Las horas parecían no pasar. Estábamos todos en la habitación de Alfonso y mía, esperando una llamada. Quince malditas horas sin saber nada de él.
Ni una llamada.
Ni un mensaje.
Nada.
-¿Cuándo cojones van a llamar? -preguntó victoria desesperada.
-Tenemos que esperar -dijo Maite quien estaba abrazada a su marido.
-¿Otras quince horas más? -pregunté irónica.
-No desesperes. -Mamá me acarició la espalda-. Pronto sabremos algo.
-Mamá, ¿has visto como lo ha dejado? -pregunté seria y preocupada.
-¡Eh! -gritaron-. Me están llamando.
-¡Cógelo!
Dulce cogió el teléfono y puso el altavoz.
- Ucker dime, está en altavoz -dijo.
-¿Está Anahí por ahí?
-Sí.
-Tienes que venir... Hay más de lo que creíamos -dijo él a través del auricular.
-¿Cómo está, Cristopher? -pregunté temblorosa y con la voz flaqueando.
-Aún está en el calabozo, Anahí. Ha pasado toda la noche allí.
Todos se quedaron sorprendidos.
Colgué y fui al baño para cambiarme. Me puse unos vaqueros, un jersey y mis deportivos. Dulce , Victoria y Andres y yo fuimos a donde nos indicó Cristopher. Le insistí a mamá que no hacía falta que viniera, que descansara tranquila.
Tardamos casi cuarenta minutos en llegar al lugar donde tenían a Alfonso encarcelado. Cristopher nos esperaba en la puerta con unas ojeras interminables y un café en la mano. Bajé apresurada del taxi, seguida por los demás, y me encontré con él en las escaleras. La comisaria era muy parecida a las de las series clásicas inglesas, tipo Sherlock Holmes.
Aún con el cuerpo pareciendo un flan, entré seguida de los demás.
-Escucha. - Cristopher me paró-. Esto va a ser duro, Álfonso me ha pedido que sea su abogado defensor y el tuyo en caso de que lo necesites. Él es consciente de lo que ha hecho, pero estamos en un buen lío. Bueno, más bien el tipo al que le pegó.
-¿Por qué? -pregunté.
-¿Qué hostia...? -comentó Victoria husmeando por la comisaria.
Andred le hizo una señal para que callara y parara.
-Escuchad, por favor. -Nos arrinconamos para hablar en un lugar privado-. Hay más, Anahi. La copa no iba para ti, lo ha confesado el chico.
-¿Cómo que la copa no iba para mí? -pregunté confusa.
-La copa de cava iba para Álfonso, a quien quería matar era a él.
Entonces recordé que nos habíamos cambiado las copas puesto que a mí no me gustaba mucho beber y él tenía menos que yo. Sentí como el corazón se me paraba y las piernas me temblaban. Tuve que sentarme por un ligero mareo que se apoderó de mí.
-Esto es la hostia -susurró Victoria
-Nena... -lo interrumpió.
-Ni nena ni hostia, Andres. Esto ya es el colmo -gritó.
-Dadme algo que le haga aire -exigió Dulce sentándose a mi lado.
Víctoria le pasó una revista para que me hiciera aire, buscó en su bolso unas galletas y me las dio para que no me diera un bajón de azúcar.
-Toma, come -me dijo sentándose a mi otro lado.
-Andres, quédate aquí -dijo Cristopher-. Voy a ver qué podemos hacer respecto a esto. Los policías quieren hablar contigo, Anahí. Necesitan saber más sobre el tema de Juaquin.
-Está bien.
Cristopher se fue por un pasillo y pronto reapareció para llevarme a una sala donde me hicieron varias preguntas sobre el tema de Juaquin. Les conté lo que sabía y me dejaron salir para deliberar si le ponían una multa y dejaban libre a Álfonso puesto que no había demasiados cargos por la situación. Cristopher alegó el estrés que estaba pasando por el tema de Juaquin y eso pareció convencerlos. Volví al mismo sitio donde me había sentado antes. Allí me esperaban Víctoria, Dulce y Andres. Los dos llevaban un café en la mano y me dieron uno para que me despejara un poco. No había dormido nada. Llegamos a las siete de la tarde al hotel la tarde anterior y eran ya las doce del mediodía del día siguiente.Diecisiete horas sin saber nada de Álfonso.
El miedo recorriendo mi cuerpo.
Intenté relajarme pues, según Tito Livio: «El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son».
No sé cuánto tiempo pasó, lo único que podía hacer era esperar y esperar. Llamé a mamá para contarle un poco lo que había sucedido, Hanna se pudo a maldecir por todos lados.
A las tres de la tarde, cuando los policías estaban a nada de tomarse el té, vi a Cristopher salir seguido de alguien. Me levanté de mi sitio y fui corriendo para abrazar a Alfonso con lágrimas en los ojos. Me acogió en sus brazos y me aplastó contra su pecho. Me alcé de puntillas y besé cada parte de su cara viendo unas incipientes ojeras.
-¿Estás bien? -le pregunté, agarrando su cara y haciendo que me mirase.
-Sí. -Sonrió.
-Mentiroso. - Victoria lo abrazó con cariño al igual que Andres. ¿Seguro que estás bien? ¡Estás hecho una mierda!
-Eso es verdad, hermano. -Rio Andres.
-¿Pensáis que he estado en un spa o qué? -bromeó Álfonso.
Sin embargo, mi mirada se desvió a Cristopher y Dulce, quienes se habían quedado un poco más atrás. Estaban abrazados y muy acaramelados. Mi amiga me guiñó un ojo y pronto lo comprendí todo. Ahí había tema.
-¿Tú estás bien? -me preguntó Poncho.
Desvié mi mirada hacia él y asentí. Alfonso me besó larga y tendido.
-¡Mira a ver si le metes la lengua hasta el galillo! -exclamó Victoria.
-¡Dios! ¿Siempre tienes que arruinar los mejores momentos? -preguntó Álfonso con un atisbo de gracia chispeando en sus ojos.
-Siempre. Parece que no la conozcas hermano.
Reí mientras salíamos de aquel sitio.Nuestro vuelo salió esa misma noche.
Íbamos todos juntos, charlando de lo bueno del viaje que habíamos pasado. Enseñándonos fotos y luciendo algún que otro regalo así como yo que, por insistencia de Alfonso, me acabé poniendo el bonito conjunto de joyería que me había regalado. Lo más especial fue cuando descubrí que justo detrás del diamante había una pequeña plaquita con nuestro nombre, la fecha y hora exacta en que nos conocimos.
Al llegar a España cada uno se fue para su casa, a excepción de Álfonso que nos acompañó a la nuestra seguida de un convoy de seguridad.
-Cielo -llamé la atención de Alfonso-, ¿crees que es necesario tanta seguridad? Ni que fuera el presidente...
Rieron por mi comentario.
Álfonso, aún mirando a la carretera, hizo una mueca.
-Sé que es incómodo, pero no puedo dejar que te pase nada. Bueno, que os pase.
-¿Por qué no encontraste a un hombre así, hermana? -preguntó Hanna.
-Porque te recuerdo que hasta hace unos meses ni lo conocía. Además, nos llevamos diez años de diferencia...
-Es verdad. - Hanna se echó la mano a la cabeza-. Cuando comenzaste a salir con el imbécil que os quiere matar él tendría unos veinticuatro años... ¿Quién se hubiera fijado en una niña?
-¿Perdona? -pregunté ofendida-. ¡Que yo con quince años tenía más tetas que tú!
Alfonso y mamá se echaron a reír.
-¡Eso es verdad, mamá! -replicó ella-. ¿Por qué le dejas la buena herencia a esta y a mi nada?
¿Me has visto? ¡Parezco una tabla de planchar!
-Dejaos ya de tonterías, anda. -Rio mamá-. ¿Quieres quedarte a cenar, Alfonso? -le preguntó.
-No quiero molestar, Ángela. Estoy seguro de que querréis descansar.
-Si a mí quien me molestan son estas dos. -Nos señaló a lo que mi hermana y yo replicamos.
-Entonces estaré encantado de aceptar tu oferta.
-Hanna SOS más alta, esbelta que yo, y esos ojazos verdes. pija puede ser modelo. Dije para tapar las inseguridades de mi hermana. No era justo con ella que me jugará así. Mi hermana era preciosa y no porque sea mi hermana.
Ella volteo hacia mi y me saco dedo del medio, seguido me guiño.
Alfonso condujo hasta llegar a mi casa, subimos y, mientras mamá preparaba la cena, nos pusimos a vaciar las maletas. Alfonso me ayudó y se quedó bastante sorprendido al ver el desastre que había en mi mesa de estudio.
-¿Seguro que no ha entrado nadie a robar? -me preguntó.
-Voy loca con el TFG, lo siento -me disculpé bastante avergonzada.
Alfonso me abrazó por la espalda y dejó un suave beso en mi hombro. -No te preocupes, es normal. -Rio.
-¡A cenar!
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sobran razones para amarte
RomanceAdaptación, Adaptación, Adaptación. todos los derechos reservados a su autora. El hecho de coincidir contigo en esta vida es algo por lo que siempre viviré agradecido. Anahi Puente siempre se había considerado una mujer fuerte, romántica empedernid...