Capítulo 2

117 15 1
                                    

Milk maldijo mientras esas palabras cortaban el silencio inmediato y se hacían eco en la habitación. Toda la atención se dirigió directamente hacia ella mientras quedaban boquiabiertos al cómico unísono.

Antes de que Milk pudiera pensar en escaparse, Boun tomó su mano entre las suyas y la revisó para ver la marca correspondiente. Chasqueando la lengua, negó con la cabeza con desaprobatoria condescendencia.

—¡Milky! ¡Tienes algunas explicaciones que dar!

Empujó a Boun por su mala imitación de Ricky Ricardo. Boun se rio con buen humor. Nada realmente inmutaba a ese enorme hijo de puta.

New se alejó de donde había estado revisando la nariz rota y los labios sangrantes de Serre.

—¿Es eso cierto, Milk? ¿De verdad estás emparejada con... ella? —por la forma en que vaciló, era obvio que había tenido que luchar por usar un término más cortés.

Soltando un suspiro cansado, Milk asintió lentamente.

—Sí, los dioses odian mis entrañas. Y tienen un sentido del humor enfermo. —De ahí la prueba viviente delante de ellos.

Le habían emparejado a ella.

Una nacida dragón con una nacida caza dragones Arcadiana.

Cherif resopló.

—Bueno, eso explica el misterio de tu falta de interés en los hombres todos estos años. Asumimos bien.

Milk le mostró una sonrisa irritada.

En realidad, habría preferido mucho más ser hetero que verse obligada a su celibato involuntario. La peor maldición de su especie era que los varones emparejados eran físicamente incapaces de dormir con alguien más que sus hembras apareadas. Una vez que las Parcas les asignaban un compañero, no podían tomar ninguna otra, siempre y cuando esa compañera viviera. El enlace era definitivo.

Y si bien ella había nacido hembra, cuando mezclaron su fuerza vital con la del varón humano había conservado ambos sexos, una hermafrodita, por lo que era capas de tomar forma masculina si así lo deseaba, así que la maldición de los varones también le había afectado a ella.

El día en que se había alejado de su esposa, había sabido exactamente a qué estaba renunciando. El alto precio que debía pagar por su libertad y cordura... lo cual decía todo sobre la farsa absoluta y el infierno que era su matrimonio.

Asegurándose de mantener su expresión en blanco, cruzó los brazos sobre su pecho.

—¿Qué estás haciendo aquí, Love?

—Tenemos que hablar... solos.

Sí, claro. Fui a la guerra a entrenar para mi matrimonio... solo para que ellas nunca hubieran funcionado del todo bien para ninguna de las partes.

A menos que estuvieran desnudas y Love en celo.

Lamentablemente, eso sólo sucedía dos veces al año, y se podía decir por su postura cabreada que no había suerte esta noche.

A menos que Love fuera a destriparla. Eso podría ser interpretado como un paso adelante respecto a su situación actual de celibato.

Milk sacudió la cabeza.

—Te dije todo lo que tenía que decirte hace mucho tiempo.

—Las cosas han cambiado.

—Yo no, y tengo serias dudas que tú lo hayas hecho. Diablos, incluso estás con la misma ropa que tenías la última vez que te vi. ¿Y eso ha sido hace cuánto? ¿Tres mil años? ¿Más o menos?

˗ˏˋ 26 MilkLoveˎˊ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora