19- La Carta

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He estado llorando sin parar y yo no solía llorar mucho, hace dos días mis padres se enteraron de que quien ayuda en la casa ha estado trayendome comida. Mi papá, o bueno, ese hombre, entró y me golpeó hasta el cansancio, ya no permiten a Marcela acercarse a mi habitación.

Tengo más heridas y moretones que antes, todo el cuerpo me pesa más de lo normal, me cuesta incluso recostarme sobre la cama o darme un baño, pero lo único que me duele es no tener a Billie. Siento que me quitaron un órgano vital, no creí que fuese tan indispensable hasta ahora, que ahora la enfermedad es la soledad en lugar del amor.

-Pst...- escucho a través de la puerta. - Tus padres se fueron a una fiesta.- escucho a la mujer y entonces entra a la habitación.

- Que gusto, los ogros finalmente dejaron la cueva.- digo de mala gana y ella suelta una risa suave, parece que tampoco le caen muy bien.

- Hay una chica que siempre viene a buscarte.- siento un cosquilleo en el estómago al escuchar eso, Billie.

- ¿Si? ¿Les dijo algo? ¿Le dijeron que estoy bien?- hablo desesperadamente.

- Nadie le responde sus preguntas, no pueden.- me contesta y la esperanza que había sentido se esfumó.

- Oh...

Tenía que encontrar una forma de hablar con ella, necesitaba hablar con ella de alguna forma.

Comienzo a caminar de un lado a otro, intentando pensar en algo, para que ella al menos sepa que estoy bien.

- ¡Lo tengo! ¿A qué hora suele venir?- pregunto con una sonrisa de esperanza.

- Mmh... No tiene una hora fija, a veces viene entre las dos y las tres, otras entre las cinco y la seis.- me responde confundida.

Comienzo a pensar más de lo que probablemente he pensado en toda mi vida, de haber una forma de poder comunicarme con Billie sin tener que verla directamente, al menos no por ahora.

Si Billie no tiene hora fija para llegar, mis padres se van a las ocho de la mañana y llegan después de las seis, hay un hombre en la puerta, tengo a Marcela de mi lado...

¡Bingo!

- ¡Lo tengo!- doy un pequeño salto mientras ella me mira expectante.

Le cuento a Marcela mi plan: mañana, cuando mis padres ya no estén, le daré una carta a Marcela y suficiente dinero para sobornar al hombre de la puerta, un guión previamente preparado para lograr manipularlo y entonces convencerlo de que le entregue la carta a Billie.

- ¿Estás segura?- pregunta con nerviosismo.

- Si no quieres hacerlo...- siseo desanimada.

- ¡No! Si quiero, si quiero.- una sonrisa aparece en mi rostro y seguimos planeando todo.

Ambas nos sonreímos como amigas de toda la vida, la observo; Marcela es una persona muy jóven, le calculo unos veintiuno, cabello castaño y piel almendrada, no me concentro mucho en su apariencia pero sí en su actitud y personalidad, se ve que es muy servicial y amable y mi ángel en estos momentos.

Al día siguiente nuestro plan tendría que ponerse en marcha, son aproximadamente la una de la tarde. Tomé un teléfono viejo de mi cajón que utilizaba para contactar a Dante cuando necesitaba drogas, lo usaría para mantenerme contactada con Marcela mientras se adentraba en esa ardua misión. Iniciamos una llamada y de inmediato me puse en silencio, así sólo la escucharía a ella.

- Bien, ¿Lista?- le pregunto para estar segura de que no se está arrepintiendo, ella asiente con seguridad y yo sonrío.

En su mano pongo una carta y un sobre con 500 dólares, espero que eso sea suficiente para él si no quedaré en quiebra antes de lograr mi cometido. Mi hermano y yo solíamos ahorrar en secreto, soñábamos con escaparnos algún día, por eso él tenía dos motos, la otra sería para mí cuando escaparamos. Ahorramos mucho dinero y luego de que murió yo seguí haciéndolo para cumplir nuestro sueño algún día.

Oportunidades Destinadas [Billie Eilish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora