Louis despertó al día siguiente, completamente solo y desnudo en la cama de Harry. El lado de la cama donde debería estar Harry estaba frío, indicándole que había salido hace tiempo.
Frunció el ceño y extendió la mano hacia la mesita de noche, buscando sus lentes.
Al hacerlo, sus dedos rozaron una carta de póquer. La número 10.
La tomó y se puso los lentes para leerla cuando vio que en ella había algo escrito.
"Sé que eres un hombre fuerte y capaz. Pero me gustaría estar junto a ti cuando te caigas y vuelvas a levantarte."
No había firma, pero el inconfundible aroma de Harry impregnaba el papel. Louis no necesitaba más pruebas para saber quién la había dejado.
Con la carta aún en la mano, su mirada recorrió la habitación hasta que algo llamó su atención. En el perchero del vestidor, colgaba un traje. Era el mismo traje que Louis había usado la noche en que se conocieron.
No necesitaba más instrucciones.
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Sin una razón aparente, Louis, después de haberse vestido con el traje que Harry le había dejado, descendió a su estudio.
Al acercarse a su escritorio, encontró otra carta de póquer.
Una jota, con un mensaje escrito a mano: "Nunca dejaría que nadie más se sentara en mi escritorio, cariño. Pero tú, Lou, eres la excepción. Mi excepción."
Las palabras hicieron que una sonrisa se dibujara en el rostro de Louis.
Se sentó en el borde del escritorio, justo en la silla de Harry. Al acomodarse, notó algo inesperado.
Unas llaves.
Las de una cabaña. Pero sin dirección.
Frunció el ceño y volvió a tomar asiento, esta vez en el borde del escritorio.
Su mirada vagó por la habitación, buscando alguna respuesta.
Al no encontrarla, cerró los ojos.
De repente, ya no está en el estudio de Harry. Está en el casino de Jean, jugando una partida de cartas. Harry está frente a él, con una sonrisa que parece tener todas las respuestas a las preguntas del mundo.
"¿Qué haces aquí?" pregunta Harry, aunque ambos saben la respuesta. Él lanza sus cartas a la mesa, pasando esta mano.
"Intentando entenderte para poder encontrarte," responde Louis, mirando sus propias cartas antes de lanzarlas, imitando el gesto de Harry.
El repartidor sigue con el juego, imperturbable.
"Necesito aclarar cómo ves el mundo. Y cómo me ves a mí, antes de que nos encontremos," prosigue Louis, mientras recibe nuevas cartas.
"No encontrarás nada aquí," responde Harry con una sonrisa, recogiendo sus cartas como si la victoria ya fuera suya.
Louis abre los ojos de nuevo.
Está de vuelta en el estudio de Harry, con las llaves todavía en sus manos.
Las llaves de la casa de la infancia de Harry.
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El lugar es un castillo antiguo, de esos que parecen estar tallados en el tiempo mismo. Las paredes, imponentes y desgastadas, son testigos de una historia que comenzó mucho antes de que Harry naciera. Cada piedra parece cargada de memorias, algunas enterradas tan profundamente que ni el paso de los siglos las ha logrado borrar.