Harwin Strong. V

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Why'd You Only Call Me When You're Hight? — Arctic Monkeys.

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(+18)

Lo amaba, lo adoraba. El castaño era su motivo de desvelos, pensaba demasiado porqué no podía llegar a amarla como amaba a Rhaenyra.
Hace algunos días se había enterado de la bastardía de los hijos de la princesa, lo cual era bastante obvio... pero nunca pensó que el padre legítimo fuera su propio esposo. El hombre al que le había intercambiado sus votos matrimoniales cuando era apenas una jovencita.

Y ahora estaba ahí, comiendo en la mesa de madera mientras retiraba la capa dorada de su espalda. Movía la cuchara con un sonsonete particular, bebiendo la sopa y triturando la verdura.

— ¿Cómo te fue hoy, Harwin? — finalmente preguntó la mujer. No había tocado el tema del que se enteró, le daba miedo su reacción.

— Bien. Los problemas en el palacio empeoran cada día. — contestó, poniéndose de pie sin ni siquiera haber acabado el plato.

— ¿Adónde vas? — lo observó dirigirse a la puerta.

— A beber. La guardia de la ciudad se veía emocionada por el nacimiento del príncipe Joffrey. — sonrió, completamente cínico.

La chica asintió, dejándolo marchar.
Nunca le había dado motivos para odiarlo, siempre la trató bien y la protegió cuando su padre quiso asesinarla... por eso le era tan difícil comprender su ausencia desde el nacimiento de Jacaerys, hacía ya algunos años.

Sin darse cuenta, cerró sus ojos, sumergiéndose en un largo sueño que la teletransportó a una realidad más agradable hasta que el toque en la puerta principal la despertó.

Abrió, observando a su marido en un estado de ebriedad demasiado alto. Ya era noche, las estrellas se habían alineado de una manera extraña. Lo dejó pasar, cargándolo hasta sentarlo en la cama.

— Te traeré mantas, no te muevas o te caerás. —  mencionó ella, dando la vuelta.

Antes de marcharse, el ondulado la tomó de la muñeca, negándole el paso. Ella volteó, confundida.

— Tengamos un hijo, Elissa... — susurró, haciendo que el cuerpo de la femenina se pusiera completamente blando, logrando jalarla para acostarla con él.

Nunca lo había escuchado mencionar esas palabras, nunca la necesitó para procrear. Quería llorar, golpearlo... pero se abstuvo. Dejándose llevar para verlo a los ojos y acariciar su rostro.

El marrón la besó, logrando una unión que no habían tenido desde hace mucho años atrás. La peli negra había olvidado por completo cómo sus labios complementaban tan bien con los de él, abriendo un poco la boca para dejar que el varón introdujera su lengua, saboreando cada rincón.

Harwin tomó el control de la situación, poniendo su cuerpo encima del de la mujer y ocupar una de sus manos para utilizarla como esposa en la muñecas de ella.

Continuó con besar su cuello, dejando marcas en él que nunca se borrarían aunque el cielo se cayera.

Una vez retiró su mano para romper violentamente la ropa que yacía encima del cuerpo de la mujer, Elissa aprovechó y dirigió sus manos para intentar quitar la armadura, sin éxito, incluso logrando cortar un poco la yema de su dedo pulgar. Involuntariamente se quejó, observando la pequeña herida.

Harwin sonrió ante el jadeo, sosteniendo la mano de la fémina para llevarla a su rostro y lamer la sangre que brotaba de la cortada. Finalmente, retiró la armadura por sí solo.

Ambos, completamente al merced del otro, exploraron con ojos y manos el cuerpo desnudo contrario. El castaño ocupó sus dos brazos fornidos para cargar a la mujer y llevarla a un rincón de la casa.

La espalda de Elissa chocó contra la pared, enrollando sus piernas en las caderas del varón y sus manos alrededor del cuello.

Introdujo su hombría con rapidez, dando estocadas sin dejar que la chica se acostumbrara al bulto que sentía dentro de ella.

Las uñas situadas en el cuello comenzaron a rasgar cada vez con más rapidez, dejando marcas rojas. Harwin reía al observar el rostro de su esposa, haciendo que su aliento a alcohol chocase con sus fosas nasales.

Cuando olía el vino, recuerdos de los rumores llegaban a sus oídos de nuevo, los cuchicheos de la gente hablando sin cesar y Harwin con la capa dorada.

Intentó hablar, quejarse en un momento inoportuno, pero las penetraciones del pardo no la dejaban ni siquiera lograr concentrarse con totalidad.

Una vez el líquido blanco y chicloso salió volando, Elissa apretó su cuerpo desnudo contra el abdomen del varón, abriendo la boca para comenzar a hablar. Siéndole imposible, pues él ya había situado uno de sus dedos en la boca de la dama.

— Vamos por el segundo combate, mujer... no dejaré que te rindas tan fácil. — la cargó nuevamente mientras la interrumpía, arrojándose a la cama y dejando a la chica encima de él.

Acomodó su masculinidad en la feminidad, meneando sus caderas y provocándola.
Cuando logró su cometido, Elissa comenzó a dar pequeños brincos continuos, situando sus manos en los hombros del castaño.

Cada vez lo hacía con más rapidez, viendo el rostro de su amado soltar gemidos desesperados.

— ¿Cómo lo llamaremos, eh? — preguntó él, sudando y con palabras entrecortadas. — ¿Qué tal Pearson? Conocí un... un hombre llamado así. — continuó hablando, sintiendo los brincos encima de él. — Si es una hermosa niña, la llamaremos Kalissa...

No dejaba de hablar, pero tampoco de soltar jadeos. La chica no respondía, simplemente lo escuchaba e intentaba no ilusionarse de más.

Curveó su espalda al sentir nuevamente el líquido, saliendo disparado hacia todos los lugares de la cama. Cayó, rendida, al lado del hombre. Suspirando rápidamente.

El hombre reía mientras limpiaba el sudor de su cara, volteando a ella después de acabar. Quitó los hilos de cabello pegados a su rostro, dando un beso en su frente.

Notó lo distraída que su esposa se encontraba, alzando una ceja, aún algo borracho. — ¿Te pasa algo, Elissa?

Ella suspiró, viéndolo a los ojos con una mirada rota, completamente triste. — ¿Los hijos de la princesa Rhaenyra son tuyos, Harwin?

El varón pareció abrir los ojos cuando escuchó el hombre de la Targaryen, incluso su esposa podría jurar que observó un pequeño brillo en él.

— Elissa, no creas esos rumores... — habló él, quitándose del lado de ella para sentarse en una orilla de la cama.

— No son rumores. Todo el mundo lo dice. — respondió, reuniendo valor para enfrentarlo.

No valió la pena, puesto que el hombre se puso de pie y recogió sus ropas, poniéndolas con rapidez antes de verla. — Eres mi esposa. Me denigra que pienses de esa manera. — mencionó, antes de finalmente atravesar la puerta de salida.

Antes de que saliera, una servilleta de lino cayó al suelo. Elissa se puso de pie, recogiéndola para observar el símbolo de la casa Targaryen y una R escrita en él. Lo apretó con fuerza, arrojándolo al fuego.

 Lo apretó con fuerza, arrojándolo al fuego

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