13 de abril
Las semanas pasaron con rapidez y, en menos de un parpadeo, me encontraba en el aula de juntas para presentar mi TFG. Dulce, quien iba antes que yo, lo estaba exponiendo a la perfección. Ese día había decidido ir a casa de Dulce para arreglarme puesto que estaba mucho más cerca de la universidad. Mamá y hanna estaban en uno de los asientos junto a los padres de Dulce y Cristopher
Los padres de Dulce se habían quedado bastante sorprendidos al ver a Cristopher sobre todo por su edad porque no se lo imaginaban tan adulto. Sin embargo, se cayeron muy bien.
Mi turno llegó.
Dulce me dio un beso en la mejilla y un abrazo para darme ánimos. Inspiré y expiré antes de pasar enfrente del tribunal y de toda la gente que estaba sentada en la sala de juntas.
Sentía la bilis en la garganta por el nerviosismo, pero me sentía aún más dolida al no ver a Alfonso allí.
La decepción comenzó a hacer mella en mí.
«¿Qué esperabas?», pensé para mí empezando a exponer mi TFG.
Llevaba ya unos minutos de trabajo cuando, de repente, la puerta principal de la sala de juntas de la universidad se abrió chirriando. Todos nos quedamos en silencio y, de pronto, apareció Alfonso bastante agitado. Se disculpó y fue hasta el lado de mamá y Hanna
Abrí los ojos sorprendida.
Había venido, él había venido a verme como me dijo.
El corazón me dio un vuelco cuando me miró desde la distancia y me guiñó un ojo, no pude evitar ponerme roja.
-Señorita Puente, prosiga.
Eh, sí, claro.
Proseguí con mi trabajo, todo estaba saliendo tal como lo había planeado. Las diapositivas corrían la pantalla y yo me esmeraba para no equivocarme.Mi TFG iba sobre el impacto emocional en el doblaje de películas. Más exactamente sobre el estudio de la barrera idiomática y cultural en la expresión y recepción de sentimientos. Era un tema que siempre me había apasionado puesto que consideraba que en muchas películas, al doblarlas a otro idioma, dejaban de tener ese algo especial por la barrera cultural e idiomática. Me había pasado meses haciendo este proyecto, dándole forma para presentarlo ante el tribunal. Los TFG se presentan más tarde, pero ha habido cambios y los adelantaron a abril.
Cuando terminé de exponerlo, salí satisfecha de mi trabajo. Pensaba que me iba a salir peor, pero el tribunal había sido muy coherente en sus respuestas y creo que les había parecido interesante.
Me reuní con dulce , quien se estaba besuqueando con Cristopher. Rodé los ojos y fui a la cafetería para comprarme una botella de agua, me había quedado seca de tanto hablar. Iba a sacar la cartera para pagar, pero alguien se me adelantó. Giré sobre mis talones para ver a Álfonso sonriendo con ternura. Desvié la mirada para no mirarlo a los ojos. Agarré la botella de agua y bebí siendo observada por él.
-Has estado maravillosa -dijo.
-Gracias. -Sonreí sin enseñar los dientes.
Álfonso rozó su mano con mi brazo de forma tímida.
-Esto es muy incómodo.
-Lo sé. -Reí entre dientes.
Lo vi apoyarse en la barra y pedir una cerveza bien fría, le pegó un trago y se quedó mirando a la nada.
Hoy Álfonso iba muy guapo. Llevaba una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados, un pantalón vaquero y unos zapatos de vestir. Llevaba el pelo algo alborotado y la barba de unos cuantos días, tal como me gustaba.
-Pensaba que no vendrías -murmuré.
Me miró con los ojos entrecerrados.
-He llegado tarde porque mi madre ha vuelto a aparecer en el bufete-me explicó.
-Lo siento. -Miré mis pies.
-Quien lo siente soy yo.
-Bueno, ¿te apetece que vayamos a cenar a algún sitio? -le pregunté, intentado romper el hielo.
-Claro. -Miró su reloj-. Son las ocho de la tarde.
Ambos salimos de la cafetería y nos acercamos a donde estaban mamá, hanna Cristopher, dulce y sus padres.
-Mamá, me voy con Alejandro a cenar quieren venir? No hija descuida, disfruta-Le di un beso y abracé a mi hermana.
-¿Tú también tienes diez años más que ella? -preguntó la madre de Dulce
Alfonso se rio y asintió con la cabeza.
-Anda que sois tontas vosotras... -comentó la mujer.
-¿Podemos ir con vosotros? -preguntó Dulce con los ojos brillosos-. Necesito fiesta después de esto. ¡Que no me lo creo, tía!
-Claro -dije, pero de inmediato miré a Alfonso-. ¿Te parece bien?
Sí, claro -respondió sin darle importancia.
Los cuatro nos despedimos de nuestros padres y nos fuimos en el coche de Alfonso hacia un KFC cercano a la zona de más fiesta que había en Madrid. Alfonso y Cristopher no paraban de bromear con que hacía muchos años que no entraban en un lugar así. La cena pasó de forma rápida y divertida, interactué bastante con ellos, aunque lo que más me carcomía era estar así de distante con él.
Agarré mi hamburguesa de pollo crujiente y la mordí, saboreando la mezcla de sabores que tanto me apetecía.
-Espera, te has manchado. -Rio Álfonso.
-¿Qué? -pregunté tragando-. ¿Dónde?
Agarré una servilleta y me limpié por todos lados.
-¡Espera, espera! -exclamó él divertido. Cogió la servilleta y se acercó a mí -. Aquí es -dijo, limpiándome él.
Por un momento, mis ojos fueron directos a sus labios. Tuve que decirme a mí misma que no era el momento para fijarse en esas cosas, mucho menos para desear probarlos de nuevo.
Zarandeé la cabeza y le sonreí agradecida.
-Ahora en serio, ¿de qué vais vosotros dos? -preguntó Cristopher
-¿Cómo? -inquirí frunciendo el ceño.
-Qué de qué vais -volvió a decir Dulce.
-Estamos dándonos un tiempo, nada más. No seas una vieja del visillo, por Dios, Ucker -exclamó Álfonso.
-Pero ahora estáis juntos, aquí... -comentó Dulce.
Suspiré.
-Estamos dándonos un tiempo, sí, pero eso no significa que lo que siente por él se haya esfumado o no quiera verlo.
-Pues hace unas semanas parecías un oso en plena hibernación, siempre encerrada en tu habitación... -farfulló Dulce.
-Oye -me quejé-, cállate porque no eres la más indicada para hablar. Que en cuanto tienes una peleílla tonta con este bien que haces lo mismo.
-Que ataque más gratuito -bramó Dulce haciéndose la ofendida.
-Bueno, había pensado que podíamos ir a una discoteca -se entrometió Álfonso.
Estuvimos debatiendo sobre ir a algún lugar y llegamos a la conclusión que lo mejor era dejarnos llevar por la noche.
Terminamos de cenar y salimos en busca de fiesta. Cristopher y Dulce iban delante de nosotros, agarrados de la mano y pegados como dos lapas. ¿Yo me veía así cuando estaba con Álfonso?
Deshice esos pensamientos de mi cabeza y me concentré en las baldosas del suelo. Alisé con mi mano el vestido que llevaba, de un color burdeos con la espalda abierta. Me había quitado la americana que llevaba para la presentación del TFG puesto que fuera del recinto hacía un calor de mil demonios.
Llegamos a la discoteca y entramos a un reservado que los chicos habían pagado para nosotros cuatro. Enseguida las copas comenzaron a rodar por la mesa a excepción de Alfonso quien se mantenía a base de cervezas sin alcohol.
Llegó un momento en el que nos quedamos solos. Dulce y Cristopher habían ido a no sé qué.
El reservado era enorme, estábamos fuera de la vista de desconocidos puesto que había como unas cortinas espesas que impedían ver lo que pasaba en cada reservado.
Agarré mi copa y me la bebí de un trago.
Me recosté en el sofá y cerré los ojos.
Iba algo achispada.
-Me gustaría hablar contigo -dijo Álfonso.
Abrí los ojos y me recosté haciendo que mi escote se pronunciara. Lo vi tragar saliva mientras sus ojos se fijaban en esta parte de mi cuerpo. No le di demasiada importancia.
-Claro, dime. -Mi voz temblaba.
Álfonso me sentó mucho más cerca de mí, se abrió unos botones más de su camisa y me miró a los ojos, no sin antes pasearla por mis piernas al descubierto.
-Yo... No sé por dónde comenzar -atinó a decir nervioso.
-¿Te pongo nervioso? -le pregunté riendo como una tonta mientras jugaba con la pajita de mi copa.
-Creo que te has pasado bebiendo -comentó serio.
-Te recuerdo que he acabado el curso y tengo ganas de diversión. -Me reí- Y, bueno, de sexo también tengo ganas.
A estas alturas ya no podía controlar lo que salía de mi boca. Álfonso provocaba en mí un sentimiento de pasión que nunca había sentido. Lo único en lo que podía pensar era en bajarle la bragueta del pantalón y montarlo sin importarme nada.
-¡¿Qué?! -preguntó escandalizado.
-Que quiero follar -dije, poniéndome encima de él-. ¿Lo has entendido ahora? -chasqueé la lengua mientras comenzaba a hacer círculos con mi cadera sobre su abultado miembro.
-Estás muy borracha -dijo, intentando que me bajara de sus piernas.
-Y tú estás cachondo, muy cachondo. -Reí ebria.
-No quieres hacer esto, Anahí.
Fruncí el ceño e hice una mueca con los labios.
-Tienes razón. -De mis labios salió una sonrisa lobuna-. Lo estoy deseando.
Y fue cuando me lancé a sus labios de súbito. Álfonso intentó apartarme, el alcohol en mi organismo me hacía ser así. ¡Pero qué bien se sentía desinhibirse y hacer lo que me diera la gana sin pensar demasiado!
Estaba más que claro que Álfonso me ponía, mucho.
-Anahi, Annie -jadeó él.
Chisté rozando mi dedo con sus labios.
-Por favor -suplicó Alfonso dejando escapar un leve gemido cuando mordí su labio inferior.
-¿Por favor, qué? -gemí rozando su miembro con mi sexo.
-No aquí.
-¿Por qué no? -Reí en su oreja provocando se le erizarán la piel-. Nadie nos va a ver.
Bajé la bragueta de su pantalón mientras lo volvía a besar, para ese momento Álfonso ya era preso de mi delirio. Colé una de mis manos y comencé a masajear su miembro.
-¿Ahora eres exhibicionista o qué? -preguntó mordiendo mi labio inferior.
Bajé mi cabeza hasta su cuello y comencé a darle húmedos besos.
-Siempre es bueno hacer cosas nuevas.
-Joder -gimió cuando apreté su miembro en mi mano mientras lo masajeaba de arriba abajo.
Para mi sorpresa, Álfonso metió su mano por debajo de la falda de mi vestido y comenzó a masajear mi clítoris como todo un experto. Si es lo que quieres, así sera. Comento Álfonso. No pude evitar jadear con cada toque que me daba. La música estaba demasiado alta como para que nos escucharan. Quité su mano de mi centro húmedo y caliente. Lo vi chupar sus dedos y jadear. De repente, me colocó justo encima de él, volvió a colar su mano dentro de la falda de mi vestido y apartó mis bragas.
Se metió de una estocada que me hizo gemir muy alto.
Sus manos fueron directas a mi trasero. Apoyó su cabeza en el respaldo del sofá y comencé a montarlo de una forma que nunca pensé hacer. Álfonso acompañaba mis movimientos con los suyos. Agarró mi cabeza y lo sostuvo en su mano. Me arqueé ante una brutal embestida. -Grita todo lo que quieras, cielo -me dijo con la voz ronca.
Me mordí el labio inferior.
Notaba como el orgasmo iba llegando, al igual que él. Comencé a moverme más rápido, incluso me puse en cuclillas para que su miembro entrara más profundamente. Álfonso mantenía la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Me recliné lo que pude para besarlo y así acallar mis gemidos.
Unas cuantas embestidas más y me corrí de una forma abismal.
Álfonso no tardó correrse y fue la primera vez que lo hizo dentro de mí. Sentí como me llenaba entera. Me tomaba la pastilla desde hacía unos años y no me preocupaba quedarme embarazada, antes lo hacía con él con preservativo por protección. Pero ¿qué más daba? ¡Quería diversión!
-Joder -susurró agitado.
Seguí besando su cuello, aún teniéndolo dentro de mí.
-Ha sido fantástico, el mejor sexo de mi puta vida.
-Y el mío. -Rio entre dientes-.¡Espera! ¡Joder! -Hizo que me levantara. Se abrochó la cremallera de la bragueta y me miró preocupado-. No hemos utilizado precaución.
Comencé a reírme.
-¿De qué te ríes? -preguntó molesto-. ¿Quieres arriesgarte a ser madre con veintidós años? bramó molesto por mi comportamiento.
-No me importaría tener un hijo tuyo algún día -dije sin pensar-. Pero me cuido, me tomo la pastilla todos los días. No te preocupes.
Me coloqué bien las bragas y el vestido, agarré mi copa y bebí un poco del agua con sabor a alcohol que había aparecido de los cubitos de hielo.
-¿Acabas de decir que te gustaría tener un hijo mío algún día? -preguntó sorprendido.
Asentí.
-No quito esa posibilidad, por cierto, me estoy meando. ¿Dónde está el baño? -pregunté dando vueltas a mí alrededor.
-Al final del pasillo -dijo señalándolo.
Le guiñé un ojo y, tambaleándome, fui hasta la larga cola para entrar al baño. Llevaba varios minutos esperando, desesperada bajé por las escaleras para ver si abajo había menos cola. Pero no, había más todavía. Entonces, en un arrebato loco, salí de la discoteca y me encaminé a mi casa que estaba a una media hora andando. Iba sola por las calles de Madrid, tambaleándome y riéndome sola de mis tropiezos. La gente pensaría que era una idiota borracha, pero bueno, me importaba poco lo que pensaran.
Yo me hacía pis.
Me faltaba poco para llegar a casa y, de repente, sonó mi móvil.
-¿Quién? -pregunté.
-Anahi, ¿dónde estás? -preguntó angustiado Álfonso.
-Yendo a casa.
-¡¿Cómo?! -preguntó exaltado.
-¡No grites, joder! Me estoy meando y había mucha cola.
-¿Dónde estás anahi? -preguntó muy cabreado.
-Mira, estoy viendo desde aquí mi casa. Luego hablamos, que me hago pis.
Colgué y guardé mi móvil en mi bolso. Corrí como pude hasta la puerta de mi edificio, pero la vista se me desvío hacia un coche que conocía a la perfección.
El de mi padre.-¿Pero qué...? -hablé para mí misma maldiciéndolo.
Subí en el ascensor cabreada. ¿Cómo se atrevía a volver después de todo? Me costó abrir la puerta puesto que mi borrachera me hacía ver las cosas algo nubladas. Pero lo conseguí al final. Abrí la puerta y la luz estaba apagada. Palpé por la pared hasta encontrar la llave de luz. Dándole la espalda al salón encendí la luz. Sentí el suelo algo resbaladizo, pero no le di importancia.
-¿Por qué se supone qué...? -Me di la vuelta y me quedé helada al ver la escena.
El bolso se me cayó al suelo, la borrachera se me fue en un abrir y cerrar de ojos al verlo allí, jugando con un mechero mientras mi madre y mi hermana estaban maniatadas en el suelo y mi padre tirado en el suelo.
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sobran razones para amarte
RomanceAdaptación, Adaptación, Adaptación. todos los derechos reservados a su autora. El hecho de coincidir contigo en esta vida es algo por lo que siempre viviré agradecido. Anahi Puente siempre se había considerado una mujer fuerte, romántica empedernid...