Genya se sacudió la mano de Murata de su hombro y dió un paso adelante, decidido a tomar acción. No podía seguir observando cómo el príncipe era tratado de esa manera. No podía seguir siendo un simple espectador.– Lo siento, Murata –dijo – No puedo seguir aquí sin hacer nada.
Murata lo miró sorprendido, pero Genya no se detuvo para darle tiempo a reaccionar. Se dirigió hacia el príncipe, que aún estaba siendo regañado por el rey. Genya se interpuso entre ellos, con una mirada desafiante.
– Con permiso, Su Majestad –dijo firme– Creo que el príncipe ha sufrido suficiente por ésta noche.
El rey lo miró sorprendido, pero Genya no se intimidó. Sabía que estaba tomando un riesgo, pero no quería seguir siendo un simple guardia. No soportaría seguir esperando órdenes de ataque, atacaría cuando se sintiera amenazado.
O bien, cuando sintiera que lo suyo era amenazado.– Genya, ¿qué estás haciendo? –preguntó en un susurro en grito Murata, acercándose.
– Estoy haciendo mí trabajo – respondió Genya, sin apartar la mirada del rey– No permitiré el sufrimiento del príncipe...
Murata dudó por un momento qué hacer, pero luego asintió y se quedó atrás, observando la escena con atención.
Sólo las personas valientes podían hacer tal cosa, y él no era el caso, obviamente.(Obviamente no puede involucrarse. Imaginen el caos que desataría el Dios Murata!!)
El rey, por su parte, parecía cada vez más enfadado– ¿Cómo te atreves a cuestionar mi autoridad, Shinazugawa? –preguntó.
Genya se mantuvo firme, sin intimidarse– No estoy cuestionando su autoridad, majestad. Estoy protegiendo al príncipe, que es mí deber cómo guardia.
El rey se puso rojo de ira, pero Genya no se amedrentó– Estás tomando una decisión que podría costarte la vida.
– He estado muerto por cuatro años – Contestó en un gruñido– No le tengo miedo a sus amenazas. Mí lealtad es para con el príncipe. Lo juré desde que quedó a mí mando.
Pronto, Muichiro se asomó a la escena desde atrás de Genya.
– Con permiso, padre. Me retiro a mi recámara– dijo, y sin esperar respuesta del rey se dió la vuelta y se fue caminando apresurado, esquivando a la multitud que, por suerte, no había prestado mayor atención a la escena que se había dado.
Genya lo siguió de cerca, protegiéndolo con su presencia imponente. Nadie se atrevió a acercarse al príncipe, ni siquiera los sirvientes. Ni siquiera Zenitsu, que lo había visto y escuchado todo de mano de Tanjiro y Nezuko.
El rey, aún enfadado, gritó detrás de ellos– ¡Muichiro! ¡Regresa aquí ahora mismo! – pero el príncipe no se detuvo.
Genya y Muichiro salieron del salón de baile y se dirigieron hacia la recámara del príncipe, dejando atrás la tensión y la confusión. Una vez que estuvieron solos, el joven Shinazugawa se dirigió a él.
– ¿Está bien, príncipe? ¿Está herido?
Muichiro negó, aún visiblemente afectado por lo que había sucedido– Me encuentro bien... gracias. Ya te puedes retirar.
El príncipe temblaba, o sus manos lo hacían, se veía realmente mal. Estaba al borde de un colapso por lo que podía presentir.
– No, príncipe. No me iré – dijo firme y decidido.
Muichiro lo miró con sorpresa, pero Genya se mantuvo firme – Por favor, Genya...te meterás en más problemas si te quedas, el rey podría perdonarte la vida si te vas ahora –insistió Muichiro, pero Genya negó con la cabeza.