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―¡Angie! Qué bueno verte acompañada esta vez ―exclama mi obstetra sin disimulo y de inmediato mis mejillas son del color del tomate

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―¡Angie! Qué bueno verte acompañada esta vez ―exclama mi obstetra sin disimulo y de inmediato mis mejillas son del color del tomate. Me toma en un gran abrazo y su perfecta melena cobriza no se mueve de lugar ―. Mucho gusto, soy la doctora Cassandra Mosche ―extiende su mano hacia Spencer, quien amablemente la recibe y se presenta.

―Spencer.

―Él es un amigo ―me adelanto, pero algo en la mirada de la especialista me hace creer que no se ha tragado el cuento.

―Bueno, "amigo", tú siéntate aquí ―le señala una silla junto a la camilla, sin borrar su sonrisa socarrona ― . Angie, ya sabes el procedimiento.

Asiento y obedezco. Bajo mi pantalón blanco con cintura elastizada sabiendo lo que viene; cuando me ubico en la camilla, un nervioso Spencer responde a las indicaciones de la doctora Mosche y se acomoda a mi lado.

Luce inquieto, incluso una gota de sudor se aloja en su sien izquierda, allí donde su cabello rubio nace. Lo he torturado por un buen rato en la sala de espera mientras mi mente trataba de dilucidar qué rayos había ocurrido dentro de su camioneta.

¿Realmente está pensando en quedarse con nosotros o soy su caso de caridad? Seamos realistas: un muchacho apuesto, profesional, con recursos y dinero, con una vida libre y sin compromisos, ¿por qué se ataría a un pueblo costero sin mucho que ofrecer, solo para cuidar de una joven embarazada y velar por un hotel en ruinas?

Es fotógrafo y la reunión en la alcaldía ha sido productiva, pero ¿cuánto interés puede despertar su afición en un sitio como este? ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que se aburra de no concurrir a fiestas locas y ver mujeres distintas todos los fines de semana?

Lo miro de lado y descubro que también me mira. Me susurra un "todo estará bien" que ablanda hasta el último de mis huesos.

¿Me abandonará cuando se dé cuenta que un bebé es mucha responsabilidad?

Ray lo ha hecho sin dudar, ¿cómo no lo haría Spencer?

En su camioneta, morí por responder con un "sí, intentémoslo", pero el miedo resultó paralizante. No estoy sola. Estoy con un bebé. Un bebé que será mi prioridad, mi mundo.

Levanto mi prenda superior y acepto el frío gel sobre mi barriga.

―Hoy mediremos sus órganos y, si se deja ver, podremos saber el sexo. ¿O prefieres que sea sorpresa?

No sé por qué espero una respuesta por parte de Spencer. Él sonríe presumidamente creyendo que es una niña. Es ridículo que esté tan seguro puesto que no he tenido ningún tipo de demostración científica al respecto.

Aun así, es dulce que se muestre tan comprometido con este asunto.

―Hagámoslo. ―Le confirmo a mi obstetra y aplaude emocionada.

Calibra su monitor y al instante, mi corazón comienza a palpitar con fuerza.

A medida que pasa el transductor por mi cuerpo, líneas de colores se cruzan por la pantalla. La dejamos trabajar en silencio hasta que el alivio me inunda cuando afirma que está todo bien y acorde a la semana gestacional en la que me encuentro.

Joya del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora