O
rel procuró en apurarse en sus menesteres con tal de llegar primero a la revista pero Elya le relajaba una y otra vez hasta conseguir que el chiquillo aminorara el paso, permitiendo que el cochero les llevara a su ritmo al palacio que ejercía como la Escuela de Caballeros. Construido anguloso y más cercano a fortaleza que a morada, el internado constituía la mitad de sus actividades, para muchachos de otras partes de Selili cuyos padres pudiesen costear la educación más exquisita del reino; mas Elya prescindían del internado pues su labor ya estaba enfocada a la enseñanza de los jóvenes Cadetes.
El patio interno ocupaba el centro principal donde niños desde los seis años jugaban, a veces entreteniéndose con muchachos de la edad de Orel o un poco mayores, como los hijos de Galaad. En ocasiones programadas, el patio servía para entrenamientos o ensayos de desfile, aunque era raro, ya que para estas actividades existían otros patios más pequeños y privados.
Orel observaba a los más pequeños correteando mientras una tormenta de recuerdos le sacudía. En su mente, los chismes de rebeldes en la academia, aquellos que intentaron saltar sobre los muros y perderse en la libertad del aire fresco, parecían ahora algo extraño tras tanto tiempo en el mar. La sensación de estar atrapado en el suelo, entre muros, le resultaba ajena. Sin embargo, se había enterado de las consecuencias. Sabía bien que algunos estudiantes, rebeldes o simplemente sin talento, habían intentado escalar los muros y escapar, con resultados desastrosos: huesos rotos y una factura considerable en la enfermería.
El contraste entre el bullicio de los niños jugando y el peso de su propia melancolía le resultaba casi insoportable. ¿Qué quedaba para él en estos pasillos? Todo parecía tan ajeno después de los años de mar, de la vida impredecible, del viento y las olas.
A su diestra, Elya notó cierta melancolía en quien pretendía ser su lacayo en público.
—¿A qué viene esa cara larga, Lito? —preguntó Elya, notando la melancolía de Orel—¿Extrañas el Alba?
Orel resopló y dejó escapar un suspiro pesado, sin ocultar su opinión.
—La disciplina del Alba Calypso no tiene comparación. La disciplina aquí... parece casi de juguete —confesó Orel con un tono amargo, como si aún pudiera oír el estruendo de las olas golpeando el casco del navío— Y aún así... aunque tenga que volver al internado, cerrado entre cuatro paredes, se siente... bien. Aunque no sé si eso sea lo mejor. Después de todo, trabajar en el Alba no es fácil, pero la brisa, las olas... hay algo, una extraña sensación de libertad, a pesar de que un barco es una franja entre la vida y la muerte.
Elya lo miró de reojo, levantando una ceja con una leve sonrisa.
—No seas tonto, Lito — Revolvió el cabello de Orel, tratando de aligerar sus pensamientos— Es mejor quedarte aquí y aguantar. Si no lo haces, con lo que me toca a mí, te será aún peor. Recuerda que estoy en tercer año y eso significa ser un "profesor" de los de primero y segundo —Elya soltó una sonrisa ladeada, con una mirada burlona—Y ya sabes cómo me gusta educar.—¿Profesor es el título que recibirás?
—Mejor dicho, Instructor.
Orel reflexionó sobre el asunto. Después de todo, a Elya solo le restaba un año en la Academia; luego, egresaría para servir directamente al rey. ¿Sería un guardia real o elegiría la vida en altamar y su vida de contramaestre?
—Nos vas a instruir en el arte de aguantar tablazos en el trasero—respondió Orel, con una mueca de disgusto—Es lo que mejor sabes hacer. A Adiel lo dejaste sin trasero de tanto tablazo que le diste.
—Habría recibido menos si hubiese obedecido más.
—¿Y yo, qué? ¿O la tabla es tu forma de decir "te amo, Lito"?
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Cuentos de Cielo y Mar: Shipwrecked 🌊
Novela JuvenilEn un mundo marcado por la traición y el destino, Elya y Orel, dos jóvenes ligados por la sangre pero separados por secretos, arriban al reino de Selili, a bordo del Alba Calypso. Con Elya como protector y mentor de Orel, los dos deben enfrentarse...