25 de septiembre de 2017
Me lancé a mi cama, cansada por el día tan intenso que había pasado en la universidad. Era lunes y estaba agotada, pero era por haberme quedado todo el domingo hablando con Alfonso vía mensaje.
Después de que me dejase en casa la madrugada del domingo, decidiendo que él se quedaría con el vestido para que no sospechase mi madre, me tiré todo el domingo repasando para un examen. Parecía una niña enamorada, cada vez que escuchaba el pitido del teléfono me ponía de los nervios, con el corazón latiendo a mil por hora. Y hoy, lunes, había tenido interrogatorio por parte de dulce. Al final acabé enseñándole una foto que él mismo me había pasado, Alfonso tenía sus contactos en la prensa y le habían pasado una foto en la que salíamos los dos distraídos y riendo. Era muy bonita a decir verdad. Pero lo que más le gustó saber fue el beso. Alucinó en colores cuando se lo conté, según ella mi historia iba a ser una versión adaptada al clásico cinematográfico: Pretty Woman. Sin embargo, esas cosas solo pasaban en películas y libros. Esto era la vida real y debía asumir que yo solo era un elemento para que Alfonso consiguiese algo que aún no sabía por qué no hablábamos mucho de su vida o de sus problemas más allá de algo muy superficial.
-Ann, ¿me ayudas con unos ejercicios antes de que me traigan a los vecinos? -Mi hermana asomó la cabeza por mi habitación.
-¡Claro! -Me levanté de la cama y fui hacia su habitación, Hanna se sentó en su silla y me dio el libro de inglés-. ¿Qué es lo que no entiendes?
-Tengo que hacer un diálogo utilizando varios tiempos verbales, pero no sé cómo se utiliza cada uno.
Estuve alrededor de una hora con mi hermana, practicando y ayudándola con inglés. Mi hermana era más de francés y le costaba mucho aprender inglés, que era una asignatura básica. Al acabar, fui a la cocina y vi a mamá sentada en el sillón haciendo ganchillo. Hacía años que no tocaba esas dos largas agujas. Abrí el frigorífico de la cocina y cogí una manzana, la lavé y comencé a morderla.
-¿Estás haciendo ganchillo? -pregunté, sentándome en el sofá.
-Sí, me relaja y me ayuda a concentrarme. La nueva medicación está surgiendo efecto, pero los huesos me siguen doliendo.
-Es una forma de olvidarlo un poco, ¿verdad? -le pregunté, haciendo zapping en la televisión.
-Así es. Por cierto, el miércoles por la tarde tengo una cita con el doctor. Quiere hablar conmigo sobre las pruebas para la operación.
-Te acompañaré. -Le sonreí.
-Vale, cielo -dijo sonriendo-. ¿Hanna está estudiando? -Acabé por dejar en la televisión una novela turca que estaba de moda.
-Sí, la he ayudado con inglés. Quiere terminar los deberes y estudiar un poco antes de que le traigan a los diablillos. -Reí.
-¿Sabes lo qué he pensado?
-¿Qué, mamá? -La miré.
-Susana, mi excompañera de trabajo, ha venido a verme y ha visto los artículos de ganchillo que hay por casa. Me ha propuesto hacer algunos y venderlos en su tienda -respondió-. Sería una buena forma de aportar algo de dinero.
-No es mala idea, mamá. -Mordí la manzana de nuevo-. Siempre que te encuentres bien, por mi perfecto.
-Hija, ya no es que me encuentre bien, es que os he dejado a cargo de una casa y de unos pagos que a vosotras ni os viene ni os va. Tenemos suerte de que hayas encontrado un trabajo que puedes hacer desde casa y que tu hermana aporte lo que gana con los niños. Pero ¿y yo qué? Soy vuestra madre, os tengo que cuidar.
-Lo sé. -Bajé la mirada al suelo -. A veces pienso que si papá estuviese aquí sería diferente. Luego me doy cuenta de que empeoraría las cosas. -Reí-. Estamos mejor sin él.
-La verdad es que sí, ¿para qué voy a mentir? -respondió mamá-. En parte, él era el sustento económico de esta familia, pero me da igual. Llevábamos unos años muy malos. El problema es que no me puedo permitir un divorcio, así que es mejor que se haya ido.
-Pues sí. -Mi móvil vibró en el bolsillo de mi sudadera. Lo saqué disimuladamente y vi que Alfonso me estaba llamando-. Mamá voy a seguir estudiando, luego saldré para que nos vayamos a dar una vuelta, que aún es muy pronto.
-Vale, cariño, estudia mucho.
A paso apresurado, fui hacia mi habitación y cerré la puerta. Agarré el móvil y le di al botón verde en la pantalla.
-Hola, Anahí, siento llamarte a estas horas, acabo de terminar de trabajar -dijo a través del móvil.
-No te preocupes. -Reí entre dientes.
-¿Mañana estás disponible? -preguntó-. Tengo una comida muy importante y me gustaría que acudieses conmigo. Vendrá un empresario francés amigo mío que ha tenido unos problemas con el terreno que ha comprado.
-Claro -respondí-. Mañana termino a las doce las clases.
-Perfecto. ¿Quieres que vaya a recogerte? Los franceses comen bastante pronto, sería a la una.
-¿Podrías venir a la universidad a esa hora? -pregunté.
Una opción era decirle a mi madre que me quedaría a clases extras para recuperar los días que había perdido.
-Claro. Por cierto, ¿qué tal tu día? -me preguntó.
-Bastante bien, la verdad. ¿Y el tuyo?
-Ajetreado -dijo riendo entre dientes-. Tengo muchas ganas de verte mañana, Anahí.
Me puse colorada ante sus palabras. ¿Él tenía ganas de verme? ¡Joder! ¡Yo estaba igual! Una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal, me senté en el borde de mi cama.
-Yo también tengo ganas de verte, Alfonso -confesé algo avergonzada-. Me lo paso muy bien estando contigo.
Lo escuché reír a través del teléfono.
-Lo mismo te digo. Eres la única mujer con la que me lo he pasado tan bien.
Mi cara hirvió y comencé a reír nerviosa.
-No digas tonterías, estoy segura de que te lo habrás pasado muy bien en tus años jóvenes.
-Vaya... ¿Ahora soy viejo? -preguntó divertido.
-Un poquito, pero voy a intentar que te diviertas más a menudo-dije-. ¿Mañana qué debería ponerme? Nunca he estado en este tipo de comidas...
-Ve como quieras, anahi. Si necesitas ropa, utiliza la tarjeta. Sé que irás preciosa te pongas lo que te pongas.
-Gracias, Alejandro -hablé, avergonzada-. Nadie me había tratado como lo estás haciendo tú y es de agradecer.
-¿No te han tratado bien? -preguntó, curioso.
-No, no es eso. Nadie me ha tratado como una mujer. Más bien como una niña, los chicos de mi edad son un asco.
-Ya lo veo.
Escuché como la puerta de la habitación de mi hermana se abría, miré el reloj que tenía en el escritorio.
-Alfonso, tengo que volver a los libros. Mañana te espero en la universidad, en la puerta de la última vez.
-Claro, estudia mucho. Mañana nos vemos, que pases una buena tarde.
-Lo mismo digo, poncho. -Reí.
Colgué y dejé el móvil en la cama. Me puse a estudiar un rato hasta que los diablillos de mis vecinos llegaron a casa. Ya que eran pequeños y no hacía mal día, decidimos salir al parque. Mamá nos acompañó para que le diese un poco el aire fresco. Mi hermana y yo estuvimos jugando con ellos. Estuvimos una hora fuera antes de que los pequeños reclamasen su merienda. Al volver a casa, Hanna les dio la merienda mientras mamá se daba un baño y yo estudiaba. Sin embargo, el timbre de casa sonó. Resoplé y fui a abrir la puerta. Me sorprendí a ver allí parado a Juaquin con cara de pocos amigos.
-¿Qué haces aquí? -pregunté.
-Quiero hablar contigo de una cosa -dijo.
-¿Qué cosa?
Juaquin pasó y se dirigió a mi cuarto sin tan siquiera saludar a mi hermana. Tenía las manos en los bolsillos de su vaquero y estaba enfadado. Lo notaba en sus ojos, esa mirada no era muy típica en él. Lo seguí a pasos apresurados.
-¿Qué quieres? -pregunté irritada-. No tienes derecho a entrar así en mi casa.
Juaquin rebuscó entre sus bolsillos y sacó una tira de periódico. Me enseñó la foto y palidecí, aunque intenté que no se notase.
-¿Qué quieres decirme con esto? -Agarré la tira de papel viendo la foto de Alfonso y mía en el evento del sábado.
Me alarmé de inmediato, si lo había visto él... Solo esperaba que ni mamá ni hanna lo vieran.
-¿Qué coño haces con ese hombre? -preguntó enfadado.
-No te importa, Juaquin -respondí-. Vete, quiero estudiar.
-Me dijiste que no querías nada serio y me encuentro con esto en el periódico...
-¿Y? -pregunté, empujándolo-. No eres nadie para meterte en mi vida, tú y yo lo dejamos hace mucho tiempo. No es mi culpa que te vea como un amigo.
-Yo no te veo como una amiga.
-Pues siento mucho que no me veas así, pero no quiero nada contigo. Estoy muy bien con Alfonso respondí.
-Así que... ¿Alfonso? Vaya, pensaba que era muy mayor para llamarlo así. ¿Qué edad tiene?
-¡Lárgate! -le grité de nuevo, empujándolo hasta llegar a la puerta.
Con toda la rabia del mundo, lo eché casi a patadas y cerré la puerta en sus narices. Tanto mi hermana como mis pequeños vecinos y mamá, que se estaba dando una ducha, escucharon como lo echaba y se asustaron un poco. Estaba harta de sus celos de mierda. Volví a entrar dentro de mi habitación, me encerré para poder estudiar un poco y dejar atrás el estúpido berrinche que me había montado Juaquin.
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sobran razones para amarte
RomanceAdaptación, Adaptación, Adaptación. todos los derechos reservados a su autora. El hecho de coincidir contigo en esta vida es algo por lo que siempre viviré agradecido. Anahi Puente siempre se había considerado una mujer fuerte, romántica empedernid...