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Una semana después...

—Aquí, prueba esto. Es un brebaje un poco diferente —, dijo Jeno, mientras sostenía el vaso de líquido de mierda.

Jaemin lo miró fijamente.

—Define un poco.

—Añadí un poco de canela para el gusto.

Lanzando sus manos en derrota, aceptó y se lo tragó. Había renunciado a discutir con Jeno acerca de beber el brebaje. Jeno preguntaba muy bien al principio, pero rápidamente se hizo autoritario y maldita sea, algo dentro suyo le gustaba la autoridad del hombre. Al menos se sentía mejor. Por supuesto, había vuelto a comer como un caballo estos últimos días viviendo con Jeno en medio de la nada.

Meneó la cabeza.

—No. Todavía sabe cómo a pies.

El hombre parecía cabizbajo ante eso, pero empujó un plato grande delante de él. No vaciló. Tomó la losa de madera en sus manos y tiró de una naranja en su boca. Suspiró, mientras el fresco jugo cítrico estallaba en su boca. La comida parecía saber mucho mejor ahora. Olía bien también.

—¿Dónde está la ciudad más cercana? —Preguntó.

—Cerca de cuarenta minutos. —Jeno se sentó a su lado, el marco de madera crujiendo mientras sostenía su peso.

—Quiero ir. Necesito estímulo y contacto humano. No tienes televisión, mi computadora está en mi apartamento. Ni siquiera hay un libro. Me voy a volver loco. Y necesito que la gente sepa que todavía estoy vivo.

Jeno suspiró. Estaba claro que a él no le gustaba esa idea, pero necesitaba salir.

—Bien. Pero tú permanecerás a mi lado en todo momento. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. — Con esto, dejó su comida y se levantó. Su energía había regresado y ya no se sentía mareado mientras caminaba. Sacó un par de pantalones vaqueros limpios y una camiseta de la mochila. Se quitó la ropa hasta quedar en boxers, luego empujó su cabeza a través del cuello de la camisa y lo alisó por su cuerpo. Sus pantalones eran lo siguiente, deslizó la tela vaquera por sus piernas fácilmente. Tirando de las solapas juntas, se congeló. No podía conectar los dos y respirar al mismo tiempo. Frunciendo el ceño, se dio unas palmaditas en el estómago. Nunca había tenido abdominales, pero... la comprensión de que estaba haciéndose más grande en esa área, lo hacía retroceder a la realidad. Pero en lugar de temor y conmoción, miró a Jeno con enojo.

Al parecer percibiendo sus emociones, el hombre se volvió a mirarlo.

—¿Estás bien?

Soltó una carcajada.

—¿Estoy bien? ¿Me estás tomando el pelo? ¡Mira! — Para demostrar su punto, trató de tirar de las solapas juntas. — ¿Sabes lo difícil que es mantener este cuerpo sentado en mi culo durante ocho horas al día? ¿Sabes cuántas veces tuve que pasar de ese burrito por verduras mixtas? No, no lo haces porque no estás... — No podía decirlo. Sabía que cada día que pasaba, se volvería más obvio y tendría menos excusa para negar la verdad. ¿Quién mierda soy? —Oh Dios mío. ¿Voy a tener estrías?

Jeno frunció los labios meditando, al parecer pensando en una manera de responder sin agravar su estado de ánimo.

—Los shifters sanan bien.

—¿Eso es? ¿Eso es todo lo que puedes decir? —Gruñó, sintiéndose peleador. Necesitaba sacar sus frustraciones y Jeno era lo más cercano. Se frotó el vientre, sintiendo una redondez suave que no había estado allí antes. Trató de imaginar al pequeño cómodo y confortante dentro de sus entrañas, pero era difícil. De repente, se echó a reír hasta que las lágrimas le llenaron los ojos e hipo. Cuando bajaron, dijo —Estoy malhumorado, ¿no? Siempre me preguntaba por qué papá se veía azotado cuando mamá estaba embarazada de mi hermana.

Calor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora