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La temporada fuerte ha pasado y el dinero se está agotando más rápido de lo que ha ingresado

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La temporada fuerte ha pasado y el dinero se está agotando más rápido de lo que ha ingresado. El hecho de haber mantenido los mismos costos que el año anterior no fue redituable en absoluto.

El último pasajero se ha ido por la madrugada y hay mucho que limpiar. Ally y yo estamos listas para comenzar con nuestra tarea, previendo la eventual aparición de alguien que busque aventura y surf.

Lo equivalente a un fenómeno.

―Niña, puedo hacerlo por mi cuenta. ―La mujer señala mi barriga, apenas redondeada.

―Me siento bien, Ally, no te preocupes. La actividad física es muy importante durante el embarazo.

―Angie, deberías pensar en...mmm...bueno...conseguir una ayuda extra ―Eleva sus cejas en clara referencia a un espécimen de sexo masculino. La capto y pongo los ojos en blanco.

―¡No necesito de ningún hombre!

―¿Quién arreglará las cosas del hotel hasta que Mark esté de regreso? ―Era sabido por todo el mundo que Mark se había marchado a Richmond con un jugoso contrato de trabajo ―. De todos modos, el chico tampoco puede estar corriendo detrás de ti cada vez que se te ocurra. ―susurra lo suficientemente alto como para que la escuche.

Abro y cierro la boca como un pez fuera del agua. Eso no sonó nada bien.

―¿Estás sugiriendo que lo uso según mi conveniencia? ―Pongo mis brazos en jarra y pese a que no dice nada por un instante, lo asume segundos más tarde.

―¡Pues, sí! ―No retrocede y eleva su mentón para afirmar su punto.

―Lo que dices es injusto.

―Angie, seamos honestas. Mark está atento a cada paso que das y no porque solo sea un buen chico. Tiene interés sentimental en ti. Lo ha tenido desde que eran pequeños.

―¡Es mi amigo! ―Espero sonar convincente, aunque es algo que yo misma he considerado. Simplemente, evité creerlo por completo y sumar un problema más a mi vida.

―Todos aquí sabemos que desde que Ray se fue, él ha querido ser algo más que un "amigo". Y yo que tú, consideraría su propuesta.

Gira y cambia las sábanas con la habilidad de una persona que lo hace mil veces al día, en tanto que yo acomodo los cojines y las almohadas con fundas limpias y perfumadas. No se me pasa por alto que ella continúa tensa y al extender el edredón le pregunto el por qué.

―¿Prometes que no te enojarás si te lo cuento?

―No puedo prometerte algo por anticipado. ―Probablemente, de hacerlo, me arrepentiré.

―Bueno, ahí voy ―exhala y dispara―: Ayer he visto a Ray en la cafetería de Elizabeth City. No estaba solo, estaba con...Trinity Davies.

―¿La hija del pastor? ―Mi chillido sale fuerte y claro. Me afecta, no tanto en el aspecto romántico, pero que esté coqueteando en el pueblo más cercano, siendo que llevo a nuestro hijo en mi vientre y que el muy patán me ha robado ahorros conjuntos, me indigna.

Joya del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora