Capítulo 7: El Mosto Más Dulce

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Mientras caminaba por los pasillos del punto de guardia, Galaad no podía evitar sentirse agotado. Había sido un día largo y agotador, con constantes rondas de patrullas y estar en alerta constante ante posibles ataques enemigos. A pesar de estar acostumbrado a esta rutina, el cansancio comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Sin embargo, había algo más que lo mantenía inquieto: una sensación de sed que lo acosaba sin piedad. Con cada paso que daba, su garganta parecía secarse más y más, como si el aire en el punto de guardia fuera completamente desprovisto de humedad.


Decidió que lo mejor sería buscar algo de beber y así aliviar su sed antes de seguir con su turno. Además, había escuchado rumores de un lote de vinos nuevos a la ciudad y no podía resistir la tentación de probarlos. Galaad abandonó su puesto de guardia con determinación y se dirigió a la mesa secundaria del comedor donde podría probar los nuevos vinos importados.

Sin embargo, poco después de dejar su puesto, sintió que se le erizaba el pelo en la nuca. Al voltear vio a Elya, de brazos cruzados.

—Eh, ¡gracias por parcharme el puesto! ¡NADIE se dio cuenta de que la entrada del salón estaba sin guarda! El maestre me va a sacar las patillas a jirones por tu culpa.

—Pero si yo soy tu maestre...

—Pero no uno normal, sino uno bien merluzo.

—A ver, un momento ¿quién se escabulló de galán a la playa? Mírate, hasta te pusiste a nadar, so descarado, viniste a trapear todo el salón.

—No nadé, sólo asistí a la señorita Yonah para que no resbalase entre el roquerío.

—Todo el mundo sabe que la señorita es como pez para el agua, nadie te va a creer que no nadaste con ella, viejo. Más encima, ella también anda empapada, está bien sospechoso.

—Deja de chupar vino que estamos en labor. No hice nada raro con la señorita.

—Oh, no seas así, no me pongas esa cara de renacuajo hombre, deja que me tome este chupito y me voy.

—Chupito le dices ahora a tomarte la barrica entera.

—Tengo un poquito de se'.

—Como sea, vuelvo al puesto.

—Espero te cases pronto, a ver si se te quita lo amargo.

—Sí, como sea.

—¿Adónde vas? Te vienes conmigo que si te ven así de mojado te van a retar. Ven y finge que me acompañas a beber y que te caíste al agua por recogerme en mi borrachera.

—¡Primera vez en mi vida que escucho una excusa tan creíble! Pero para que te crean, tienes que beberte la barrica entera que con tu porte de trinquete, una copa ni te hace ni cosquillas.

—¡Por los viñedos de Selili, adentro!

Galaad empinó la copa y el primer trago le pareció demasiado dulce. No era lo que acostumbraba a beber, se saboreó como quien bebe ajenjo y luego miró desilusionado el licor. Para no quedar mal ante las doncellas observándole del lado contrario al salón, Galaad bebió un segundo trago estirando la mano, agarrando a Elya.

—Viejo, ¿no le sientes algo raro al vino?

Curioso, Orel se acercó buscando oler el licor pero Elya no lo permitiría, él muchacho sólo bebía un jarro de cerveza al mes y con tal de evitar el escorbuto en el barco, en tierra no se justificaba... si es que en algún momento esta práctica tuvo sentido, claro está. Elya olió el borde de la copa con evidente asco.

—Pues no, es sólo vino dulce... al que le pusieron más azúcar. Está bien malo. Pa' eso, mejor tomas jugo.

—Que no viejo, no es eso, esto está raro. Mira, bebo desde los cinco años, sé cuándo el vino tiene algo raro y este tiene algo raro, te lo digo yo.

Cuentos de Cielo y Mar: Shipwrecked 🌊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora