00. Prólogo

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El sonido del grito desgarrado cargado de angustia y dolor palpable le hizo trastabillar en sus pasos cuando atravesaba una de las tantas callejuelas de aquella ciudad olvidada por los dioses

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El sonido del grito desgarrado cargado de angustia y dolor palpable le hizo trastabillar en sus pasos cuando atravesaba una de las tantas callejuelas de aquella ciudad olvidada por los dioses.

Una parte de sí mismo solo quería justificar el sonido como uno más en la usual banda sonora que inundaba las calles desde que salía el sol hasta que se ocultaba. La otra, aquella que podía empatizar desde lo más profundo con el sufrimiento infligido a un ser desconocido, le rogó dar media vuelta y atravesar el callejón que lo llevaría a encontrarse en medio de una plazoleta rodeada por numerosos puestos que, por las mañanas, ofrecían toda clase de productos a los visitantes y ver por sí mismo la realidad de la mayoría de sus congéneres y, tal vez, brindarle una mano amiga.

—¡Perdón, piedad por favor! — aquel ruego desesperado pareció caer en oídos sordos, cuando segundos más tarde otro golpe sonoro rompió la quietud de aquellas últimas horas de la tarde. Incapaz de seguir su camino hacia la seguridad de su hogar dio media vuelta, atravesó el callejón y se unió a la infame pequeña multitud que diseccionaba sin piedad el espectáculo morboso frente a sus ojos.

—¡Maldito omega inútil! Un cachorro vivo, es todo lo que deberías poder darme y ni siquiera eres capaz de eso. ¡¿Cuál es tu maldita utilidad entonces?!

La bilis subió por su garganta mientras observaba con angustia revoloteando en su pecho como un alfa de mediana edad descargaba su injusta frustración sobre un joven omega que hacia lo posible por cubrir la gigantesca mancha roja que denotaba su vergüenza. La sangre producto de su devastadora pérdida se arremolinaba a sus pies descalzos, atravesando su ropa, manchando los pisos de piedra y corriendo como en pequeños canales a través de los surcos añejados.

—Piedad alfa, por favor... — su ruego fue ignorado una vez más, pero recompensado con una larga e intensa lluvia de golpes que lo dejaron casi inconsciente en medio de la calle.

La multitud indolente empezó a dispersarse cuando el alfa abandonó a su pareja moribunda después de gritarle que no se atreviera a aparecer en su casa hasta que la prueba de su fracaso desapareciera de su cuerpo. Decepcionados por el fin del espectáculo vespertino, los congregados empezaron a abandonar la plazoleta uno a uno, comentando entre sí la desgracia que habían presenciado y atreviéndose a cimentar la culpa sobre los hombros del pobre omega, crucificándolo en sus labios al ser incapaz de hacer la única cosa que alguien de su naturaleza debería poder garantizar.

Dar a luz a un niño.

Poco sorprendido ante semejantes opiniones, esperó pacientemente a la sombra de una columna hasta que la última persona de la desdeñosa multitud abandonó la plazoleta y el omega ultrajado empezó a dar señales de vida, sentándose lentamente y tratando de estabilizarse lo suficiente como para buscar refugio hasta que los efectos secundarios de su aborto natural amainaran y su alfa le permitiera volver al hogar compartido.

Acomodando la capucha sobre su cabeza, caminó lentamente en dirección del joven hombre. Sus pasos fueron firmes para no tomarlo por sorpresa y cuando estuvo lo suficientemente cerca, se acuclilló a su lado, extendiéndole un pañuelo para que limpiara el rastro de sangre y suciedad de su rostro.

Acqua Tofana (Hyunlix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora