Seco mi melena dorada y agradezco que Brandon se haya ofrecido a servirle la cena a Spencer. No sé si podría mirarlo a los ojos después del tiempo compartido.
Pero...¿fue algo más que tiempo lo que compartimos?
¿O fue solo un beso, un roce y ningún "próximamente", tal como prometen los anuncios de las películas?
Arrastro mis pies hasta la sala, apago el televisor y me alarmo cuando escucho un golpe en la puerta de entrada.
¿A esta hora? Son algo más de las ocho de la noche.
En puntas de pie, corro la mirilla y lo veo.
Es Spencer. Y no sé qué hacer.
Mis esfuerzos por esquivarlo han sido en vano.
Si la montaña no va a Mahoma...
Trago e inspiro profundo; abro y lo que veo me sorprende. No solo sostiene un montón de pequeñas bolsas en cada mano, sino que con sus dientes muerde el lazo que rodea el cuello de un oso de felpa.
―¿Qué significa esto? ―le permito pasar. En una maniobra un tanto ridícula deja el oso sobre la mesa.
―Esta tarde fui de compras. Puede que me haya excedido.
―Pensé que habías estado de excursión.
―Eso también, pero me desvié a mi regreso. ―Toco el osito; como Teddy, el de la película cómica, es color chocolate claro. El que trajo tiene un moño blanco en su cuello ―. Todo puede cambiarse o canjearse por vales de descuento. ―Se rasca la nuca en actitud nerviosa e impaciente.
Mi sonrisa sale disparada de mi rostro, ha traído seis bolsas con ropa de bebé.
Para mí bebé. El bebé que ni su propio padre reconoce.
―¿Vas a abrirlos? Tienen diseños variados, colores y motivos neutros. Al menos la señora que me asesoró me dijo que servirían tanto para niños como para niñas.
No abro nada y me arrojo a sus brazos. Lo lleno de besos, pero cuido de que ninguno caiga en su boca.
―Waw...―sus brazos se abren sin ajustarse a mi cuerpo.
―Gracias...es...es la primera ropa que tiene el bebé.
―¿No le habías comprado nada? ―Me alejo y cojo la primera bolsa, observando un precioso mono blanco con botones en forma de estrella. Lo llevo a mi nariz, el perfume es suave y atalcado. Lo froto contra mi mejilla y me emociona este acto de generosidad.
Porque no se trata de dinero.
No se trata de lo que ha gastado, sino de sus intenciones.
Apenas nos estamos conociendo, han pasado solo veinticuatro horas de nuestro coqueteo caliente y él ha comprado todo esto.
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Joya del mar
RomanceÉl es de los que huyen. Ella, de las que se quedan. En el medio, un hotel en bancarrota. ¿Cómo marcharte si quieres quedarte? ¿Cómo quedarte si debes marcharte?