"Esta noche asistiré a un evento de recaudación de fondos", anunció Hannibal mientras abrochaba sus pantalones, de espaldas a Louis. "Me gustaría que me acompañaras."
"Pensaba ir al casino después de mi última clase, pero claro, vamos," respondió Louis con una sonrisa, reflejada en el espejo.
Los ojos azules del omega brillaron con un magnetismo que por un instante atrapó al hombre más alto, dejándolo sin palabras.
"Pasaré por ti a las 7," carraspeó Harry, tratando de apartar la mirada de ese océano azul.
"Suena genial," respondió Louis, y las pequeñas arrugas que se formaban en las comisuras de sus ojos le provocaron a Harry un cálido apretón en el pecho. "Entonces, pongámonos en marcha."
Louis comenzó a desvestirse, quedando en bragas. Planeaba usar algún pantalón de Harry para ir a la universidad esa tarde, ya que Ally y él habían jugado con pintura y ninguno salió ileso.
Mientras lo hacía, notó la mirada de adoración de Harry, quien lo observaba despojarse de cada prenda con una mezcla de asombro y deseo.
Era como si Harry estuviera contemplando una obra de arte.
Se giró para descubrir que los ojos del alfa se habían detenido en su trasero, antes de que subieran lentamente hasta encontrarse con los suyos.
"La vista podría volverse aburrida muy rápido si sigues mirándome todo el tiempo," dijo Louis con una sonrisa traviesa.
Harry lo atrajo hacia sí, y Louis, en un impulso, entrelazó sus brazos sobre la cabeza de Harry, envolviéndolo en un abrazo.
"La vista mejora cada vez que te miro," susurró Harry, pasando un brazo por detrás de su cintura. "Eres todo menos mundano."
Louis sonrió ampliamente, sintiendo cómo el calor de las palabras de Harry se esparcía por todo su ser.
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"Estaba pensando en hacer un voluntariado en Uganda..." Adam comentó mientras jugaba distraídamente con su plato de macarrones con queso.
Nigel, sorprendido, escupió un trozo de pollo.
Louis solo bebió de su vino, observando con cautela. "Me lo imaginaba. Pero, ¿por qué allí?"
"A ti no te gustan los mosquitos", interrumpió Nigel, tratando de entender. Iría al fin del mundo con Adam, pero detestaba el calor, los mosquitos, los animales... Llámenlo quejoso, pero odiaba sudar.
"Hacer un voluntariado me asegura un pase a la universidad de astronomía", explicó Adam, con ese tono metódico suyo, sin apartar la vista de su plato, mientras tamborileaba sus dedos sobre la mesa.
"Iré contigo", afirmó Nigel, sin dejar espacio para discusión.
Adam sonrió, esa sonrisa que solo Nigel lograba sacarle.
Louis fingió arcadas, rompiendo el momento. "Dios, son asquerosamente adorables."
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Cinco minutos más tarde, Louis abrió la puerta de su dormitorio.
Dentro, lo recibió el familiar aroma de los veinte arreglos florales que Harry le había enviado religiosamente cada día, junto con un tupper de desayuno que él mismo preparaba. Las flores, ya marchitándose, evocaban una punzada de tristeza en Louis al pensar en el inevitable momento en que tendría que deshacerse de ellas.
Dejó su mochila y abrigo en el suelo, y comenzó a guardar sus materiales de pintura en el bolso de emergencia, ese que usaba cuando sabía que no dormiría en casa pero sentía la necesidad urgente de dibujar. Mientras acomodaba cada herramienta, escuchó un golpe suave en la puerta.