Capítulo 3

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Otros diez días transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos.

Estaba inclinada hacia delante en el sofá, y el sonido de los gruñidos y gemidos se mezclaba con el golpeteo de carne contra carne, inundando el salón. Una de las grandes manos de Kokujin me apretaba el seno con fuerza mientras la otra me rodeaba la cintura, sujetándome firmemente mientras me jodía ferozmente, su inmensa polla llenándome el coño y llegando hasta lo más profundo. Ambos jadeábamos y nuestras caras estaban complemente enrojecidas.

Ya llevábamos casi dos horas de sexo.

"Te encanta que te la meta con fuerza, verdad, zorra?" - Me susurró al oído. Este hombre siempre era así, se divertía diciéndonos cochinadas a todas, disfrutando de la sensación de control que le producía. Gemí por lo bajo en respuesta a sus groseras palabras, lo que pareció excitarle aún más a medida que aumentaba el ritmo de sus caderas. Podía sentir su miembro palpitando dentro de mí, un claro indicio de que estaba a punto de correrse.

Esto se hizo realidad un minuto después, cuando su agarre de mi cintura se tensó y su esperma caliente y espeso golpeó directamente mi vientre, inundándome hasta el borde. Normalmente, estaría gritando por el éxtasis hasta que mis pulmones perdieran oxígeno, pero lo único que brotó de mi boca fueron breves gimoteos.

Cuando Kokujin sacó por fin su verga de mi interior, se sentó a mi lado en el sofá con el cansancio evidente en su rostro. El líquido viscoso empezó entonces a escurrirse afuera, goteando sobre distintas zonas del sofá.

Mierda, voy a tener que limpiarlo muy bien después, no puedo dejar que el sofá se manche permanentemente, mis padres lo notarían fácilmente, por no mencionar que sería un coñazo tener que inventar una excusa para explicar qué ha causado las manchas. Decir que derramé helado desde luego no sería creíble dada la gran extensión sobre la que cayó el semen.

"Joder, no importa cuántas veces follemos, no me canso de ese coñito tan apretado que tienes, Nao. Eres fácilmente la mejor mujer entre las putas que me cojo." - dijo Kokujin con una sonrisa de lado, abriendo una botella de agua y dando un largo sorbo para hidratarse.

''Me alegro de que mi cuerpo te guste tanto~'' - Respondí con una sonrisa y un tono alegre. A continuación, el se levantó, recogiendo la ropa que tenía esparcida por el suelo y poniéndosela de nuevo.

''Bueno, el sexo fue genial como siempre. Me voy a casa de Kaede. Les prometí a ella y a Kanoko que les daría un buen capricho cuando volvieran de las compras. Mañana vendré y te joderé otra vez después de que tus padres se vayan a trabajar.'' - Dicho esto tras terminar de ponerse la camisa, Kokujin salió despreocupadamente por la puerta principal, cerrándola de un golpe.

"Otra vez...no fue lo suficiente..." - Murmuré con un atisbo de enfado en mi voz.

Durante aquellas últimas sesiones de sexo con Kokujin, sentí que un cambio se había apoderado de mí. Y no lo digo en sentido positivo.

Cada vez que teníamos relaciones, por más que pasasen varias horas, siempre me sentía insatisfecha, como si me faltase algo.

Al principio no le di mucha importancia, ya que sólo me ocurría una o dos veces, así que lo achacaba al cansancio y al estrés, pero la frecuencia con la que empezó a ocurrir este fenómeno fue aumentando, desgraciadamente. No es que de la noche a la mañana Kokujin hubiera desaprendido a follar. Al contrario, seguía teniendo tanta resistencia como en el primer día que me reclamó como suya y su pene siempre me llenaba el chocho por entero, sin dejar nada de su interior intacto. Al principio no estaba segura de cómo definirlo, pero no tardé en darme cuenta de un simple hecho:

El sexo con Kokujin poco a poco se estaba volviendo aburrido.

La emoción que había existido antes estaba menguando, y eso me molestaba mucho.

Lo que es mío por derechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora