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Una semana más tarde, mi sonrisa ocupa gran parte de mi rostro

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Una semana más tarde, mi sonrisa ocupa gran parte de mi rostro.

He pasado con Angie todas mis tardes y estuvimos jugueteando sin abusar de nuestro complicado estado sentimental.

Besos aquí, manitos por allá...

Su respiración se agita con mayor facilidad y su salud es lo primero.

Pero como no todo es diversión y coqueteo, también he conseguido una entrevista con el responsable del área de turismo del condado de Dare a fin de manifestarle mis deseos de hacer una exposición con fotografías de la ciudad.

Mi Nikon está repleta de atardeceres, edificios icónicos e imágenes espontáneas por ofrecer.

Los mensajes de mi madre no cesan, sobre todo ahora que sabe dónde estoy hospedándome; la culpa por hacerla jurar una y mil veces que nada diría a mi padre me corroe.

Emocionado por contarle mis planes laborales a Angie, me sorprende que no sea ella quien me acerca el desayuno. Hasta el momento, no he podido convencerla de que se siente a mi lado y sume una taza. Dice que no es profesional y que debemos mantener la distancia huésped-gerente.

Bueno, al menos ante el público.

―Hola Spencer ―Brandon saluda por cortesía. No me quiere aquí ni tampoco cerca de Angie y sé que cada día que paso en este hotel es uno más hacia mi sentencia de muerte. No puedo culparlo: si yo tuviera una hija mujer no dejaría que un tipo con mi historial la revolotee como una abeja a una flor.

―Hola Brandon, ¿y Angie?

―Pensé que lo sabías ―No se le mueve un solo músculo de la cara. ¿Me va a hacer trabajar para conseguir lo que quiero? Pues lo haré sin problemas.

―¿Qué es lo que tendría que saber?

―Si no lo sabes tú...―Se cruza de brazos en clara postura de batalla.

―No, no lo sé. Y si lo supiera, no te hubiera preguntado. ―Entiendo que quiera protegerla de un bastardo como yo, de un niño mimado que ha sido un idiota gran parte de su vida, pero ahora mismo, su actitud me disgusta porque me aterrorizaría saber que salió de urgencia ―. Brandon, ¿ocurrió algo con Angie? Realmente me preocupa que le haya sucedido algo a ella o al bebé.

―¿Realmente te preocupan? ―Entrecierra los ojos una línea penetrante.

Simplemente genial.

Como si su enorme cuerpo no fuera lo suficientemente jodido de ver, añade su ceño fruncido y su mandíbula rígida.

―Sí, mucho.

―Entonces no la ilusiones más. ¡Deja de jugar con ella, chico! Y no digas que no te lo he advertido. ―Sus fosas nasales se abren y sospecho que en otro escenario, mi rostro impactaría contra su puño "accidentalmente".

Joya del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora