Miriya... sé que estás cansada de escuchar siempre la misma historia, pero piensa detenidamente en lo que te diré.
Genya siempre estuvo seguro de que daría hasta su alma por Muichiro, su cuerpo, su sangre, su vida están a disposición suya sí la situación lo requiere.
– ¡Detente! – Miriya aguantó el llanto, mirando a su tío Inosuke– Estás diciendo que...mí papá...¿Está...?
– Por dios, no...no lo está – Muichiro agregó– Está preso...estará preso unos meses.
– No podemos visitarlo, Miriya...
•
•
•
Las noches se hacían incluso más largas que nunca antes. Muichiro nunca se había sentido tan vulnerable.
Su marido, su Genya, su hombre estaba allá afuera, torturado, mutilado...quizás masacrado mientras él dormía cómodamente en una cama, en la cama que él construyó para ambos, bajo el techo que él sugirió levantar...No toleraba la idea de que Genya no disfrutara de esto. Eran 3 meses de tortura. Y para este entonces, sólo estaban faltando 2 horas para determinar si su marido volvería.
Debía esperar paciente...debía ser fuerte por sí mismo, y por su hija.Oh, Genya...¿Por qué siempre eres tú quien paga por mis pecados?
He sido tan infeliz desde siempre...¿Por qué pagas por mí?
Lamentablemente Muichiro no durmió nada, simplemente se quedó despierto a la espera. Se levantó de la cama, yendo al living, dónde se paseó hasta que decidió hacerse un té de manzanilla para aliviar el estrés.
Calentó el agua que había ahí, dispuso el té sobre la taza, y mientras se servía con mal pulso, la puerta sonó:Toc toc.
Soltó la pava sin pensarlo, y al abrir, ahí estaba.
– ¡Genya! – Muichiro lo abrazó fuerte, sintiendo el frío calar hasta sus huesos. Pero a estas alturas no importaba.
– Estoy algo...mareado – Shinazugawa agregó, tambaleándose – No como nada desde hace días.
Muichiro le permitió pasar a la casa, y lo dejó sentarse en el sofá mientras acariciaba su rostro, su barba...su cabello.
– Pensé que...pudiste haber muerto – Muichiro se desplomó sobre el regazo de su marido.
Genya dejó escapar un suspiro profundo, entre el alivio de estar de vuelta y el cansancio de la larga tortura. Sus manos, temblorosas y frías, se posaron suavemente sobre la espalda de Muichiro, consolándolo mientras las lágrimas de este comenzaban a empapar su regazo.
—No voy a morir tan fácil, Muichiro —respondió con voz ronca, su mirada perdida en algún punto de la habitación. El dolor en su cuerpo no se comparaba con el peso de la culpa que sentía al ver a su esposo así, quebrado por la angustia.
Muichiro, aún con el rostro escondido en las piernas de Genya, apenas pudo hablar, sus palabras quebrándose entre sollozos.
—No puedo soportarlo, Genya... No puedo seguir viéndote así, sabiendo que estás sufriendo por mí, por nuestras decisiones. Yo debería haber estado ahí contigo... —Su voz se desvaneció en el silencio de la habitación, roto solo por el chisporroteo de la tetera que seguía caliente en la cocina.
Genya intentó sonreír, aunque sabía que no podía borrar el dolor de los últimos meses ni las marcas que llevaba en su cuerpo. —Estoy aquí ahora, Muichiro...¿Qué importa lo demás?