Actualidad.
―¡Ya voy!¡Ya voy! ―Tropezando con la ropa desperdigada por mi habitación, protesto. Siento veinte cuchillos clavándose en mi cabeza en simultáneo mientras el grosero pum, pum, pum, en la puerta de la habitación de hotel que ocupo desde hace un año, resuena como el impacto de un martillo neumático.
Hago equilibrio y, antes de abrir, acomodo el bulto semi erecto bajo mi bóxer.
Es de día - no sé la hora exacta, por cierto - y que la luz entre a raudales por las ventanas no me ayuda en absoluto a recordar qué pasó ayer.
―¡Idiota bueno para nada! ―mi padre entra atropellándolo todo a su paso, a mí inclusive, y no muy amablemente me pide el control remoto del televisor. Obviamente el dispositivo no se encuentra donde un hombre ordenado y pulcro como él lo dejaría, razón por la cual chasca los dedos en clara referencia a lo que quiere: que yo corra a buscarlo.
Si apenas pude encontrar mis calzones, ¿cómo demonios pretende que sepa dónde está el aparatito ese?
―Hola papá, también es un gusto verte tan temprano.
―¿Temprano? ―Lanza, irritado ―.¡Son las cuatro de la tarde, imbécil!
Siempre tan cariñoso con su hijo.
Finalmente hallo el elemento de la discordia y lo coloco en su palma extendida. Hubiera querido impactarlo en la mitad de su frente, dejarle una marca permanente...pero no. Aun siento un mínimo de respeto por su figura y me desprendo de esos pensamientos nada santos.
Giro el cuello y reparo en la chica que está tendida boca abajo en mi cama, tapada únicamente con las sábanas de satén negro.
¿Mandy? ¿Candy?¿Sandy? o...¿Randy?
Oh, Dios, no dejes que sea "un" Randy.
―Mmm ―La persona en mi cama ronronea cuando el volumen de la TV es demasiado fuerte de soportar para alguien con resaca.
De inmediato la recuerdo y ¡gracias, Jesucristo!, no es Randy.
―¿Qué hora es? ―Ella se voltea y tiene la lucidez de cubrirse las tetas cuando ve que tenemos compañía.
Permanezco de pie, de brazos cruzados, esperando el próximo paso de mi padre. Desde que se ha metido en el mundillo de la política, es un asno todavía más grande del que era.
De inmediato, sintoniza un canal de noticias de los más vistos del país; en el plasma montado en la pared se puede observar a Grace Dunne, la hija del actual gobernador de Carolina del Norte, tapándose parcialmente la cara frente a un remolino de micrófonos y cronistas.
―Ahora viene la mejor parte ―dice mi padre con una mueca siniestra. Anthony Hopkins encarnando a Hannibal Lecter es un bebé de pecho a su lado.
Refriego mis ojos, cansados e irritados, dispuesto a prestar atención.
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Joya del mar
RomanceÉl es de los que huyen. Ella, de las que se quedan. En el medio, un hotel en bancarrota. ¿Cómo marcharte si quieres quedarte? ¿Cómo quedarte si debes marcharte?