A través del reflejo del espejo agrietado, unos cansados ojos verdes me miraban. Justo debajo de estos luminosos orbes, gruesas ojeras estropeaban la pálida piel que había bajo ellos, mostrando un semblante demacrado. Con la atención fija en el espejo, me llevé la mano derecha a la cara y sentí cómo las suaves cerdas del cepillo frotaban mi piel.
Con cada pasada de la brocha, las marcas oscuras bajo mis ojos se disimulaban con un polvo blanco, desterrándolas de la vista de cualquiera salvo de la mía propia. Hoy tengo una agenda apretada, así que necesito estar lo más presentable posible; después de todo, tengo cierta reputación que mantener.
Aunque ni mi hija, Ayumu-chan, ni yo llevamos tanto tiempo aquí (creo que algo más de un año), ya nos destacamos entre las prostitutas de este burdel, superando incluso a las 'veteranas' de aquí, ya que nos hemos convertido en las más solicitadas entre las mujeres que trabajan en este lugar.
En mi caso particular, acabé convirtiéndome en la ''chica anuncio'' de este prostíbulo barato, ya que era la más solicitada por una abrumadora mayoría de los clientes, una peculiaridad que nunca pude llegar a comprender.
Dada mi edad, siempre me he considerado una mujer muy guapa, e incluso viviendo en este burdel de quinta categoría, esta autoevaluación no ha cambiado. Aunque ahora tengo más de 40 años, mi rostro sigue siendo joven. Mis grandes pechos se mantienen firmes, desafiando a la gravedad y sin mostrar signos de flacidez. Mis curvas están bien perfiladas, acompañadas de un trasero grande y redondo y unas piernas largas y suaves.
A pesar del duro trato que todas recibimos aquí y de la falta de mantenimiento de este establecimiento, una cosa que se puede alabar es que al menos nos proporcionan comida decente y tratamiento médico adecuado cuando un cliente se pasa de la raya.
Habiendo estado acostumbrada a hacer dieta y ejercicio antes de que me enviaran a este agujero infernal que ahora tengo que llamar mi residencia, estos hábitos han persistido en mí incluso aquí. Tal vez por eso soy capaz de conservar mi belleza, bueno, en parte. Sobre todo creo que es algo inherente a los genes de las mujeres de nuestro linaje, ya que tanto mi hermana como mi madre aún poseen un encanto que contradice su edad.
Quizás sea precisamente ésta la razón? ¿Para los hombres, el encanto de una mujer madura es más atractivo? Aunque, si pudiera dar mi veredicto, diría que mi hija y Ayumu, aún en la flor de la vida, desprenden un sex appeal aún más prominente que yo.
Terminando los últimos retoques de mi maquillaje, cogí la primera de las ocho páginas de papel que yacían sobre mi escritorio y me la acerqué a la cara. Eran informes sobre los clientes a los que atendería.
Hubo un sutil cambio en mi conducta, mi expresión se crispó mientras una arruga se incrustaba en mi frente al ver la foto de un hombre negro con la cabeza rapada junto a la descripción.
Amargos recuerdos del hombre al que una vez amé más que a nada, pero que me desechó como si sólo fuera comida caducada, se agolparon en mi mente.
Ese maldito Kokujin.
Mi ira incontenible centelleó en mi rostro durante una milésima de segundo. No puedo creer que alguna vez pensara que sería el hombre de mi vida.
Al principio de todo, era un hombre cortés y de hablar fluido, sabiendo precisamente cómo llevar la conversación de una manera agradable. Aunque era consciente de que era casi 20 años más joven que yo, sentí una fuerte atracción por él: su cuerpo bien tonificado y la forma en que sus ojos oscuros se fijaban abiertamente en mis 'atributos', con la lujuria saltando en ellos, eran tan cautivadores.Me afectó de una manera que nunca creí posible. Un fuego que no había sentido en mucho tiempo se encendió dentro de mí, inflamando mis deseos. Era una sensación tan desconocida desde la muerte de mi marido que casi me resultaba extraña.
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Lo que es mío por derecho
FanfictionNao está satisfecha con el desarrollo de los acontecimientos, pero cuando Hiroki desaparece, algo cambia para ella.