Capítulo 8: Viento en Popa

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Llegó el último día del tercer mes. Galaad llevaba semanas contando los días. Aún no arribaba el Alba Calypso a Selili cuando ya tenía arreglado un almuerzo, idea que comentó a su amada Perla al poner pies en su morada en la costa. A Galaad le gustaban mucho las fiestas y las comidas, en parte por el vino pero eran las risas lo que le llenaban. Él se admitía como un tipo simple al que le gusta comer y reírse rodeado de gente, esa era su vida. Y de hecho, en Selili era conocido por tener una tripulación por familia, pues tenía ocho hijos, todos varones; con los que paseaba a menudo por la playa privada de su palacio.

Y esa mañana tan brillante, Galaad se alzó de la cama a su hora habitual, a las cuatro y media; canturreando por su morada una canción que siempre tenía en la cabeza.

Las siervas en la cocina se reían con la canción, la cual parlaba de un marino tan perdidamente ebrio al que sus colegas le trataban como a despojo; y se imaginaban a su maese en tales condiciones pues Galaad amaba cualquier licor que le dejara con sensación de "estar en altamar".

Estaba emocionado y un poco nervioso por la idea en su mente. Incluso envió carta prematura a su primo Sheva, hace un mes atrás, pero no había recibido respuesta de modo que se resignó a tener su desayuno sin invitados.

Planeó todo junto a su cómplice familia y junto a su siervo; se dirigió a casa de Elya a quien llevó, como desayuno, una botella de vino de cosecha tardía.

La actividad recién iniciaba en el palacio del pelirrojo cuando la primera visita del día se anunciaba a grito en cuello en el pórtico. El siervo intentó moderar a su amo pero Galaad sólo quería entrar y eso hizo, ignorando a los siervos saludándole pues tenía prisa.

Orel se adelantó a recibirle y Galaad dejó la botella de vino en manos de su siervo, agarrando a Orel por las axilas para montarlo en sus hombros.

—¿Qué hace por acá a esta hora? ¡El desayuno no está todavía!

—Qué me importa, no vine a embuchar ¿dónde está el viejo?

Elya apareció en el corredor y no pudo evitar reírse al ver a Orel muy cómodo en los hombros de Galaad, quien lo lanzó al suelo como si el jovencito fuera un gato y nada mal lo hizo al caer diestramente. Elya recibió el vino de manos del siervo, revisando la botella tallada hasta el gollete.

—¡Uf, se rajó la red!

—Sí, es el mejor que tengo.

—¿Y pa' desayuno? ¿No está muy fuerte?

—¡Ah, qué le hace el agua al pez! ¡Te tomabas la botella de un trago en el barco y ahora me vienes con ese cuento!

—Pues en el barco, era tomar vino o lamerse el sudor, ¿qué querías que hiciera con la sed?

Galaad palmoteó la espalda a Elya quien seguía examinando la botella, evitando que Orel la agarrara.

—Ahora vengan, vamos a almorzar a mi casa.

—¿No podrías avisar?

—Sí, pero ya no lo hice. Vamos.

—Tengo pendientes por...

—¡Deja todo para después, no seas merluzo!

—Pero, ¡es importante! Por la tarde llega un barco con mercancía de puerto Estrella, y me preocupaba pues está bien retrasado. Tengo que revisar todos los documentos y... el quebracho me mandó revisar algo y no lo he hecho.

—Bah, deja eso a un criado, ni que fueras tan buscado como el príncipe perdido de Selili.

—¿Y si lo fuera?

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