Capitulo IX: El Consejo

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— Oye Lad.

—Dime querida compañera Laia.

—¿Esto es un ascensor?

—¿Tu qué crees?

El pequeño grupo se encontraban sobre una plataforma que se movía de forma vertical, aunque también parecía poder moverse de forma horizontal por los carriles que se veían hacían adelante y atrás.

—La verdad este mundo es bastante parecido al nuestro, solo que con esos poderes raros y animales raros y un laberinto raro... —Rubén miraba a la distancia, varias plataformas se movían a lo lejos.

—Para nosotros, un mundo sin el laberinto y el sistema es impensable.

—¿El sistema?

—Oh, eso no lo explique, bueno es que es un tema controversial la verdad jajajaja—El eco se hacia presente cuando la armadura reía— Veras Cloe, cuando se hacen exámenes de compresión de las estadísticas y habilidad, dichas habilidades siempre tendrán el mismo nombre independientemente de que la persona sea un noble o un campesino, por ejemplo, fortaleza siempre será fortaleza aquí y en todas las federaciones.

—Lo cual nos hace pensar que existe un sistema que almacena, procesa y genera datos, además, varios extranjeros como usted dijeron poder ver... ¿un menú? Algo así era —El ladrón busco el apoyo de su compañera.

—Si Lad, ellos lo describían así, todas las personas que ven ese menú están destinadas a algo grande, las federaciones harían una guerra con tal de tener a uno de su lado.

—Oh...que locura no jajajajajaja —los ojos de Laia abiertos como platos miraban a sus compañeros.

De igual manera tanto Rubén como Cloe reían un tanto nerviosos.

—¿En serio en tan gracioso? —Virtuosa se quito el casco varias ramas pequeñas lo ataron a su espalda.

—Jajajaja, no es que...me recordó a un videojuego o algo así.

—¿Un qué?

Un silencio incomodo entre Cloe y Virtuosa se hizo presente.

—Oigan, ya casi llegamos —El ladrón parecía una persona completamente distinta, sus ojos estaban clavados en una gran puerta al final del ascensor— los idiotas de la flama cristalina están allí detrás.

Aquel aparato se detuvo lentamente frente a las imponentes puertas, Rubén se asomo por un borde de la plataforma y el vértigo lo invadió rápidamente, Cloe y Laia observaban de cerca las puertas, para ser un mundo bastante actualizado esas puertas parecían muy antiguas, varias piedras preciosas destellaban y algunos cristales emanaban un misterioso brillo.

—Les ruego que no toquen la puerta.

—¡¡Wua!!

Ambas chicas saltaron de un susto, un misterioso hombre apareció a su lado derecho, su traje color violeta lo hacia tan misterioso como aquella puerta.

—Maxilian, ¿no perderás la costumbre de asustar a los nuevos cierto?

—La perderé el día que usted deje de causar problemas a la federación señor Lad —respondió de forma agresiva limpiando sus empañados lentes— Un placer extrajeros, ya fuimos informados de su situación, lamento profundamente la pérdida de su amigo —un pequeño tic en el ojo fue visto en la cara de Cloe— Yo soy Maxilian, guardián de esta puerta y mayordomo del poderoso consejo.

—Lamebotas —Susurro Lad, Maxilian movió sus ojos hacia él.

—Ignorare tu mal sonante comentario, simple aventurero Lad —Sus palabras frías como el hielo y filosas como una cuchilla fueron disparados hacia Lad, para luego mirar al grupo de los extranjeros como si nada hubiese ocurrido— Bienvenidos, a la sala de cristal, disfruten de su estadía y no toquen nada que no estén autorizados.

El Laberinto Eterno: Aventuras en un mundo laberinticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora