Él es de los que huyen.
Ella, de las que se quedan.
En el medio, un hotel en bancarrota.
¿Cómo marcharte si quieres quedarte?
¿Cómo quedarte si debes marcharte?
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Esto se siente muy bien. Como muy pero muy bien.
Tengo los ojos cerrados y siento que mi miembro se endurece bajo una suave y cálida caricia.
Mmm...
Ronroneo, mis párpados se niegan a abrirse y necesito saber imperiosamente si estoy teniendo un sueño húmedo o si es Angie quien me está masturbando con su boca.
Exhalo pesadamente, a gusto con el toque sensual y el gemido que escucho en la zona de mi vientre.
Desencapucho mis ojos descubriendo a una hermosa maraña de cabello sedoso y rubio haciéndome cosquillas en mi pelvis.
―Angie...―su nombre sale rasposo desde el fondo de mi garganta. Sus manos se afirman sobre mi estómago mientras su boca hace un trabajo perfecto y sincronizado ―...Angie...la doctora ha dicho que no a los esfuerzos ―logro decir con toda la decepción del mundo.
Ella es pura valentía y sus ojos son vivaces y traviesos.
―Ha dicho que no al sexo. ―Se detiene y dice.
―¿Esto no es sexo?
―Sexo oral. No me tiene de protagonista. ―Continúa, enérgica.
―Lamento discernir: eres la protagonista, bebé. ―me muerdo el labio, con la respiración inquieta y salvaje en mi pecho.
No puedo negarme a su mamada, mucho menos a sus ansias por tenerme en un puño. Me ha confesado que no era una gran fan de esta clase de sexo, pero que conmigo había hecho una excepción.
¡Gracias a Dios por eso!
―Angie, Angie ―mi voz sube una décima, advirtiéndole sobre el final ―...Angie, estás a tiempo...Angie...―el hormigueo en la zona baja de mi espalda anuncia mi apocalipsis corporal.
Quiero retener este momento un poco más, eternizar sus ojitos endiablados por horas, pero la naturaleza es sabia y un tanto cruel cuando lo inevitable cobra forma fuera de mí.
Ella recibe todo lo que tengo para ofrecer, decora sus labios y mis ganas por follarla superan el límite de lo prohibido; no poder hacerlo, me despedaza. Es como que a un corredor de Fórmula 1 le prohibieran ir a más de 40km/hora.
―Ángela, me estás volviendo loco ―le digo cuando repta sobre mí y me da un beso en la boca. Adoro que se sienta segura a mi lado, que no le importe el tamaño que ha cobrado su cuerpo y que disfrute ser una mamita sexi.
Adoro que ella sea mía, para disfrutar, para adorar y para amar.
Hace días que analizo mis sentimientos, en las cosas que me suceden con ella. Es algo inexplicable, que aturde y perturba.
Es amor en su máxima expresión.
No me imagino lejos de ella, tampoco de la niña a la que ya ha comenzado a llamar Bella. No me imagino fuera de Avon, lejos de Bóxer y del rostro feo y rudo de Brandon.