Capitulo 27

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Victoria Smith.

La luna y el lobo.

¿Alguna vez has sentido, que estas acostumbrado a que tu vida sea un desastre, que cuando las cosas están bien piensas solo es una máscara o barrera para el verdadero impacto?, ese que derrumba la hermosa estructura que tanto nos costó forma, crear y darle vida, solo para acabar en añicos, cubiertos de polvo o hundidos en un agujero negro sin profundidad, fundidos en una oscuridad que carcome desde dentro.

Pues así me sentía justo ahora, entre los brazos de Alan, de mi novio.

A pesar de tenerlo conmigo, acurrucada al calor que emana su exquisito cuerpo, con sus brazos rodeando mi cintura y su mejilla pegada a mi abdomen, me sentía fría, sola y rota.

Eran la una de la mañana, y mis párpados no juntaban sus pestañas para cerrarse y hundirme en un sueño profundo, sino que me dejaban acorralada en la oscuridad de la habitación, me dejaban vagar en pensamientos, me dejaban muerta en vida.

Díganme exagerada.

Pero sabía que las cosas no iban a ir de maravilla por mucho tiempo, me conocía, conocía mi rumbo de vida, solo estaba acostumbrada a la destrucción, a las calamidades, a la frialdad que me abrazaba todas las noches en las cuatro paredes de mi habitación, sin darme opcion de sentirme más que una figura perdida en la atrocidad.

Suspiré.

Jonathan llega de nuevo, por milésima vez en la noche, a mi cabeza.

¿Cómo podía, el hermano de mi novio, estarme amenazando de muerte?.

Nunca lo había conocido, ni siquiera sabía de su existencia, ¿y de la nada aparece con notas y gatos muertos diciendo que vendrá por mi?.

¡¿Qué clase de lunático era?!.

Tenía muchas dudas y preguntas, entre ellas:

¿Cómo Alan supo que el que me amenazó era él?.

¿Él sabe sobre la relación entre mi hermano y el suyo?.

¿Desde cuándo sabe que mi acosador era Jonathan Brown?.

Mierda, me sentía tan estúpida, ¿Cómo es que no me dí cuenta antes en sus apellidos?.

Cierro los ojos.

Hay momentos donde la vida nos da malas jugadas, y nosotros solo tenemos que aprender a poner las cartas en la mesa, aceptar la derrota, pero sin dejar de luchar.

Esas palabras de mi hermano, las que una niña de tan solo cinco años no entendía, ahora cobraban sentido.

Con cuidado, aparto el cuerpo amarrado a mi y lo dejé a un lado.

Y sin importarme nada, me siento en la terraza, viendo la luz de la luna cubrir las palmeras y las olas del mar, era un líquido oscuro que mojaba la arena en la orilla.

Sin un tiempo medido, me encuentro con el aire fresco abofetear mi rostro, jugando con mechones de mi cabello mientras que mis pies se movian descalzos y mojados contra la arena.

Sigo caminando hasta llegar a un muelle de madera color caoba y me siento en este, dejando mis piernas por fuera jugar con el agua, permitiendo que el frío de la noche me abrace fuertemente hasta colarse a mis huesos haciéndome temblar.

Un Amor A Primera Nota [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora