Capítulo 8

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Milk sintió la oscuridad prohibida que la acechaba. Era la misma contra la que había luchado el día que Hadyn había muerto. El mismo mal que había ido por sus kinikoi desde la hora que habían ocupado sus puestos sagrados. Debido a quién y lo que eran, el peligro era una parte natural de su existencia. Siempre habían sabido de él y lo aceptaban como una amenaza siempre presente a punto de estallar y matarles a ellos y a todos los que se les acercaban.

Fue por eso que se quedaron solos e hicieron todo lo posible para que nadie se acercara a ellos. Todos aquellos a los que amaran podrían ser utilizados en su contra, en cualquier momento.

Teniendo eso en cuenta, debería haberlo pensado antes de intentar tener una familia con Love. Pero ella había sido tan irresistible esa noche cuando había estado de luto. Había necesitado la comodidad física para aliviar su corazón doliente y Love había necesitado de alguien para aliviar sus antojos.

Ahora...

En forma de dragón, ladeó la cabeza para sacudirse los extraños ruidos de rozamiento que nunca había oído antes. En su mente, llevaba los recuerdos de Love de sus hijos. Y el total del amor, la devoción y la adoración con los que ella dio a luz a sus dragonets la calentó profundamente. Si cerraba los ojos, casi podía fingir que también la quería.

Y lo que más odiaba era lo mucho que deseaba tener esa parte de Love. Pero al menos Love amaba una parte de ella.

La mejor parte.

Irascible y alegre, Edena era la imagen misma de su Love en la flor de su juventud. Largo pelo rojo llameante con flequillo que siempre oscurecía sus ojos y causaba que su madre la castigara por esconder su vibrante color dorado del mundo.

Su hijo era fuerte y alto, desafiante y demasiado rápido con sus respuestas sarcásticas para la paciencia y la cordura de su madre. El cabello de Haydn era un tono más profundo de castaño, y su piel era aceitunada como la de Milk. Dónde Edena tenía la piel de porcelana de su madre con un poco de pecas sobre su nariz, Hadyn no tenía ninguna en absoluto. Ambos tenían los pómulos altos de Milk y la forma felina de los ojos de su madre. Pero eran los profundos hoyuelos de Edena los que debilitaban su corazón. Igual que su Love, tenía una sonrisa que podría iluminar la noche más oscura y debilitar la resolución más severa.

Que los dioses se apiadaran de a quien dedicara esa sonrisa.

Y estaba tan agradecida de que hubieran nacido humanos. De que los dos se salvaran del odio de su madre hacia su especie. Que ninguno hubiera visto en los ojos de Love la condena despectiva que había vislumbrado a veces dirigida hacia ella, cada vez que hacía algo demasiado dragonino a su alrededor.

Pero esos días de ocultar su verdadera naturaleza habían quedado atrás. Si querían inclinar el dragón...

El dragón estaba aquí y listo para la guerra.

Vengan aquí, perras.

Doblando las alas, voló bajo, siguiendo sus olores hasta que estuvo seguro de que sus hijos estaban cerca de los restos desmoronados de un antiguo templo. Luego cambió a su forma parcial humana, dejando sólo sus alas para poder seguir rastreando siendo igualmente letal, y explorando toda la zona. Un escalofrio le erizó el bello de la nuca mientras escuchaba a los vientos sacudir la tierra a su alrededor.

Todavía sentía la presencia del mal inquietante. Le rodeaba. Pero más que eso, captó el olor de algo aún más peculiar...

Arcadiano.

¿Qué demonios?

Su nariz se crispó por el olor familiar. Era similar a Aou y sin embargo totalmente diferente. No su hijo, sino un pariente.

˗ˏˋ 26 MilkLoveˎˊ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora