Capítulo Once

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El aire en la habitación era sofocante, saturado por la reciente explosión que había llenado el ambiente de fragmentos de cristal. Los restos brillaban en el suelo, recordándole a Ford el quebranto de su confianza.

No estaba seguro de a quién había conocido realmente todo ese tiempo: ¿Victor? ¿Bill? ¿O quizá algo más? Ahora, todas sus certezas se desmoronaban.

Aún en el suelo, Ford fijaba sus ojos desesperanzados en la figura distorsionada que se alzaba ante él. Victor, ese hombre que pensó que era su amigo, no era más que una ilusión. Bill Cipher había sido el titiritero todo el tiempo. Había justificado a Bill como una criatura ajena a su realidad, y a Victor como el amigo correcto en la situación indicada...

¿Cómo pudo ser tan ingenuo?

El dolor en el pecho de Ford comenzó a arder en llamas de ira. Sentía las palabras como cuchillos en su mente, cada una de ellas recordándole la traición de la que había sido víctima. Había creído en "ambos", y ahora, cada una de esas decisiones pesaba sobre él con amargo arrepentimiento.

—¿Por qué...? —Ford susurró, su voz temblorosa—¿Por qué dijiste que te irías solo para volver disfrazado, Bill?

El demonio de los sueños permaneció inmóvil, su expresión era neutral hasta que una risa suave y burlona escapó de sus labios, creciendo hasta convertirse en carcajadas. La risa resonaba en la habitación como una cruel burla a los oídos del de anteojos. Ford estaba comenzando a odiar ese sonido.

—Oh, seis dedos... siempre tan obsesionado con las preguntas, y algunas son tan obvias que ni siquiera merecen una respuesta. ¿Realmente importa el por qué? Lo importante es que, al final, he vuelto a ti. ¿No estás feliz? ¿No estás contento de tenerme de vuelta aquí?

Esas palabras fueron como un puñal en el corazón de Ford. La voz de Bill, que alguna vez logró enternecerlo con el mismo tipo de palabras, ahora solo le causaba repulsión. Todo en lo que había creído se derrumbó frente a sus ojos, y si había algo de verdad en sus palabras, Ford lo odiaba con toda su alma.

—Pero tú te fuiste... me dejaste sin ninguna explicación... ¿Y ahora regresaste fingiendo ser otra persona? —Ford lo cuestionaba—¿Qué sentido tiene eso, Bill? ¿Qué sentido tiene cualquier cosa que hayas hecho? Esperas que esté feliz... ¡pero ahora ni siquiera sé si puedo confiar en ti!

Bill inclinó la cabeza, parecía estar disfrutando de la tormenta emocional que Ford estaba atravesando porque en ningún momento dejaba de sonreírle con esa mueca inhumana que se formaba en sus labios.

—¿No es mejor para ti que la persona de la que te enamoraste sea yo?

¿Qué?

Bill se deslizó hacia él, tratando de acercar su mano a la mejilla de Ford, como si quisiera consolarlo.

¿Qué demonios?

Ford se apartó bruscamente, rechazando cualquier contacto que intentara el contrario. Apretó los puños, luchando por contener la mezcla de ira y desesperación que lo consumía.

—¡¿De qué diablos hablas, Bill?! ¿Enamorado? ¡¿De verdad quieres seguirme torturando con cosas sin sentido?!

—Ford, Ford, Ford... —dijo, suspirando con desaprobación.

Bill chasquea sus dedos apenas dice eso y producto de su magia, las llamas lo envolvieron por un instante. Cuando las llamas azules se disiparon, la figura de Bill Cipher volvió a aparecer ante Ford como si nada, pero esta vez en su forma original de triángulo. El disfraz humano se había desvanecido, dejando aquella criatura de un solo ojo que Stanford creía conocer.

¿Eras realmente como te imaginé? [BillFord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora