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Un mes después...

Jeno sonrió, mientras Jaemin roncaba suavemente, su rostro se relajaba, mientras dormía. Pasando la mano por el hombro de su hombre, pensó que podría estar soñando. Jaemin había estado en su cama todas las noches y aunque se ponía de mal humor y sarcástico de vez en cuando, parecía demasiado feliz. Sólo con ver a Jaemin sonreír su corazón se agitaba. Era un sentimiento al que no estaba acostumbrado, un sentimiento que anhelaba. Deslizó la palma y encontró la hinchazón de Jaemin. Cada semana se hacía un poco más grande, y el latido del corazón del cachorro se hacía más fuerte. Acunando a su hijo no nacido, Jeno cerró los ojos y apretó los labios contra el hombro de Jaemin. El suave golpeteo de la lluvia cayéndole ayudó a relajarse hasta que estuvo en el borde del sueño. Era tarde, y habiendo pasado la noche follando como conejitos, los había llevado a dormir la mayor parte del día. Jeno se dio cuenta de lo solitario que se había vuelto. Y lo mucho que quería una familia, una manada propia.

Un ronroneo suave llamó su atención y Rascal se subió en silencio a la cama. Se instaló contra Jaemin y se durmió. Los dos se habían convertido rápidamente en buenos amigos, Jaemin divertido por las travesuras del mapache. No pudo evitar sentirse como si su familia finalmente estuviera uniéndose. Tenía a su hombre en sus brazos y el cachorro cómodo y seguro en su vientre. Pronto su cabaña silenciosa y estéril se llenaría de risitas y desorden. No podía esperar.

El sonido del crujido del pasto lo puso en alerta. Con pasos silenciosos, se acercó a la ventana y se agachó. Tomando una gran dosis de aire, olía a algo almizclado, pero era difícil saber a qué tipo de animal pertenecía. La lectura de los olores era difícil bajo la lluvia, pero... se relajó mientras un oso negro vagaba por su camioneta, olisqueando el aire. Después de una rápida investigación del vehículo, el oso corrió hacia el bosque. Sabía que necesitaba hablar con Jaemin acerca de su hermano, pero había estado viviendo en un estado de felicidad en las últimas semanas y no quería quebrar la tranquilidad. Y si iba a mantener a su familia a salvo, tendría que hacer algo con SungHyun. No podían vivir en su burbuja para siempre. No era justo para Jaemin o el cachorro.

—¿Está todo bien?

La voz de Jaemin lo apartó de la ventana y ofreció a su hombre una sonrisa tranquilizadora. El cabello de Jaemin se erguía sobre su cabeza en un adorable enredo. Se limpió sus nublados ojos. Fue a reunirse con él en la cama y acercó a Jaemin. El hombre hizo un sonido como un ronroneo y se acurrucó contra él, su barriga golpeando su estómago.

—Sólo quiero estar aquí, todo el día —, murmuró Jaemin.

Tan agradable como sonaba, su instinto se puso en marcha.

—¿Te sientes débil otra vez? Tal vez no has estado recibiendo suficientes nutrientes.

—Nu-huh. No arruines el estado de ánimo, con el líquido de mierda, ¿de acuerdo? — Dijo Jaemin, levantándose para que sus ojos estuvieran a su altura. —Quiero decir, que estoy muy cómodo y me gusta. Es agradable no tener que preocuparse por terminar el trabajo y pagar las facturas y todo ese estrés, que induce la mierda del mundo real.

—Eso es bueno. —Deslizó el dorso de sus dedos, por la mejilla de su compañero, saboreando el calor y el color. —Quiero que estés cómodo y feliz.

—Bueno, estás haciendo un buen trabajo hasta ahora. —Dijo, bostezando.

La valoración de Jaemin fue directamente a su centro, acariciando al lobo dentro. Se puso duro al instante. Los alfas eran más sensibles de lo que la gente pensaría, necesitaban un elogio constante y acariciar su ego, algo en lo que Jaemin superaba sin intentarlo. Nunca se había sentido más masculino, más que un shifter desde que vivía con Jaemin. El hombre rió entre dientes y le agarró la po*lla, haciéndole aspirar.

Calor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora