Capítulo 5

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—¿Le diste los niños a tus demonios para que se los coman? ¿Has perdido la cabeza? —Completamente boquiabierta, Faye se detuvo en el centro de la habitación con poca luz, mirando a Bas. Aunque el demonio de ojos rojos se alzaba sobre ella, se negaba a dejarse intimidar por él. Especialmente ahora, cuando estaba tan furiosa.

Le dio de comer los niños a sus dos demonios. Lo repetía una y otra en su mente, porque no se podía creer que hubiera hecho algo tan tonto en los cinco minutos que le había dejado solo.

Este asunto era mucho más grave de lo que él podía adivinar. Uno no iba y jodía con Love. Sólo lo hacía con un gran ejército.

Y él era un tacaño con unos pocos miles de demonios. Se burló de su ira.

—Harías bien en elegir otro tono, no vaya a ser que te añada a nuestro menú. Recuerda que de no ser por mi buena voluntad, todavía estarías recogiendo mierda de pájaros en el campo abierto donde los dioses te dejaron para que te pudrieras.

—¡Y tú te encontrarás en medio de una enorme tormenta de mierda cuando Love se entere de esto! Ahora nunca te guiará a su compañera. Ya puedes olvidarte de encontrarla.

—No tendrá que hacerlo. Una vez que controlemos a sus engendros, serán capaces de olfatear a su donante de adn por nosotros. Es una solución mucho más fácil y rápida que la tuya. —Una lenta y maligna sonrisa retorció sus labios—. Además, no ha regresado. Estoy pensando que nos ha traicionado.

Faye luchaba por no poner los ojos en blanco hacia el hijo de puta, pero teniendo en cuenta lo que le había hecho hasta al último miembro de su tribu que había cometido ese error, no quería poner a prueba la paciencia del demonio. A pesar de que ella era basilinna y una guerrera feroz por derecho propio, no era rival para el antiguo demonio y sus aterradoras habilidades. Y eso sólo la enojaba más.

Una vez su tribu y ella habían hecho huir despavoridos a los propios dioses. Pero los gallu eran otras entidades por completo. Y habían sido creados para ningún otro propósito que poner fin a panteones y masacrar a los dioses.

Lo que les hacía extremadamente letales, incluso más que las Amazonas Escitas. El único miembro de su tribu que podría enfrentarse a ellos era Love. Nadie estaba seguro del porqué. Aunque Love siempre había sido muy hábil, algo había sucedido cuando se emparejó con su dragón que había pateado sus habilidades hasta un nivel completamente nuevo.

Desde entonces...

Fue por eso que Zeus las congeló en piedra. Había sido la única manera de que dejaran de derrotar a los dioses griegos contra los que luchaban.

—¿Mi señor?

Ambos se volvieron para ver al segundo al mando de Bas, Namtar, acercarse con un nerviosismo que no presagiaba nada bueno.

Especialmente no para Namtar. Agradecida porque distrajera el foco de la ira de Bas, Faye dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio al demonio.

Arrodillándose ante Bas, tragó saliva audiblemente mientras una gota de sudor bajaba por la piel color caramelo oscuro. Era obvio que preferiría estar en cualquier otro lugar del mundo que aquí ahora mismo.

Se aclaró la garganta y finalmente le habló a Bas.

—Tenemos un pequeño problema, mi señor.

La expresión en el rostro de Bas era una de asesinato apenas contenida.

—¿Cuál?

—Los niños...

—Se volvieron gallu.

Namtar negó con la cabeza lentamente.

—No, mi señor. Parecen ser inmunes a los mordiscos gallu.

Faye no estaba segura de cuál de ellos estaba más sorprendido por la noticia.

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