Una respiración agitada y pesada, acompañada de gemidos ásperos, recorría la sucia habitación llena de condones esparcidos por la cama y el suelo. Estaba de espaldas y miraba hacia arriba, con la piel sudorosa pegada a la sábana de la cama. Encima de mí había un hombre de mediana edad, probablemente de unos 50 años y extremadamente delgado, rozando la anorexia. Sólo tenía unos pocos mechones de pelo a los lados de la cabeza. El tiempo ya había hecho de las suyas al eliminarlos casi todos.
En ese momento, estaba masturbando su delgada vara frente a mí, su rostro transmitía la exquisita lujuria que estaba experimentando, las arrugas que la vejez le había traído se resaltaban aún más por la brillante luz de la habitación iluminando directamente su rostro.
"Haaaah, haaaah, Kanoko-chan, ya casi estoy explotando!". - gruñó el anciano. Gracias a Dios, este vejestorio tenía eyaculación precoz, no estoy seguro de si se debe a su edad o si es una afección que padece desde joven, pero lo crucial era que la sesión estaba llegando a su fin.
Agarrando su pene con más fuerza, el viejo empezó a aumentar la velocidad de su paja.
"Haaah, acerca tu cabeza a mi polla, quiero pintar de blanco tu hermoso rostro bronceado".
Qué cabrón más descarado, pero por desgracia tengo que hacer lo que me pida, al fin y al cabo está pagando por un producto, que en este caso soy yo. Si me niego y él se queja a nuestro jefe, probablemente me castigarán y, después de pasar por eso la primera vez cuando éramos sólo principiantes aquí, juré que nunca volvería a hacer nada que disgustara a los clientes.
No teniendo otra opción, acerqué mi cara a su miembro, notando cómo temblaba al sentir mi aliento caliente en sus testículos.
"Sí, aquí viene... aaaaaaagh!!!". - Rugió mientras sus caderas se agitaban. Fue entonces cuando su semen caliente salió. No fue un chorro como con los clientes más jóvenes, sino gruesas gotas que se acumularon en la punta de su verga y gotearon sobre mi cara. El viejo, que había cerrado los ojos durante su orgasmo, los volvió a abrir y me miró.
"No quiero verte desperdiciar ni una sola gota de mi leche, Kanoko-chan, bébete lo que te caiga en la boca". - Ordenó con un tono de voz autoritario. Una mirada despectiva estuvo a punto de apoderarse de mi rostro, pero la contuve y me limité a sonreírle, asintiendo afirmativamente y bebiendo con rapidez el pegajoso líquido.
Cada gota de su semen que bajaba por mi garganta me llenaba de angustia y asco.
Los segundos parecían eternos, pero por suerte, el esperma que salía de su pene se detuvo, señalando el final de todo.
Alzando mi cuerpo, me acerqué a un lado de la cama, cogí un recipiente desechable ligeramente abollado y escupí en él la semilla del bastardo.
"Supongo que ya estás satisfecho, Kawamoto-san". - Pregunté con falsa cortesía. El capullo, como siempre, sonrió de forma ladeada mientras ajustaba su posición y se sentaba en el extremo de la cama.
"Más que satisfecho. Eres increíble, Kanoko-chan, no hay nada mejor que una gyaru con un cuerpo tan sexy como el tuyo. Las otras putas de este lugar no están a tu nivel".
Quizá algunas de las zorras de este prostíbulo se sentirían felices y halagadas si recibieran un cumplido así, pero todo lo que mi corazón emitía era desprecio y repulsión. Este hijo de puta debería dejar de venir aquí. Su polla ni siquiera se sostiene por sí sola, siempre depende de la viagra para levantar ese palo flácido. El único lado positivo de las sesiones, aparte de que terminaban pronto, era que en algún momento este viejo sufriría un infarto si seguía esforzándose tanto durante el sexo, lo que probablemente no tardaría mucho ya que visita este lugar tres o cuatro veces por semana.
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Lo que es mío por derecho
FanfictionNao está satisfecha con el desarrollo de los acontecimientos, pero cuando Hiroki desaparece, algo cambia para ella.