Capitulo 22 ✞︎Eʀʀᴏʀ✞︎

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༒︎

𝐄𝐋𝐈𝐀

Después de firmar aquel papel que dicta que estamos casados, salí de su mansión oscura, literalmente corriendo. Y con mis amigos preguntándome qué sucedió, no hice más que gritarles histérica y enojada conmigo misma.

Es un maldito deseo en persona. Lo odio por eso, odio que provoque eso en mí. Los sentimientos que no debo de permitir.

¿Qué clase de sentimiento es esto? Ni compartimos una plática normal porque ambos no somos normales. Sólo espero que se me pase la necesidad de tener sus manos sobre mí. Porque no creo soportar más y me volveré completamente loca.

Félix estacionó la camioneta en el garaje de la mansión. Bajé sin decir nada; con mi cuerpo caliente y mi corazón latiendo nuevamente como nunca jamás lo sentí.

Entró directo a mi oficina. Sin esperar cierro la puerta detrás de mí, viendo a la persona que siempre odié. Mi cuerpo tiembla y mi respiración es notable porque mi pecho sube y baja con rapidez.

Matteo sonríe recorriendo mi cuerpo con morbosidad; asco es lo único que siento por este cobarde de mierda. Mis manos aprietan con fuerza la cerradura de la puerta detrás de mí. Él se acerca lentamente hasta quedar a dos pasos de distancia.

—Miel, que gusto verte de nuevo —su voz aguda me eriza la piel, por asco y miedo. Es lo que es, porque esta basura intentó violarme una vez. —No saludarás correctamente —corta la distancia y huele mi cuello. Mi cuerpo se congela y cierro los ojos con fuerza, esperando que sea una imaginación de mi ansiedad— La princesa maldita y descarada.

—¿Cómo entraste aquí? —pregunté armándome de valor. —¿A quién extorsionaste basura?

—No te imaginas cuanto te extraño —con sus nudillos acaricia mis mejillas, relamiendo sus asquerosos labios—. Esa boquita y esos ojos malditos.

—Vete a la mierda —fue lo único que pude decir. Me agarra del cuello apretando más; mis ojos se llenan de lágrimas que no quiero echar por cobardes como él. —Suel…tame.

Mi tamaño y fuerza no se comparan con el suyo. Él es más corpulento y su peso es el triple del mío.

—Deja de hablar a tu novio tan irrespetuosamente —me atrae hasta quedar cerca de mis labios y me besa bruscamente, que asco, no correspondí a ese beso—. No te hagas la difícil conmigo, no cuando andas de zorra con cualquiera.

— Escoria asquerosa —espetó con asco y repudio— ¿No sabes hacer otra cosa, que rogarme?

—Rogarte es muy poco —me estampa contra la pared sin soltar mi cuello, tanto que ya no siento el suelo. — Lastima que no seré el primero en desvirgarte.

— Suéltame…

—Ahora vas a ser tú la que me rogara, de rodillas —me baja, pero no me suelta, aflojando su agarre en mí. —El ruso tenía miedo —ríe sobre mi cara escupiéndome— ¿De qué? Sí. Ya te follo de todas maneras.

— Cállate —lo miré a los ojos y sonrió apenas falsamente— y que sí lo hizo. Él no es un cobarde como tú que tiene que agarrar a una mujer a la fuerza, imbécil.

—Te vas a arrepentir de haberte metido conmigo, Elia Dlacroix —me suelta y me mira de vuelvo de arriba abajo—. El asalto que hiciste en mis bodegas en New York, te atreviste a hacerlo y vas a pagarlo muy caro —me abofeteó con fuerza, tumbandome al suelo, río abajo, sintiendo la sangre recorrer mis labios y lamí mi propia sangre con su mirada sobre mí—. Disfrutare a tu hermanita pequeña.

Mi hermana, mi Lexie.

—¡Deja a mi hermana en paz, maldita escoria! —grité con rabia, y sin esperar mis lágrimas estaban cayendo por mis mejillas—. No vas a salir vivo de aquí porque yo misma te mataré basura.

Él ríe a carcajadas, dándose la vuelta, riendo como un desquiciado.

Creo que equivoqué con Slavik porque el verdadero demente está enfrente de mí.

Pero ¿cómo entró en la mansión con tanta seguridad, rodeando los alrededores?

— Sabes cómo caíste en mis manos hace tres años, preciosa —se inclina sobre sus rodillas, mirándome sonriente. Tragué grueso, queriendo saber quién me llevó con él ese día. —Ese día te informe que no debes de confiar ni en tu sombra, no es de tu sangre, pero muy cerca de ti —no, eso no puede ser— tu querido y protegido Félix.

No es cierto.

—Deja de mentir, no vas a lograr lo que estás pretendiendo hacer.

—¿Por qué debería de mentirte, cariño? —me agarra del brazo apretando sin medir su fuerza; hago una mueca cuando siento el dolor. —Allá tú si no me crees, pero vendrás conmigo.

—No me iré a ninguna parte contigo —lo empujo con la fuerza pequeña que tengo, logrando que se aparte solo un centímetro—. No hasta ver que mi familia esté bien.

Él asintió sonriente caminando de un lado a otro. En eso, no dudo en sacar mi arma y apuntarla; él no tardó en hacer lo mismo.

—No te equivoques, princesa —intenta acercarse, pero me corro de lugar hasta la parte detrás de mi escritorio.

—Solo es cuestión de un chasquido de mis dedos y estás muerto —informó con autoridad. —Crees que saldrás ileso si me llegas a tocar.

—No me importa; ya te tengo frente a mí y te mataré en minutos.

— Podrás hacerlo, pero —está vez, soy yo quien sonrió altiva— tendrás a todo el mundo detrás de ti, por haber tocado a la reina de la mafia rusa y toda Europa.

—¿Qué mierda estás diciendo? —su rostro palidece, negando con la cabeza—. ¿Te casaste con el ruso?

—No hace falta dar explicaciones —miró de reojo a la ventana y luego a su rostro rojo—. Das un paso más y estás acabado. D'luca, tengo a más de doscientos francotiradores rodeándote.

Él bufa sin creerme. No miento, su rostro está lleno de los puntos rojos de los francotiradores en la mira. Supongo que para algo sirven mis hombres.

—No vas a matarme, Elia —sonrió de lado. Sin bajar mi arma me acerqué a él, que no dio más pasos.

— Lo haré y haré que te arrepientas de haber tocado a mi familia —mi voz fría y hostil se hace notar—. Sabes cómo el bastardo del que se hace llamar mi padre me crió —levanté su mentón con el caño de mi arma haciendo que me vea, su mandíbula apretada viéndome con ganas de matarme. —Sabes que me crió sin tener piedad de nadie, en parte agradezco que me haya enseñado a ser un monstruo —mi rostro serio viéndolo con indiferencia—. Y la otra parte no, lástima que fuiste tan poco inteligente y viniste por tu propia cuenta.

—No te tengo miedo, no me mataste antes y no lo harás ahora.

Antes no lo hice porque, mi querido señor Maverick, me inmovilizo porque te juro por mi madre ya muerta que te habría matado con mis propias manos, disfrutando mancharme con tu asquerosa sangre —declaré con desdén—. Tengas o no a mi hermana, la encontraré.

—Si me matas no la vas a encontrar —su voz es ronca y no muestra miedo—, ella ahora está muy lejos y tú abuelo está siendo comida para tiburones, Princesse.

La puerta de mi oficina se abre de golpe, haciendo que mire en esa dirección.

Atlas entra con furia en sus ojos puestos en Matteo. Él camina a mí y me hace aún lado y lanza un puñetazo a la basura.

Empieza a golpearlo, una y otra vez.

𝐀𝐓𝐋𝐀𝐒

Cuando la idea de solo imaginar al cobarde de Matteo encima de mi hermana. Mi sangre irradiaba y mis alarmas se activaron. Cuando ella entró a su oficina, hombres aparecieron bajando del techo de la mansión así como de las esquinas.

Empezaron a disparar a matar; no dudo en sacar mi arma y empezar a disparar contra ellos. Félix a mi costado hace lo mismo; los demás Guardianes hacen lo mismo.

Todos avanzamos disparando, sin miedo a morir. Son alrededor de cincuenta hombres, con metralletas, armas bajas, y noto que tienen explosivos, los mismos de nuestras marcas. Los mismos que en el arsenal de Elia.

Maldita sea.

—Ve a buscar a Lexie —ordenó Félix.

—Se la llevaron, me informaron los francotiradores, que fue hace una hora después de que salimos de la mansión que ellos entraron y mataron a todos.

—Estos ineptos no sirven para nada; llama a Malishev, dile que su amada está en problemas.

—No jodas, Atlas, Elia me matará de haber pedido su ayuda.

—No importa, hazlo, yo me encargo de estos —dije mirando a cinco hombres que tienen armas escondidas; no tienen más municiones. Cavaron su propia tumba.

Entra en la cocina. Agarre los cuchillos más grandes y filosos. Pasé mis dedos por ellos e hice un buen corte en la palma de mi mano, comprobando que tiene buen filo, ya que mis hijos están atrás bien guardados.

Cuando levanté mi vista, los hombres de antes avanzaron sin armas. Bufé viéndolos con burla.

—¿Se acabaron sus balas? —rio a carcajadas haciendo enojarlos —¿Qué esperan idiotas? —apuntó con el cuchillo en su dirección y con estos hago una seña a que se acerquen.

—No eres nada sin tus cuchillos, niño —qué mal nacido.

—Bien, si tú quieres, te complazco —tiré los cuchillos al lavado y me preparé para que se vengan sobre mí.

Se turnan para lanzar puñetazos; esquivo devolviendolos. Me giro y salgo sobre el aire, golpeando su cabeza y al otro su estómago. El segundo no cae y niego con la cabeza. Me logra dar puñetazos en mi rostro, y costillas.

Un grito de enojo y adrenalina sale de mi garganta.

—¿No te vas a morir? —inquirí cansado de pelear, pero jamás me rindo —ya fue suficiente.

Me agarra del torso, golpeando mi costado. No tardó en dar codazos en su espalda. Me golpea contra la pared mi espalda; mis ojos van a la llamarada de la cocina que estaba encendida. Mis rodillas impactan en su nariz, haciéndolo retroceder. Lo agarró del cuello y acercó su rostro al fuego.

—Tu mayor error fue meterse con los D'lacroix, inmundo.

Sin esperar más, agarró el cuchillo de cocina y lo clavó en la garganta, matándolo al instante. Tire su cuerpo como una basura asquerosa.

Me giro al otro imbécil que retrocede, pegando su espalda a la pared.

—¿Por qué no hablas ahora? —me acerqué hasta llegar a él, agarré su cabello y le reviento la cabeza por la pared. —Te cortaré la lengua, así no hablarás más, rata de laboratorio.

Con el cuchillo en mis manos lleno de sangre. Él intentó sacarse, fue en vano porque. Lo apuñaló en el estómago cuatro veces. Apenas abre sus ojos.

—No todavía, no —cacheteo su rostro, lo agarró de la mandíbula y abrió su boca, metió la hoja en ella sobre sus labios; el filo corta su boca de ambos lados, abriendo la boca dos veces más grande que antes —para que aprendas a no hablar, maldito traidor.

Su boca quedó como el maquillaje del guasón de la película. Deje caer su cuerpo sobre el piso. De mis zapatos saqué mi navaja negra que tiene iniciales de la organización ALEM sobre el mango.
Sin titubear lo inserto en la cabeza del traidor, lo saco y vuelvo a colocarlo, para salir de ahí.
Y salir en busca de mi princesa Elia.


༒︎

😍😍Atlas💋

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𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ [en CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora