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Mi amado Lexus es como un camión de bomberos: llamativo adonde quiera que vaya

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Mi amado Lexus es como un camión de bomberos: llamativo adonde quiera que vaya. Si la idea es que el mundo no me encuentre, no es el coche adecuado para llevar a cabo mi plan de huida.

Ignoro hacia dónde voy exactamente; sin embargo, he decidido tomar la carretera hacia la playa. Siempre me ha gustado el efecto amansador del agua, el bamboleo de las olas y la brisa contra mi rostro.

Lleno una maleta con ropa cómoda y guardo mi cámara, una fastuosa Nikon que pide a gritos algo de aventura y sabe que, a partir de hoy, la tendrá.

Busco un lugar solitario, un sitio en el cual la gente no me señale con el dedo y los periodistas sanguinarios no me registren. Desde que Grace Dunne me ha puesto en el ojo de la tormenta, no he dejado de ser tildado como "el chico malo". La prensa amarilla ha escrito toda clase de cosas sobre mí: desde el accidente de tráfico que tuve con mi noviecita Carrie a los dieciséis - caso por el que me sobreseyeron-, las fiestas locas que mi fraternidad organizaba y de las que yo participaba, hasta los nombres de las celebridades con las que supuestamente me he acostado. Cabe destacar que el noventa por ciento de esos nombres fueron arrojados al azar y sin fundamento.

Estoy cansado de verme en el centro de la polémica y por primera vez coincido en que alejarme no es una idea tan descabellada.

Rento una Jeep Wrangler con vistas a mi nueva expedición y subo mi equipaje al lado del acompañante.

Por casi ocho meses jugaré a ser Spencer Rauch. Adoptaré el apellido de soltera de mi abuela materna y nadie me asociará con mi padre y sus anhelos políticos.

Durante este tiempo he tenido dinero, chicas, un trabajo que me agrada y una vida que es la envidia de muchos. Sin embargo, lo que nunca he conocido es el cariño de un padre, ni su orgullo por mis logros. Tampoco una palmada en el hombro o palabras de afecto.

Fui el niño consentido de mi madre, cosa que siempre lo molestó y lo seguirá haciendo hasta que alguno de los dos se vaya de este mundo.

Conduzco por la carretera y mis músculos se aflojan de inmediato. La música que retumba en la cabina es mi compañera y presiono el botón del volumen, elevándolo.

"Pink" de Aerosmith es un clásico de clásicos y canto a todo pulmón; la sensación de libertad es placentera y ni siquiera he llegado a mi primera parada: Greensboro.

El tráfico es un poco intenso en este momento; pese a haber procurado salir temprano, el horario de apertura de la tienda de autos me ha demorado lo suficiente como para estar al borde de la hora punta.

Las canciones pasan una tras otra así como los mensajes de mi madre, quien me pide cordura, serenidad y no sé cuántas cosas más que probablemente le haya dicho su terapeuta para sí misma. Miro mi teléfono y me propongo responderle más tarde con las coordenadas de mi estadía.

A ella no puedo ocultarle donde estaré.

¿O sí?

¿Y si me sucediera algo? Ella y Tori son las únicas que acudirían a mi rescate así tuvieran que rentar un helicóptero y saltar desde las alturas.

Joya del mar - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora