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Jaemin gimió cuando su teléfono celular sonó por tercera vez en una hora. Vibró en sintonía con el sonido de "Candy" y se restregó un ojo soñoliento. Estaba a sólo un brazo de distancia, pero no podía encontrar la energía para moverse.

Y era culpa de Jeno, estaba seguro.

El sexo había sido asombroso y no había estado tan sorprendido cuando el hombre salió corriendo, era la naturaleza de las conexiones. Pero después de unos días, la fatiga comenzó a adueñarse de él y no era capaz de comer sin que su estómago hiciera un gran alboroto. Al principio, pensó que había contraído una ETS. Después de todo, no habían usado una protección algo que era muy impropio de él. A pesar de ser un perro caliente, siempre se protegía. Pero con Jeno nadie parecía existir, y el preservativo en su bolsillo fue olvidado. Rápidamente concluyó, que había contraído gripe del tipo. Sin embargo, le preocupaba las consecuencias de no usar protección. A dos semanas de aquella noche y todavía no tenía energía para hacer nada, pero su estómago se sentía un poco mejor esta mañana.

Dónde crees que vas, bebé...

Pensó que la mejor manera de lograr que su celular se callara, era tratar con el así que puso todo lo que tenía en agarrar el teléfono. Vio que era su jefe.

—Hola jefe. Lo siento.

—Cristo, suenas horrible —, dijo el hombre. —¿Supongo que no puedes hacerlo hoy?

—Sí, sobre eso. No creo que pueda levantarme de la cama. Sin embargo, trabajaré en el proyecto en casa.

—Está bien. ¿Has visto a un médico?

Doctor. Había tenido la intención de hacer una cita, pero lo calificó todo con un buen resfriado anticuado.

—Creo que lo haré.

—Por favor, hazlo. Odiaría encontrarte muerto en tu cama. Bebe mucha agua y descansa. No te preocupes por nada, lo tengo cubierto.

Colgó y se comprometió en compensar al hombre. Su jefe era sobre todo estupendo y a veces se sentía como un buen amigo en lugar de un supervisor. Suspirando, se relajó, los músculos de su brazo se sintieron estirados con el simple acto de alcanzarlo. Mientras se formaba una opresión en el vientre, gimió y miró la puerta de su cuarto de baño. Respirando profundamente, levantó el torso de la cama y jadeó cuando sus pies descalzos entraron en contacto con el frío suelo. Le dio un escalofrío y se estremeció. La debilidad y la miseria general eran tan potentes, que quería arrastrarse de nuevo bajo las mantas, pero necesitaba orinar y no tenía ganas de ir al baño.

Haciendo un gran esfuerzo, cambió su peso a sus piernas y se dirigió al cuarto de baño, su equilibrio apagado. Rozó el marco con su hombro y murmuró un débil "Ow". Pero cuando vació su vejiga, sonrió con alivio. Vio su reflejó en el espejo y se inclinó hacia adelante. Sus ojos se veían sin brillo, y su piel estaba pálida.

Jesús, me veo como la mierda. Gracias, Jeno. ¿Qué tipo de nombre es ese de todos modos? No era un nombre real, estaba seguro. Lo que sería una mierda cuando tratara de rastrear al hombre para averiguar si estaba limpio o no. Se encogió de hombros, sacudió su po*lla y luego la metió en sus pantalones de deporte. Ignoró la tentación de colapsar en la cama y se dirigió a la cocina. Abriendo la nevera, se rio cuando el olor le golpeó. No era agrio, solo... fuerte. Colocó los ojos en una botella de agua.

—Está bien, estómago. Realmente te amo, así que sé amable conmigo, ¿por favor? Te lo prometo, no más burritos de la gasolinera —, dijo y bebió un sorbo de agua. La frialdad que se deslizaba por su garganta era agradable y cuando su estómago no se quejó, se relajó. Pensó en probar un poco de avena, pero no quiso presionarlo.

Calor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora