No he tenido la valentía de cenar ayer por la noche en el hotel ni tampoco para salir de mi habitación. En su lugar, he pasado varias horas repasando las fotografías y los videos que he tomado de Angie.
Subí uno a mi perfil "SRauch"; no es mi seguidora y no creo que me busque, sobre todo, después de estar a punto de besarla.
¿Cómo se me ocurrió cometer esa locura?
¡Jesucristo, ella está embarazada y no necesita un ligue ocasional, mucho menos a un tipo que está escapando de las aventuras y sobre quien recae la sospecha de un embarazo no deseado!
Un sujeto al que la sociedad más pacata y retrógrada de Charlotte debe estar señalando como a un depravado abusivo.
Sin embargo, cada vez que veo los ojos verdes de Angela temblando de dolor, cuando veo el modo en que lucha cotidianamente para sacar adelante a este establecimiento, cuando veo a una mujer que no le teme a ensuciarse las manos y limpiar como haría la Cenicienta, me doblego.
Angie es la mujer más fuerte y determinada que he conocido en toda mi vida.
Su prometido la ha dejado embarazada, sola, con un negocio en ruinas y luchando contra los molinos de viento.
Y yo aquí, quejoso como un niño al que le quitaron un dulce de la mano.
Por la mañana me calzo los calzoncillos de hombre, bajo a la cafetería y espero encontrarla para pedirle perdón y decirle que no soy el chico que ella necesita a su lado. Que, en cambio, soy alérgico al compromiso y a las segundas citas.
Duele reconocerlo, pero soy honesto ante todo.
Estoy nervioso y he estudiado un pequeño discurso que debo guardar rápidamente cuando no es Angela sino Brandon quien me sirve el desayuno.
Ciertamente me decepciona este cambio de planes de último momento.
―¿Sucedió algo con Angie? ―No existe un "hola" de mi parte.
Muy educado de tu parte, Spencer.
―No. Ha ido a Elizabeth City a hacer unas compras. ―Tampoco hay saludo de parte de la suya.
Asiento, confundido.
¿El viaje fue una estrategia evasiva?
―Oh, lo siento, tendría que haber empezado con un "buenos días". No he dormido bien anoche ―Y todo a causa de una mujer rubia de ojos verdes y sonrisa ensoñadora.
―No te preocupes, apenas llegué a Avon, el ruido del viento tampoco me dejaba descansar bien.
―¿Vives lejos de aquí?
―Solo a unas casas de distancia.
El diálogo es breve y conciso. Nos saludamos amablemente y mi mirada se pierde de inmediato en el horizonte lejano; los rayos amarillentos atraviesan las nubes y creo que será un hermoso día.
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Joya del mar
RomanceÉl es de los que huyen. Ella, de las que se quedan. En el medio, un hotel en bancarrota. ¿Cómo marcharte si quieres quedarte? ¿Cómo quedarte si debes marcharte?