Capitulo Nueve

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Te amo, Ford. Quiero que seas perfecto para mí. Y esta fiesta lo demostrará.

El día anterior a la fiesta anual en la mansión Noroeste comenzó con un aire de inquietud que se extendía más allá de los simples preparativos. Había algo más que perturbaba los pasillos, un villano que prontamente iba a provocar un gran caos si las cosas no salían como él quería.

A primera hora de la mañana, en una de las salas más opulentas de la mansión, el señor Noroeste, con su porte imponente y mirada severa, esperaba a Victor. Sentado en un sillón de cuero oscuro, jugaba distraídamente con un reloj de oro entre sus dedos.

Victor entró en la habitación e inclinó levemente la cabeza en señal de respeto, un gesto tan exagerado como la personalidad misma del rubio.

—Victor —comenzó el señor Noroeste—, me parece que es hora de que tengamos una conversación seria sobre Stanford Pines.

—Claro, señor Noroeste —respondió Victor con la mayor calma posible— ¿Hay algo en particular de lo que quiera hablar?

El señor Noroeste levantó una ceja, apenas disimulando su descontento.

—No soy un hombre que se inmiscuya en asuntos personales, Victor, pero esta situación me preocupa. Stanford Pines, por más que sea un obstáculo para mí, es un hombre brillante y lo respeto por ello. Su presencia aquí, bajo tu... ¿cuidado?, ha sido conveniente para mí, en cierto sentido. Ha dejado de hacer preguntas, ha dejado de investigar el pueblo. Pero me cuesta entender cuál es tu objetivo final en todo esto. ¿Qué buscas lograr con él?

El silencio que siguió a esa pregunta fue inquietante, incluso para el señor Noroeste. Los ojos de Victor lo miraban fijamente, como si su mente estuviera en un lugar inaccesible para el millonario.

—Mi único objetivo —rompió el silencio Victor— es desviar su atención de la investigación sobre el pueblo, que representaba un riesgo. Ahora, su mente está más centrada en cosas... más apropiadas.

El señor Noroeste soltó una leve risa, sintiéndose más relajado.

—¿Más apropiadas, dices? —repitió, su tono cargado de duda— A veces me pregunto, Victor, si esta obsesión tuya con Stanford Pines es realmente por el bien del pueblo o si tiene algo más... personal. Después de todo, todos podemos ver cómo lo tratas.

—¿Obsesión? —Victor sonrió, con un toque de malicia en su voz— Mi querido señor Noroeste, pensé que era más listo. Es beneficioso para usted que haga todo esto. ¿Por qué cuestionarme?

El señor Noroeste frunció el ceño.

—Es ilegal mantenerlo bajo un control tan... extremo. ¿Por qué no te limitas a apartarlo de su investigación y ya? ¿Por qué seguir con este juego de manipulación?

Victor sonrió aún más, sus ojos brillando con una malicia y un toque de locura, imposible de ignorar, sobre todo para alguien tan débil como el señor Noroeste.

—Porque, amigo, Ford no es un simple peón que puedo apartar. Si solo lo apartara, lo perdería. Pero si lo rompo, si lo hago mío... entonces no solo lo mantengo lejos de lo que no debe saber, sino que también lo convierto en algo que me pertenezca.

—Estás enfermo, Victor. —El señor Noroeste observó a Victor con desagrado— Solo espero que no olvides que necesito a Ford fuera del camino, pero no lo quiero destruido por completo. —El señor Noroeste se levantó de su sillón, tratando de imponer su autoridad sobre Victor— No arruines todo por un capricho personal. Esto no es un juego para mi familia.

Victor se acercó a Noroeste, sin mostrar ninguna señal de sumisión ni miedo ante la autoridad que intentaba imponer sobre él. Se inclinó ligeramente, debido a que el rubio era más alto, mirándolo con una sonrisa perturbadora.

¿Eras realmente como te imaginé? [BillFord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora