Él es de los que huyen.
Ella, de las que se quedan.
En el medio, un hotel en bancarrota.
¿Cómo marcharte si quieres quedarte?
¿Cómo quedarte si debes marcharte?
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Han pasado diez días y por si te lo preguntas, no, Ray no regresó ni escribió.
No supe nada de él desde aquella solitaria nota que dejó en el mostrador de recepción bajo la campanilla de atención al público.
Frío, impersonal, cínico.
Me miro frente al espejo de mi habitación tras darme un rápido baño. Tengo una cita médica en menos de media hora y si mi camioneta ranchera lo permite, llegaré justo a tiempo.
En Avon, condado de Dare, hay dos cuestiones por las cuales sueles ir al doctor: porque estás embarazada o porque te estás por morir. Así de extremista, pero lo que es, es.
Gracias a Dios voy por lo primero y como es de esperar, la enfermera del doctor Craig, Dolly, no es la más discreta de la comarca.
―Lo siento mucho, Angie. Nadie imaginó que Ray te abandonaría en estas circunstancias. ―Es compasiva, utiliza un tono adolorido y me contengo en derramar mi drama frente a ella.
―Gracias, aún estoy en shock. ―Le brindo retacitos de mi estado de ánimo porque no quiero que todo el pueblo me tilde como la triste y desvalida embarazada. No, quiero seguir siendo Angela Walters, la que camina a paso firme sin detenerse ante ningún obstáculo.
Cuando mis abuelos me acogieron tras mi orfandad, los vecinos no dudaron en brindarnos su ayuda; en tanto que algunos me regalaron ropa, calzado y libros, otros colaboraron con juguetes e incluso, una bicicleta nueva.
La pequeña casa de servicio al fondo del hotel se siente solitaria sin la compañía de Ray.
Él había sido mi primer y único amor; su padre era representante de la banda de rock donde tocaba el mío y enseguida congeniamos. Siendo compañeros de aventuras desde los diez, a los catorce confesamos que nos gustábamos y un día después – sí, solo un día después – todo Avon sabía que éramos algo más que amiguitos.
Desde ese momento fuimos inseparables, hasta que él se marchó para estudiar finanzas en Virginia Tech y yo, mi licenciatura en la Universidad de Carolina del Norte, localizada en la ciudad de Wilmington.
Tras graduarme, las cosas no salieron tal como lo esperamos: mi abuela Merlina me había estado ocultando la grave situación de salud de mi abuelo. Un mes más tarde, él falleció. Ella lo hizo un año y medio más tarde; no fue casual, murió de tristeza.
La culpa por haberme ido tan lejos siempre me persiguió; ellos me habían empujado a estudiar, a obtener mi título. El orgullo en sus ojos fue indescriptible cuando me gradué y no hubo habitante ante el cual no me presumieran.
Ray fue mi sostén cuando ambos partieron y dejó sus estudios por trabajar aquí.
Bueno, en realidad sus asignaturas predilectas eran "Bebidas alcohólicas y tragos playeros", "Fiestas de fraternidad II" y "Cómo saltearse las clases III" y su poca dedicación y mi tragedia familiar, resultaron excusas perfectas para su abandono universitario y posterior regreso al hotel.