ¿te queda claro?
Ella asintió. Y es que el tono de Álfonso era amenazador, incluso a mí me dio algo de miedo.
-Mañana estaremos Nathan y yo en tu casa y, ahora vete -exclamó soltándola.
Bárbara se fue a regañadientes y hecha un demonio.
Nathan aún seguía resguardado en mis brazos mientras que tanto Álfonso como yo veíamos como se iba echando pestes llamando la atención de todas las formas posibles.
«Qué asco me das, Bárbara», pensé para mí.
Sin embargo, sentía que esto no había acabado. Un sentimiento de preocupación se instaló en mi corazón.
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sobran razones para amarte
RomanceAdaptación, Adaptación, Adaptación. todos los derechos reservados a su autora. El hecho de coincidir contigo en esta vida es algo por lo que siempre viviré agradecido. Anahi Puente siempre se había considerado una mujer fuerte, romántica empedernid...