Aemond Targaryen. XII

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DO YOU REMEMBER ME??? — emily jeffri.

...

(P3)

Una gran daga cruzó su garganta, una ficticia pero que pudo hacerse realidad con una simple imaginación felina.

Se puso de pie, dejando el banco vacío y su cabello bien peinado, al igual que su ropa en orden. Estaba fastidiada de las vergüenzas que anteriormente el albino le había hecho pasar, sin ella merecerlas.

Con pasos sigilosos, y completamente sola, sin poder confiar en nadie en boca del ajeno, pisó hacia los calabozos para dirigirse al lugar de rezo que había descubierto gracias a la partida de la reina Alicent por las mañanas.

En lugar de entrar en donde se situaban las velas, dirigió sus pasos más allá, caminando por minutos incontables y llegar a un hueco, oscuro y poco difícil de encontrar. Pero al parecer, nadie se interesaba realmente por la ausencia del príncipe; solía desaparecer, unos días extra no le resultaba extraño a nadie.

Tomó una vela derretida que se encontraba en el suelo, empapándola de aceite para que prendiese. Caminó más dentro, percatándose de sonidos de forcejeos constantes.

No entendía cómo Benjicot había logrado aprisionarlo de una forma tan ridícula, al igual que le resultaba extraño que el castaño la contactase después de tantos años. Fueron amigos en la infancia...

Aunque la oscuridad la asustaba, se había acostumbrado a ella debido a su presencia en el castillo, aquel que carecía de luz y armonía. Todo era un simple desastre.

Se posicionó frente al albino, al cual le hacía falta su parche negro tan característico. La piedra zafiro estaba en él, completamente descubierta.

— ¿Tú tuviste algo que ver, cierto? — preguntó inmediatamente, sin ni siquiera verla a los ojos.

— ¿Eso le dices a todos los desconocidos? — devolvió la pregunta, cruzando las manos.

— Reconozco tus pisadas. Tan débiles como insignificantes. — respondió, alzando el rostro y su mirada chocando con el reflector de su parche del mismo tono que su piel.

...

A nadie le gustaba el ambiente que estaba presente en la ceremonia, pero era una boda Baratheon y el príncipe Aemond fue en nombre de toda la familia Targaryen. Por supuesto, su "amada" esposa, tuvo que ir con él y recibir todas las miradas.

"La pareja lisiada", susurraban a escondidas.

El brindis había comenzado, y las copas de metal comenzaron a chocar entre sí, hasta que fue el turno del peli blanco, que se puso de pie rápidamente para llamar la atención de todos.

— Brindemos por un nuevo matrimonio, uno donde hay amor de por medio y no una simple falsedad. — mencionó, tirando un balde de agua fría encima de la rubia. — Estoy seguro que ustedes se amarán, que Lord Borros ganará más batallas y que su nueva prometida... servirá para ser más que simplemente un estorbo del pasado en el futuro.

Toda la gente calló. Su comentario fue incómodo, pero era un príncipe, y no se le podía contradecir o reclamar un solo milímetro. Todos hicieron el brindis, al igual que Dianne, la cual no bebió ni una sola gota de la copa.

...

Más recuerdos como esos, completamente vergonzosos y poco envidiables, fueron presentándose en la mente de la mujer, observando con desprecio al varón delante de ella, el cual solamente lograba causarle repulsión.

— ¿Qué motivos tendría yo para no hacerle daño, príncipe Aemond? Está en mis manos ahora mismo. — respondió después de pensar en distintos escenarios.

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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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