Kim Y Su Gran Vacío

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Kim

Seguimos a la presumida de Mae hasta la sala del consejo estudiantil. No pude evitar echarle una mirada de reojo a Lee, y aunque intentaba mantenerme serio, unas risitas se me escapaban. Es que la situación tenía su gracia. ¿Quién habría pensado que un simple balón podría causar tanto alboroto?

Mae iba delante nuestro, con su habitual postura de reina del drama, pavoneándose como si fuéramos a una audiencia real en lugar de una simple reprimenda escolar. Yo, por mi parte, seguía disfrutando del momento, dejando que alguna que otra risa se me escapara de vez en cuando. La seriedad nunca ha sido lo mío, y en ese instante, menos que nunca.

Finalmente, llegamos a la sala del consejo estudiantil. Mae nos señaló dos sillas con la autoridad de una comandante en jefe, y no se molestó en disimular su impaciencia. No es que me importara mucho, pero la manera en que fruncía el ceño y nos miraba como si fuéramos niños traviesos era simplemente hilarante.

Nos sentamos. Yo, con una sonrisa burlona que no podía esconder, y Lee, con su típica expresión de "me da igual". Mientras tanto, Mae estaba de pie frente a nosotros, con los brazos cruzados y esa mirada severa que intentaba intimidarnos, pero que a mí solo me provocaba más ganas de reír.

Por supuesto, me quedé observando a Mae mientras trataba de mantener su compostura, haciendo esfuerzos ridículos por parecer más alta de lo que realmente es. Cada vez que nos miraba con esos ojos de "soy tu jefa", yo no podía evitar inclinarme hacia atrás en la silla y lanzar una sonrisa que sabía que la molestaría aún más.

En resumen, todo esto me resultaba divertidísimo. Pero claro, traté de mantener la calma, al menos hasta que Mae soltara el primer sermón. Ahí ya no sé si podré aguantarme.

En cuanto Mae se fue, nos dejó solos en esa sala sofocante, pero no sin antes lanzarnos una advertencia sobre que enviaría a otro miembro del consejo para decidir nuestro castigo. La puerta se cerró con un suave clic, y de repente, el silencio se volvió insoportable.

Me incliné hacia atrás en la silla, tratando de buscar algún entretenimiento, pero todo estaba demasiado tranquilo, demasiado... incómodo. Miré de reojo a Lee, esperando que dijera algo, cualquier cosa que rompiera la tensión. Pero, como siempre, él se limitaba a mirar al vacío, aparentemente sumido en sus propios pensamientos.

Pasaron unos minutos que se sintieron como horas, hasta que finalmente, Lee soltó un suspiro pesado, como si la paciencia se le hubiera agotado de golpe. Se levantó de su silla con una calma que solo él podía tener en una situación así.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, medio incrédulo, medio entretenido por lo que parecía ser el comienzo de algo interesante.

Lee, con su maldita actitud de siempre, ni siquiera se molestó en mirarme mientras respondía.

—Me voy. No tengo paciencia para esto —dijo, con esa indiferencia que me sacaba de quicio y me divertía al mismo tiempo.

Se dirigió hacia la puerta, con sus pasos tranquilos, como si no estuviera desafiando a la reina Mae y al consejo estudiantil entero. El aire en la sala se volvió aún más denso, como si estuviera a punto de explotar con la mínima chispa.

—Espera... —le solté, más por reflejo que por otra cosa—. ¿Y si nos cazan?

Lee solo se encogió de hombros, sin detenerse, como si todo esto no fuera más que una molestia pasajera.

Me quedé ahí, entre sorprendido y algo divertido por su audacia, viendo cómo se acercaba a la puerta, sin importarle un carajo las consecuencias. Todo seguía en silencio, un silencio incómodo, tenso, pero al mismo tiempo, no podía evitar sonreír. Este tipo tenía agallas, eso era seguro.

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