Capitulo 25

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Victoria Smith.

Los tulipanes rojos.

Me lance a la cama boca arriba, King se acomodó a mi lado acariciando su cabecilla mientras 505 de Arctic Monkeys hundía mi habitación de una buena rola.

Suspiro y cierro los párpados tarareando la canción de fondo, agradeciendo la tranquilidad de mis cuatro paredes, sin tormentos ni preocupaciones.

Abro un solo ojo cuando unos toques en mi puerta echan mi paz a un abismo.

Gruño tras levantarme, e indignada abro la pieza de madera encontrando sus iris azul grisáceo.

—¿Qué quieres Mark?__me cruzo de brazos sobre el umbral.

—Te recuerdo que tenemos un trato, así que te pido que me trates con respeto.

—Aja.

Él pone los ojos en blanco y se adentra a mi habitación, sin pedir permiso toma asiento en el colchón de mi cama imitando mis mismas caricias al dálmata que aún prevalece enrollado en mi edredón.

—Solo vine a decirte que abajo llegó un paquete.

—¿Paquete?.

Levanta la barbilla, y el color de su mirada se intensifica a cada segundo pasar.

—Sólo ábrelo, ¿Bien?__sigue mirando y aparto la mirada al sentirme intimidada.

Asiento y acomodó a su lado.

—Mark__me mirá, y siento un remolino en la boca de mi estómago__ gracias.

—No fue un favor, fue un trato__se levanta de la cama y me mira de arriba abajo__no me importa si tienes planes hoy, vendrás conmigo a algo importante.

—¿Qué...? ¡Pero...!.

—Dije que no me importa.

Y sin más, sale de mi cuarto en dos zancadas.

Genial.

Me dejo caer nuevamente de espaldas, ¿Qué le pasa a ese Imbecil? No tiene ningún derecho a ponerme órdenes.

Me quedo el resto de la mañana leyendo crueles instintos hasta que el hambre me obliga a salir de mi cueva.

Me veré ridícula con calcetines de pingüinos, una camiseta vieja y shorts cortos bajando las escaleras como si no quisiera que me vieran.

Paso desapercibida la caja a un lado de la puerta y me dirijo a la cocina.

Me detengo a lo seco al ver el Dios del Olimpo que tengo enfrente.

Tiene un traje negro con una corbata color rojo caoba, zapatos de vestir negros y unos gemelos de oro que a cualquier vista se ven carísimos en las mangas del traje.

El cabello le cae en la frente despreocupadamente, húmedo por la ducha tornandolo más oscuro.

Si fuera daltónica, juraría que el cabello lo tiene negro.

Un Amor A Primera Nota [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora