Capítulo 2 : Camaradería y Gestos Inusuales

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La recepción en honor a Lanbaoshi, la embajadora de Huaxia, se adornó con la opulencia que caracterizaba a la corte de Selili. La música de instrumentos de cuerda llenaba el aire, mientras las luces de las antorchas iluminaban los rostros de nobles con piel bronceada por el sol. Los trajes de los asistentes, confeccionados con telas ligeras y fluidas, parecían capturar la esencia del océano, cada movimiento una reflexión del agua en calma. El murmullo de las conversaciones, entremezclado con el tintinear de copas de cristal, creaba una atmósfera vibrante, pero también tensa.

 El murmullo de las conversaciones, entremezclado con el tintinear de copas de cristal, creaba una atmósfera vibrante, pero también tensa

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Los discursos se sucedían con una cadencia monótona, cada orador repitiendo las mismas palabras de bienvenida y promesas de prosperidad. Los ecos de sus voces reverberaban en las paredes del salón, un canto aburrido que resonaba en las mentes de los asistentes. Mientras el rey Tir Hadad, un hombre corpulento con una barba que parecía haber sido esculpida por un maestro, y la reina Aine, de porte elegante y rostro sereno, levantaban sus copas al cielo en un brindis por la paz, Elya y Orel intercambiaron miradas cargadas de inquietud. Mientras exploraban el salón, se sintieron como pez en el agua, mas su temor crecía con cada momento. La belleza del evento era cautivadora, pero había una sombra que se cernía sobre la celebración.

Elya y Orel se enderezaron, la tensión de sus palabras calando hondo en sus mentes. A primera vista, la embajadora se mostraba encantadora y diplomática, pero había un brillo en sus ojos que no podía ignorarse; una chispa de astucia que contradecía su aparente cordialidad. Su postura, segura y desafiante, contrastaba con la de otros nobles, que se aferraban a sus copas como si de ellas dependiera su futuro.

Elya sintió que un escalofrío le recorrió la espalda. Algo no estaba bien.

Mientras la noche avanzaba, la celebración se tornó aún más eufórica. Las copas se alzaban al unísono, brillando bajo la luz de las antorchas, la música se volvía más intensa, como si el propio mar estuviera cantando.

El rey, con su porte majestuoso, guiaba los brindis con entusiasmo, mientras la reina sonreía, su belleza iluminando la sala con una calidez que contrarrestaba la inquietud que crecía en el corazón de los Caballeros separados de sus colegas.

Elya y Orel decidieron seguir a la encantadora Lanbaoshi, ocultándose entre las sombras del palacio, mientras la música de un laúd y un arpa llenaba el aire con melodías suaves y pegajosas. Se deslizaron entre grupos de nobles que reían y comentaban sobre sus riquezas, ignorantes de la intriga que se gestaba.

Con cada paso, la tensión crecía; el murmullo de la multitud se desvanecía a medida que se alejaban del bullicio. Finalmente, vieron a Lanbaoshi apartarse de la multitud, su figura esbelta desapareciendo en un pasillo menos iluminado.

Elya y Orel se asomaron cautelosamente. Desde la distancia, sus miradas se posaron en la embajadora, quien conversaba en voz baja con Ethan, el intrigante duque siempre del brazo de Leien, su fiel edecán.

Aunque no podían escuchar las palabras que compartían, la inquietud en el corazón de Elya creció como un volcán a punto de erupcionar. Los gestos de Lanbaoshi eran animados, su risa aguda y burlesca resonaba en el aire. Ethan, con su aire enigmático y su sonrisa astuta, parecía estar completamente absorbido por la conversación mientras Leien se apartaba, vigilante al menor cambio en la luz.

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